A este lejano sur llegan las noticias vaticanas, muchas veces bajo la fórmula de rumor o de chisme. Hace un par de semanas leí en un diario este título: “El Papa echó al ex secretario de Benedicto XVI”. Monseñor Georg Gänswein –que de él se trata- concluyó su período como Prefecto de la Casa Pontificia, y era de esperar su reubicación, por ejemplo, como pastor de una arquidiócesis germana, que implicara la elevación al Cardenalato. Así ocurrió con Mons. Stanislaw Dziwisz, que durante cuarenta años había servido como secretario de Karol Wojtyla, devenido Papa Juan Pablo II: fue nombrado Arzobispo de Cracovia, y recibió la birreta cardenalicia. Con este nombramiento, el Papa Ratzinger obró simplemente como correspondía según el sentido común eclesial.
No pasó así con Gänswein que fue, según se describe en el periódico, obligado a regresar con pena y sin gloria a su Alemania natal (específicamente a su diócesis de Friburgo de Brisgobia). Este fue el último episodio de una disputa pública, que incluyó la publicación de unas memorias donde este prelado germano “criticó con dureza a Bergoglio”. En estas frases se desliza el carácter chismoso de la noticia. Lo de “chisme” se comprende y justifica: son los rumores que corren en el Vaticano, y que los periodistas captan según su profesión, sin comprender del todo algo propio de la vida clerical.
La situación conflictiva se desencadenó porque en el libro de Mons. Gänswein se revela que el Papa emérito se sintió “muy mortificado por algunas decisiones que adoptó Francisco”. No me cabe duda: ha sido así; el actual Pontificado es la antítesis del anterior. Pensando con un dejo de malicia se puede decir que la actitud del Sumo Pontífice con el secretario de Benedicto esconde un cierto desprecio de la obra monumental de Ratzinger, y quizá un complejo de inferioridad.
Una interpretación del episodio requiere hallar una causa última del mismo –“última”, en el sentido de definitiva, pero primera en el orden de la explicación-. Quienes conocen a Jorge Bergoglio desde hace mucho tiempo, y han sido testigos de su actuación como Provincial de la Compañía de Jesús, apuntan un rasgo de su personalidad: es un hombre vengativo. El trato que ha dado a Mons. Gänswein, autor del libro al cual se ha hecho alusión, es ni más ni menos que una venganza. Este rasgo explicaría también muchos casos de “cancelación” de obispos tradicionalistas, y de aplicación selectiva de la jubilación a los 75 años. En italiano: es una vendetta.
+ Héctor Aguer
Arzobispo Emérito de La Plata
22 de junio de 2023
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