Judas 7 Y Sodoma y Gomorra, junto con las ciudades limítrofes entregadas como ellas a la lujuria y a la homosexualidad, sufrieron el castigo de un fuego perpetuo, sirviendo así de escarmiento a los demás.
Obispo Strickland: La lección de Sodoma y Gomorra
La lectura de hoy del Libro del Génesis nos confronta con uno de los momentos más esclarecedores de la Sagrada Escritura: la destrucción de Sodoma y Gomorra por la lluvia de fuego y azufre del Cielo. Las ciudades fueron consumidas, no solo por un desastre natural, sino por el juicio divino. El clamor del pecado había llegado al Cielo, y el Señor respondió con justicia.
“Y el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego de parte del Señor desde el cielo” (Génesis 19:24).
Lot y su familia fueron advertidos. Se les instó a no demorarse:
“Levántate y toma a tu mujer y a tus dos hijas, para que no perezcas tú también con los malvados de la ciudad” (Génesis 19:15).
Pero aun cuando los ángeles los instaron, Lot dudó. La tentación de demorar, de mirar atrás, de suavizar la advertencia, sigue siendo una tentación mortal hoy en día.
Nuestro mundo se encuentra en una situación similar. Nos estamos ahogando en una cultura que celebra la impureza, se burla de la ley de Dios y desafía el orden natural. Y, sin embargo, seguimos adelante como si no hubiera ajuste de cuentas. Ignoramos las advertencias del Cielo. Dudamos.
El pecado de Sodoma no fue solo lujuria. Fue orgullo, rechazo del designio de Dios y la completa inversión de la verdad y la bondad. Fue la etapa final de un pueblo que había olvidado a Dios e idolatrado sus pasiones. Y no nos engañemos: tal pecado aún clama al Cielo. El fuego que cayó no fue solo un castigo, sino una señal. Una señal de que Dios no se deja burlar. Una señal de que la maldad tiene consecuencias. Una señal de que la Divina Misericordia no elimina la Justicia Divina.
“Y su mujer, al mirar atrás, se convirtió en una estatua de sal” (Génesis 19:26).
Miró hacia atrás. No podía soltarla. ¿Cuántos hoy, incluso en la Iglesia, dudan en dejar atrás las costumbres del mundo? ¿Cuántos aún regresan a lo que Dios los llama a huir?
Hermanos y hermanas, el Evangelio es una buena noticia, pero no es una noticia débil. El mismo Señor que vino a salvarnos es quien nos advirtió que los días de Lot volverían (cf. Lucas 17:28-30). Y ahora los vivimos.
El Señor es paciente. El Señor es misericordioso. Pero sus advertencias no son vanas. Su justicia es real. Y su llamado es urgente.
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