Fiesta: 28 de junio
Padre de la Iglesia, nacido cerca del año 130
Obispo de Lyon (León de Francia, ciudad del sur de Francia)
San Ireneo condenó el vicio de la homosexualidad, luchó contra las herejías y defendió la Tradición Católica
Las enseñanzas de San Ireneo nos muestran que Bergoglio no posee la fe católica.
Quien no es miembro de la Iglesia no puede ser cabeza: En Argentina Bergoglio ya era un hereje formal, público y contumaz
La antidoctrina del falso papa anti católico Jorge Mario Bergoglio contradice a todos los Padres de la Iglesia Católica, he aquí otro ejemplo.
San Ireneo mártir, Obispo de Lyon y Padre de la Iglesia
San Ireneo fue discípulo de San Policarpo quién fue discípulo del Apóstol San Juan.
San Ireneo luchó contra la Herejía de los gnósticos.
Adversus haereses |
"Además de esta blasfemia contra Dios, él [Marción], hablando con la boca del diablo, dijo en directa oposición con la verdad, él y otros como él, los sodomitas, los egipcios, a todas las naciones que practicaban todo tipo de abominación, fueron salvados por el Señor.
En su obra Contra los Herejes
Sobre el Anticristo
25,1. Y no sólo por lo que hemos dicho, sino también por lo que sucederá bajo el poder del Anticristo, se prueba que el diablo, siendo apóstata y ladrón, quiere ser adorado como Dios; [1189] y se quiere proclamar rey, siendo un siervo. Porque él, recibiendo todo el poder del diablo, vendrá no como rey justo o legítimo sujeto a Dios, sino como impío, injusto y sin ley, como apóstata, inicuo y homicida, como un ladrón que recapitulará en sí la apostasía del diablo. Derrocará a los ídolos para persuadirnos de que él mismo es Dios, poniéndose a sí mismo como el único ídolo, resumiendo en sí los distintos errores de los ídolos, a fin de que, aquellos que adoran al diablo mediante muchas maldades, lo sirvan a él en su único ídolo. De este es de quien afirma el Apóstol en su segunda Carta a los Tesalonicenses: «Primero ha de venir la rebelión y manifestarse el hombre de pecado, el hijo de la perdición, el enemigo que se exalta a sí mismo sobre todo lo que llamamos Dios y es objeto de culto, hasta sentarse en el templo de Dios, haciéndose pasar a sí mismo por Dios» (2 Tes 2,3-4). El Apóstol claramente desenmascara su apostasía y que se alzará contra todo lo divino y contra todo objeto de culto, es decir sobre todos los ídolos -pues no son dioses, aunque así los llamen los hombres-, y que él de manera tiránica se empeñará en mostrarse como Dios.
25,2. Además dio a conocer lo que muchas veces hemos dicho, que el templo de Jerusalén fue construido por mandato del verdadero Dios. El Apóstol mismo, hablando según su propio pensar394, lo llama, en la plena acepción del término, templo de Dios. Y ya dijimos en el tercer libro395 que el Apóstol nunca llama Dios, hablando en nombre propio, sino a aquel que es el Dios verdadero, el Padre de nuestro Señor, por cuyo mandato se construyó el templo de Jerusalén, por las razones que hemos expuesto. Pues en este templo se sentará el enemigo, tratando de mostrarse a sí mismo como el Cristo, como dice el Señor: «Cuando viereis la abominación de la desolación predicha por el profeta Daniel, cuando estaba de pie en el lugar santo, [1190] el que lee entienda, entonces quienes estén en Judea huyan a los montes, y quien se encuentre en el techo no baje a sacar algo de la casa. Pues habrá una gran tribulación, como no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, y como no la habrá jamás» (Mateo 24,15-17.21).
25,3. Daniel, contemplando el fin del último reino, es decir los últimos diez reyes entre los cuales se dividirá el reino de aquellos sobre los cuales sobrevendrá el hijo de la perdición, dice que nacerán diez cuernos a la bestia, y que brotará un cuerno más pequeño en medio de ellos, y tres de los primeros cuernos serán arrancados en su presencia (Daniel 7,7-8). «Y he aquí, dice, que este cuerno tenía unos ojos como ojos de hombre y una boca grandilocuente y su aspecto era superior al de los otros. Vi cómo ese cuerno hacía la guerra a los santos infligiéndoles violencia, hasta que llegó el Anciano en Días e hizo justicia a los santos del Dios Altísimo, y llegó el tiempo en que los santos tomaran posesión del reino» (Daniel 7,8.20-22). Después, una vez terminada la visión, se le reveló: «La cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra, que sobresaldrá sobre los antiguos reinos, se tragará toda la tierra, la pondrá bajo sus pies y la hará pedazos. Los diez cuernos de la bestia son los diez reyes que se levantarán, después de ellos se alzará otro que superará en maldades a todos los que lo precedieron, acabará con los tres reyes, lanzará palabras contra el Dios Altísimo, pisoteará a los santos del Dios Altísimo, y tratará de trastornar los tiempos y la ley. Y se le dará en la mano un tiempo y tiempos y medio tiempo» (Daniel 7,23-25), es decir, tres años y seis meses, durante los cuales dominará la tierra.
También Pablo habla del tema en la segunda Carta a los Tesalonicenses, anunciando la causa de su venida: «Entonces se revelará el impío, al que el Señor Jesús matará con el soplo de su boca y lo destruirá con el esplendor de su venida. La llegada del maligno, por obra de Satanás, se manifestará con todo tipo de poder, de signos y portentos. [1191] Y con toda la carga de mentiras y seducciones engañará a los que se pierden, porque no han acogido el amor de la verdad para ser salvos. Por eso Dios les envía un poder que los engañe, para que crean en la falsedad y se condenen todos aquellos que no creyeron en la verdad, sino que se entregaron a la maldad» (2 Tesalonicenses 2,8-12).
25,4. El Señor decía a los que no creían en él: «Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís. Si viniere algún otro en su propio nombre, a él lo recibiréis» (Juan 5,43), ese algún otro es el Anticristo, porque es extraño a Dios. Es el juez inicuo de quien el Señor afirmó que «no temía a Dios ni respetaba a los hombres» (Lucas 18,2), al cual acudió aquella viuda que se había olvidado de Dios, es decir la Jerusalén terrestre, para reclamar venganza de su enemigo. Esto es lo que el Anticristo hará cuando reine: trasladará su reino a Jerusalén y se asentará en el templo de Dios, seduciendo a aquellos que lo adoran como a Cristo.
Por eso dice Daniel: «Desoló el lugar sagrado, impuso el pecado en lugar del sacrificio, echó por tierra la justicia, y prosperó en todas sus acciones» (Daniel 8,11-12). Y el ángel Gabriel, al explicarle sus visiones, le dijo: «Al final de su reino se alzará un rey con apariencia de bien y astuto en los asuntos. Tendrá mucha fuerza, causará maravilla, destruirá, gobernará y actuará, y exterminará a los poderosos y al pueblo santo. Se afirmará el yugo de sus cadenas; llevará en su mano la traición, su corazón se llenará de orgullo; con engaño hará morir a muchos y hará desaparecer a otros. A todos los aplastará como huevos con sus manos» (Daniel 8,23-25). En seguida, para describir su tiranía, durante la cual serán perseguidos los santos que ofrecen el sacrificio puro a Dios: «A la mitad de la semana pondrá fin a los sacrificios y libaciones, y levantará en el templo la abominación de un ídolo, hasta que se consume el tiempo la destrucción estará por encima de la desolación» (Daniel 9,27). La mitad de la semana son tres años y medio.
25,5. En todos estos (pasajes) [1192] se anuncian no sólo las apostasías y se resumen las consecuencias de todo error diabólico, sino también al único Dios Padre, el mismo que los profetas anunciaron y Cristo puso de manifiesto. Es cierto que el Señor confirmó lo que Daniel había profetizado: «Cuando viereis la abominación de la desolación que el profeta Daniel predijo» (Mateo 24,15); pero también el ángel Gabriel explicó a Daniel la visión (el mismo ángel del Demiurgo que llevó a María el claro anuncio del advenimiento y encarnación de Cristo: Lucas 1,26ss), de donde se aclara con evidencia que se trata del único y mismo Dios que eligió a los profetas, envió a su Hijo y nos llamó a conocerlo.
Quien no cumple los mandamientos es castigado, quien los cumple es premiado
Pues en un principio Dios amonestó a los seres humanos por medio de los preceptos naturales que desde el inicio inscribió en su naturaleza, es decir por el Decálogo —ya que, si alguien no los cumple, no obtendrá la salvación—, y nada más les pidió entonces, como dice Moisés en el Deuteronomio: “Estos son todos los mandamientos que el Señor dirigió desde el monte a toda la comunidad de los hijos de Israel, nada más añadió, las escribió en dos tablas de piedra que me entregó” (Dt 5, 22), y ordenó que observaran estos preceptos quienes quisieran seguirlo (Dt 19,17). […] Mas si alguno, mirando la desobediencia de los israelitas desviados, juzgare débil la Ley, hallará en nuestra vocación que “muchos son los llamados, y pocos los elegidos” (Mt 22, 14). Muchos son lobos por dentro, aunque por fuera se visten con piel de oveja (Mt 7,15). Dios siempre ha protegido, por una parte la libertad y decisión del ser humano, y por otra su exhortación a él: por ello quienes no obedecen son justamente juzgados por su desobediencia, y quienes obedecen y creen reciben la corona incorruptible. (San Ireneo de Lyon. Contra los herejes, lib. IV, cap. 15, n. 1-2)
Quienes desprecian a Dios y no le obedecen, serán arrojados a la perdición eterna
Si es el mismo aquel a quien los profetas anunciaron, el Hijo de Dios nuestro Señor Jesucristo, cuya venida trae consigo una mayor gracia y premio a quienes le recibieron, es claro que es también el mismo Padre aquel a quien los profetas predicaron, y que el Hijo, al venir, no nos dio a conocer a otro Padre sino al mismo que desde el principio había sido anunciado. De éste sacó la libertad para aquellos que de modo legítimo, con ánimo dispuesto y de todo corazón lo sirven. En cambio ha separado de la vida y arrojado a la perdición eterna a quienes desprecian a Dios y no le obedecen, sino que por una gloria humana, han puesto su riqueza en los actos de pureza exterior —los cuales la Ley les había dado como una sombra o trazo que delineaba lo eterno con rasgos temporales, y las cosas celestes con figuras terrenas. Estos fingen observar más de lo que está prescrito, prefiriendo sus propias observancias al mismo Dios: están por dentro llenos de hipocresía, arden en deseos y en todo tipo de malicia (Mt 23, 28). A éstos los arrojará a la perdición eterna, separándolos de la vida. (San Ireneo de Lyon. Contra los herejes, L. IV, 11, 4)
San Ireneo juzga la idea herética modernista de Francisco de que la fe se construye y no se recibe
La Iglesia predica, enseña y transmite la fe con una misma voz
La Iglesia, extendida por el orbe del universo hasta los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe […]. Esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y un solo corazón (Ac 4, 32), y la predica, enseña y transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son diversas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la Tradición es una y la misma. (San Ireneo de Lyon. Contra los herejes, I, 10, 1-2)
San Irenero juzga la idea herética de Francisco de que se puede interpretar la verdad en contra del Magisterio infalible
No es necesario buscar en otros la verdad que es tan fácil recibir de la Iglesia
No es preciso buscar en otros la verdad que tan fácil es recibir de la Iglesia, ya que los Apóstoles depositaron en ella, como en un rico almacén, todo lo referente a la verdad, a fin de que “cuantos lo quieran saquen de ella el agua de la vida” (Ap 22, 17). Esta es la entrada a la vida. “Todos los demás son ladrones y bandidos” (Jn 10,1; 8-9). Por eso es necesario evitarlos, y en cambio amar con todo afecto cuanto pertenece a la Iglesia y mantener la Tradición de la verdad. Entonces, si se halla alguna divergencia aun en alguna cosa mínima, ¿no sería conveniente volver los ojos a las Iglesias más antiguas, en las cuales los Apóstoles vivieron, a fin de tomar de ellas la doctrina para resolver la cuestión, lo que es más claro y seguro? Incluso si los Apóstoles no nos hubiesen dejado sus escritos, ¿no hubiera sido necesario seguir el orden de la Tradición que ellos legaron a aquellos a quienes confiaron las Iglesias? (San Ireneo de Lyon. Tratado contra los herejes, L. 3, cap. 4, n. 4, 1-4,2)
San Ireneo juzga la idea herética de Curia Romana que tiene Francisco
Fundada y constituida por Pedro y Paulo
Pero como sería demasiado largo enumerar las sucesiones de todas las Iglesias en este volumen, indicaremos sobre todo las de las más antiguas y de todos conocidas, la de laIglesia fundada y constituida en Roma por los dos gloriosísimos Apóstoles Pedro y Pablo, la que desde los Apóstoles conserva la Tradición y “la fe anunciada” (Rm 1, 8) a los hombres por los sucesores de los Apóstoles que llegan hasta nosotros. Así confundimos a todos aquellos que de un modo o de otro, o por agradarse a sí mismos o por vanagloria o por ceguera o por una falsa opinión, acumulan falsos conocimientos. Es necesario que cualquier Iglesia esté en armonía con esta Iglesia, cuya fundación es la más garantizada —me refiero a todos los fieles de cualquier lugar—, porque en ella todos los que se encuentran en todas partes han conservado la Tradición apostólica. (San Ireneo de Lyon. Adversus Haereses, L. II, 3, 2)
San Ireneo juzga la idea herética neo-quietista de Francisco
Nuestro punto de encuentro: Dios está en la Iglesia y la Iglesia está en Dios
En efecto, “en la Iglesia Dios puso apóstoles, profetas, doctores” (1Co 12,28), y todos los otros efectos del Espíritu. De éste no participan quienes no se unen a la Iglesia, sino que se privan a sí mismos de la vida por su mala doctrina y pésima conducta. Pues donde está la Iglesia ahí se encuentra el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios ahí está la Iglesia y toda la gracia, ya que el Espíritu es la verdad. (San Ireneo de Lyon, Contra herejes Liv.3 ch.24)
3.2. La definitiva victoria de Cristo
26,1. Más claramente aún Juan, discípulo del Señor, escribió en el Apocalipsis acerca de los últimos tiempos y de de los diez reyes que se dividirán el reino que ahora impera. Cuando explica el significado de los diez cuernos que Daniel vio, dice que esto le fue revelado: «Y los diez cuernos que viste son diez reyes a los que aún no se les ha dado el reino, sino que por una hora recibirán el poder junto con la bestia. Estos tienen una sola idea en su mente, la de entregar a la bestia la fuerza y el poder. Estos lucharán con el cordero, y éste los vencerá porque es el Señor de los señores y Rey de los reyes» (Ap 17,12-14). También se declara que aquel que viene matará a tres de ellos, los otros le quedarán sometidos, y el mismo será el octavo de ellos. Y devastarán Babilonia y la quemarán a fuego, le entregarán su reino a la bestia y perseguirán la Iglesia. Una vez acaecidas estas cosas, quedarán destruidos con la venida de nuestro Señor.
Que el reino será dividido [1193] y así acabará, lo dice el Señor: «Todo reino dividido perecerá, y toda ciudad o casa dividida no durará» (Mt 12,25). El reino, la ciudad y la casa se dividirán en diez partes. Ya el Señor preanunció esta división y partición.
Con precisión Daniel describe el final del cuarto reino, usando como imagen los dedos de los pies de la estatua que Nabucodonosor vio, sobre los cuales cayó la piedra no lanzada por ninguna mano: «Los pies eran parte de hierro y parte de barro, hasta que se desprendió una piedra sin que intervinieran manos, golpeó la estatua en los pies de hierro y barro, y los rompió por completo» (Dan 2,34). Y más adelante da la explicación: «Has visto que los pies y los dedos eran parte de hierro y parte de barro. Esto quiere decir que el reino será dividido, aunque tenga raíz de hierro, pues viste que el hierro está mezclado con arcilla. Y los dedos de los pies son en parte de hierro y en parte de barro» (Dan 2,41-42). Luego los diez dedos de los pies son los diez reyes entre los cuales se dividirá el reino, de los cuales unos serán fuertes, activos y eficaces, mientras otros serán descuidados e inútiles, y no se pondrán de acuerdo, como dice Daniel: «Parte del reino será fuerte y otra parte será débil. Así como viste el hierro mezclado con barro, así estarán mezclados los linajes humanos, y no se unirán unos con otros, así como el hierro no se alea con el barro» (Dan 2,42-43). Y como llegará a su fin, añade: «En el tiempo de esos reyes el Dios del cielo suscitará un reino que jamás será destruido, y cuya soberanía no pasará a otro pueblo. Destruirá y acabará con todos los reinos y será exaltado para siempre, así como viste que del monte se desprendió una piedra sin intervención de manos, que rompió la arcilla, el hierro, el bronce, [1194] la plata y el oro. El Dios grande reveló al rey lo que ha de suceder. Su sueño es verdadero, y su interpretación es fidedigna» (Dan 2,44-45).
26,2. El Dios grande ha dado a conocer el futuro por medio de Daniel, y lo ha confirmado por el Hijo. Cristo es la piedra desprendida sin obra de manos, la cual destruirá los reinos temporales y establecerá el eterno, que consiste en la resurrección de los justos (Lc 14,14) -pues «el Dios del cielo suscitará un reino que jamás será destruido» (Dan 2,44)-. En consecuencia, recobren el sentido y acepten su engaño quienes, rechazando al Demiurgo, no aceptan que los profetas habían sido mandados por el mismo Padre que envió al Señor, sino afirman que los profetas provenían de diferentes Potencias. Pues, aquello que el Demiurgo había predicho de modo idéntico por todos los profetas, es lo mismo que Cristo realizó al final, llevando a cabo la voluntad del Padre para cumplir el plan salvador en su humanidad. A aquellos, pues, que blasfeman contra el Demiurgo -sea que lo hagan con sus propias palabras y de modo claro, como los seguidores de Marción, sea trastocando las palabras, como lo hacen los valentinianos y los que falsamente se llaman Gnósticos-quienes dan culto al Dios verdadero reconózcanlos como instrumentos de Satanás, por medio de los cuales el mismo Satanás hace lo que antes no se había atrevido, o sea maldecir a Dios, que preparó el fuego eterno para todas las apostasías (Mt 25,41).
3.3. Condena de Dios contra Satanás y los suyos
Pues él mismo no se atreve a blasfemar abiertamente contra su Señor, sino que desde el principio sedujo al hombre por medio de la serpiente, escondiéndose del Señor. Bien escribió Justino que antes de la venida del Señor, Satanás nunca se había atrevido a blasfemar contra Dios, pues ignoraba sobre su condenación, [1195] ya que los profetas habían hablado de él en parábolas y alegorías. En cambio, una vez que vino el Señor, por las palabras de Cristo y de los Apóstoles supo claramente que, por haberse separado de Dios por su propia voluntad, ha sido preparado para él el fuego eterno (Mt 25,41), así como para todos los que sin arrepentirse perseveran en la apostasía. Por medio de estos hombres blasfema contra el Señor su juez, como un condenado, e imputa a su Creador el pecado de su apostasía, y no a su decisión propia. Se parece a los que delinquen contra la ley y por eso reciben un castigo: se quejan de los jueces y no de su propia culpa. De modo semejante éstos, inspirados por el espíritu del diablo, acusan de muchas maneras a nuestro Creador que nos dio el Espíritu de vida y una ley para el bien de todos, y pretenden que el juicio de Dios no es justo. Por ese motivo inventan otro Padre que ni se preocupa de nosotros ni es providente en cuanto necesitamos, el cual incluso aprobaría todos los pecados.
27,1. Si el Padre no juzga, será o porque no le toca, o porque tolera todo cuanto los hombres hacen. Y si no juzga, entonces todos los seres humanos estaremos en el mismo plano. En tal caso sería inútil la venida de Cristo, el cual se contradiría si no va a juzgar: «Yo he venido a separar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra» (Mt 10,35); estando dos en mismo techo, uno será tomado y otro dejado; y, moliendo dos mujeres en el molino, a una se la llevarán y a otra la dejarán (Lc 17,34-35); al final de los tiempos ordenará a los segadores recoger primero la cizaña y atarla en haces para arrojarla al fuego eterno, y en cambio almacenar el trigo en el granero (Mt 13,30); llamará a los corderos al Reino preparado para ellos, y arrojará a los cabritos al fuego eterno preparado por su Padre para el diablo y sus mensajeros (Mt 25,33-34.41).
¿Qué responder a esto? El Verbo vino para ruina y resurrección de muchos (Lc 2,34): para ruina de quienes no creen en él, [1196] los cuales en el juicio sufrirán una condena mayor que Sodoma y Gomorra (Lc 10,12); y para resurrección de quienes creen en él y cumplen la voluntad de su Padre que está en los cielos (Mt 7,21). Por consiguiente, si la venida del Hijo será igual para todos, a fin de juzgar y discernir por parejo a fieles e incrédulos -pues según su propia doctrina los fieles hacen su voluntad, y según su propia palabra los indóciles, confiados en su propia gnosis, no se acercan a su enseñanza-, es evidente que su Padre ha creado a todos por igual, ha dado a cada uno su propia capacidad de pensar y decidir libremente, ve todas las cosas y provee en favor de todos, «haciendo salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mt 5,45).
27,2. A todos aquellos que guardan su amor, les ofrece su comunión. Y la comunión con Dios es vida, luz y goce de todos sus bienes. En cambio, según su misma palabra, a todos aquellos que se separan de él, los condena a la separación que ellos mismos han elegido. La separación de Dios es muerte, renuncia a la luz, tinieblas. La separación de Dios es pérdida de todos los bienes divinos. Por eso, quienes por la apostasía han perdido esas cosas, malogrados todos los bienes, viven en el castigo. No que Dios por sí mismo haya planeado castigarlos, sino que a ellos se les echa encima el sufrimiento de haberse separado por sí mismos [1197] de todos los bienes. Mas los bienes divinos son eternos y no tienen fin, por eso también es sin fin su pérdida. Es como la luz, que no tiene fin; pero a quienes se ciegan a sí mismos o a quienes otros privan definitivamente de la luz, para siempre les falta el gozo de la luz: no es que la luz los castigue con la ceguera, sino que su misma ceguera les produce el sufrimiento.
Por eso decía el Señor: «Quien cree en mí no será juzgado»; es decir, no será separado de Dios, pues está unido a él por la fe. «Mas quien no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios», pues de este modo él mismo se ha separado de Dios, por decisión propia. «Este es el juicio: que la luz vino a este mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz. Todo el que hace el mal odia la luz y no se acerca a ella, para que no se vean sus obras. Quien obra la verdad viene a la luz, para que se manifiesten sus obras, que él ha hecho en Dios» (Jn 3,18-21).
28,1. En este mundo unos se acercan a la luz y se unen a Dios por la fe. Otros, en cambio, se apartan de la luz y se alejan de Dios. Por eso vino el Verbo de Dios para asignar a cada cual su propia morada: [1198] a quienes están en la luz, para que gocen de ella y de todos los bienes; a quienes viven en las tinieblas, para que les toque el sufrimiento que brota de ellas. Es el motivo por el cual a los que están a su derecha los declara llamados a poseer el Reino del Padre; en cambio a los de su izquierda les dice que irán al fuego eterno (Mt 25,34.41); pues cada uno de éstos se ha privado de todos los bienes.
28,2. Por este motivo dice el Apóstol: «Como no acogieron el amor de Dios para salvarse, por eso Dios les envió un Poder del error, a fin de que sean juzgados cuantos no creyeron en la verdad, sino que se complacieron en la iniquidad» (2 Tes 2,10-12). Una vez que venga (el Anticristo) con sus planes recapitulará toda la apostasía en sí mismo, realizará todo lo que haga por su propia voluntad y arbitrio, sentado en el templo de Dios para que cuantos se dejen seducir por él lo adoren como a Cristo (2 Tes 2,4). Por eso justamente serán arrojados al estanque de fuego (Ap 19,20). Dios, por su parte, según su preciencia sabe de antemano todas las cosas, y a su debido tiempo enviará a quien debe cumplir estas cosas «para que crean en la falsedad y se condenen todos aquellos que no creyeron en la verdad, sino que se entregaron a la maldad»396.
3.4. El nombre del Anticristo
Ya Juan en el Apocalipsis habló de esta venida: «La bestia que vi se parecía a una pantera. Sus patas eran como de un oso y su hocico semejante al del león. Y el dragón le dio su fuerza, su trono y un enorme poder. Una de sus cabezas parecía herida de muerte, pero la herida mortal estaba curada. Toda la tierra admiró la bestia y adoró el dragón, porque dio el poder a la bestia. Y adoró la bestia diciendo: ¿Quién hay como esta bestia, y quién puede pelear con ella? [1199] Y se le dio un hocico grandilocuente y blasfemo, y el poder durante 42 meses. Y abrió su hocico para blasfemar contra Dios, contra su nombre, contra su santuario y contra los habitantes del cielo. Y se le dio el poder sobre toda raza, pueblo, lengua y nación. Y la adoraron todos los habitantes en la tierra cuyos nombres no están escritos desde la creación del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado. Si alguno tiene oídos para oír, que oiga. El que deba ser llevado cautivo, irá al cautiverio. El que mate a espada, a espada morirá. Esta es la paciencia y la fe de los santos» (Ap 13,2-10).
En seguida habla de su escudero, al que llama seudoprofeta: «Hablaba como un dragón. Ejercía todo el poder de la primera bestia en su presencia. Y obligó a la tierra y a cuantos en ella habitan a adorar la primera bestia, cuya herida mortal está curada. Y realiza grandes prodigios, como hacer bajar fuego del cielo a la tierra, en presencia de los seres humanos. Y seducirá a los habitantes de la tierra» (Ap 13,11-14). Dice estas últimas palabras a fin de que nadie vaya a creer que lo hace por poder divino, sino por obra de magia. Ni haya quien se admire de que, por medio de los demonios y espíritus apóstatas que le sirven, realice signos para seducir a los habitantes de la tierra. «Y ordenará que se fabrique un ídolo de la bestia, y dará la vida a este ídolo para que hable, y mandará matar a cuantos no lo adoren. Igualmente mandó marcar un tatuaje en la frente y en la mano derecha, para que nadie más pudiera comprar o vender, sino quien tiene la marca de la bestia y la cifra de su nombre: y esa cifra es seicientos sesenta y seis» (Ap 13,14-18), es decir, seis centenas, seis decenas y seis unidades, para recapitular toda su apostasía que se ha fabricado durante seis mil años.
[1200] 28,3. Pues el mundo se consumirá en el mismo número de miles de años como fueron los días en los que fue creado. Por eso dice la Escritura en el Génesis: «Y se terminó el cielo, la tierra y todo cuanto contienen. El día sexto Dios concluyó toda la obra que hizo, y el séptimo día descansó de todas las obras que realizó» (Gén 2,1-2). Esta es al mismo tiempo una narración de lo que Dios hizo, y una descripción profética de los hechos futuros. Porque, si «un día del Señor es como mil años» (2 Pt 3,8), y en seis días se completó la hechura de cuanto fue creado, es evidente que también su término será de seis mil años.
28,4. En todo tiempo el hombre, plasmado al inicio por las manos de Dios, o sea el Hijo y el Espíritu, sigue naciendo según la imagen y semejanza de Dios (Gén 1,26), rechazando la paja que es la apostasía, y recogiendo en el granero el trigo (Mt 3,12), que son aquellos que por la fe fructifican en Dios. Por eso la tribulación es necesaria para quienes se salvan; para que, en cierto modo triturados, molidos y dispersos por el poder del Verbo de Dios, sirvan cocidos para el banquete del Rey. Así se expresó uno de los nuestros [1201] que, condenado al martirio, fue arrojado a las fieras: «Soy trigo de Cristo, y me masticarán los dientes de las fieras, para que se me encuentre como trigo de Dios».397
3.5. El Anticristo recapitula toda la iniquidad
29,1. En los libros anteriores expusimos los motivos por los cuales Dios ha permitido que sucedan estas cosas, y mostramos cómo todos los hechos de esta naturaleza han acaecido para la salvación del hombre, porque le hacen madurar para la inmortalidad en todo aquello que cae bajo el poder de su libertad, y lo preparan para que sea más capaz de someterse a Dios para siempre. Por esta razón la creación está sometida a los seres humanos: en efecto, el hombre no fue hecho para ella, sino ella para el hombre. Con justa causa la Escritura juzgó aun a los paganos que se negaron a levantar sus ojos al cielo para dar gracias a su Creador y a contemplar la luz de la verdad, sino que como ratones ciegos se escondieron en lo profundo de su falta de sabiduría, «como gotas de agua en un balde, como granos de polvo en la balanza y como nada» (Is 40,15-17); mas son de utilidad para los justos, así como la caña es útil para que el grano crezca y la paja sirve para quemarse y con el fuego fundir el oro. Y por eso, cuando al final de los siglos la Iglesia se levante, «habrá una tribulación como no la ha habido desde el principio ni la habrá» (Mt 24,21): pues en los últimos tiempos los justos deberán luchar, y los vencedores recibirán la incorrupción como corona.
29,2. Por todo lo anterior, la bestia que ha de venir recapitulará en sí toda la iniquidad y todo crimen a fin de que, agrupando y encerrando en ella toda la fuerza de la apostasía, sea en ella arrojada al horno de fuego (Ap 19,20). [1202] Con razón su nombre llevará la cifra 666 (Ap 13,18), la cual recapitula toda la malicia anterior al diluvio, toda la mezcla de males que provocó la apostasía de los ángeles -Noé tenía seiscientos años cuando el diluvio cayó sobre la tierra (Gén 7,6) y aniquiló todos los seres vivientes sobre la tierra398, por la perversidad de la generación en tiempos de Noé-. Esa apostasía recapitula todos los errores e idolatrías cometidos desde el diluvio, el asesinato de los profetas y los suplicios infligidos a los justos. El ídolo que Nabucodonosor erigió era de sesenta codos de alto y seis de ancho (Dan 3,1), y por negarse a adorarlo, Ananías, Azarías y Misael fueron arrojados al horno de fuego (Dan 3,20), prueba que sirvió como profecía de lo que sucederá al fin de los tiempos, cuando los justos sufrirán la prueba del fuego: pues dicho ídolo fue el preanuncio de la llegada de aquel que ordenará a todos los hombres sólo a él adorarlo. Así, pues, los seiscientos años de Noé, en cuyo tiempo cayó el diluvio por motivo de la apostasía, y el número de codos del ídolo por motivo del cual los justos fueron arrojados al horno de fuego, forman la cifra del nombre [1203] en el cual se recapitulan seis mil años de toda apostasía, injusticia, maldad, seudoprofecía y dolo, por los cuales descenderá también un diluvio de fuego.
3.6. El número de la bestia
30,1. Si lo anterior es verdad, si este número se halla en todos los manuscritos antiguos y autorizados, si dan testimonio de él todos aquellos que vieron a Juan cara a cara, y si la razón nos enseña que la cifra del nombre de la bestia según la computación de los griegos debe tener las letras que se hallan en 666 (es decir igual número de centenas, decenas y unidades) -pues el número seis conservado en cada cifra parece recapitular toda la apostasía desde el principio, pasando por los tiempos intermedios hasta los últimos-, no sé cómo erraron algunos, con tal de seguir sus propias ideas, al cambiar el número intermedio del nombre; pues restaron cincuenta al número original, y pretendieron que fuese 10. Tal vez, imagino, fue error de amanuenses, [1104] porque, como en griego se ponen letras en lugar de números, fácilmente cambiaron la letra que significa 60, por la iota. Después otros pudieron hacer lo mismo, sin confrontar con el original. Otros simplemente asumieron ingenuamente el número 10. Incluso algunos, por ignorancia, se atrevieron a investigar los nombres que llevaban ese número falso. En mi opinión, Dios perdonará a todos los que por simplicidad y sin malicia hicieron esto; en cambio, a quienes, buscando una gloria vana, se decidieron por un nombre que lleva el número falso, y por su propia autoridad definieron el nombre de aquel que ha de venir, a éstos les irá mal, porque se sedujeron a sí mismos y a los fieles. El primer daño que han causado es alejarse de la verdad, juzgando como si fuese lo que no es; además, un castigo de la Escritura no despreciable recaerá sobre tales hombres. Se añadirá otro peligro no pequeño [1205] para quienes erróneamente presumen de conocer ese nombre: si creen que es un nombre, y el que vendrá tiene otro, él podrá seducirlos fácilmente, pues creerán que aún no se presenta aquél de quien deben precaverse.
30,2. Es preciso, pues, que tales personas cambien lo que han aprendido y tornen a la verdadera cifra del nombre, para que no sean juzgados entre los falsos profetas. Sino que, conociendo con certeza el número que la Escritura ha anunciado, o sea 666 (Ap 13,18), en primer lugar hagan caso de la división del reino en diez partes; y en seguida, mientras estos reyes gobiernan y sueñan en conseguir sus negocios y aumentar su reino, reconozcan a aquel que vendrá de repente a reivindicar su reino, aterrorizando a dichos reyes. Este será el que tenga el nombre que contiene la cifra de que hemos hablado. A éste es a quien hay que reconocer como la abominación de la desolación (Mt 24,15; Dan 9,27). A este se refiere el Apóstol: «Cuando digan: Paz y seguridad, será cuando la ruina caerá de repente sobre ellos» (1 Tes 5,3). Jeremías habla no sólo de su venida imprevista, sino también de la tribu de la cual ha de provenir: «Desde Dan se escucha el resoplar de sus caballos; toda la tierra temblará ante el relincho de sus corceles. Vendrá a devorar el país y todo cuanto hay en él: sus ciudades y sus habitantes» (Jer 8,16). Por este motivo el Apocalipsis no enumera dicha tribu entre las que se han de salvar (Ap 7,5-8).
30,3. Más seguro y sin peligro es esperar que se cumpla la profecía, que ponerse a adivinar o a hipotizar cualquier nombre; [1206] pues se pueden encontrar muchos nombres que llevan dicha cifra, y siempre se pondrá la misma cuestión. Porque si muchos nombres contienen tal cifra, siempre puede preguntarse cuál es el que llevará el que ha de venir. No decimos esto por falta de nombres que tengan esa cifra, sino por temor a Dios y celo por la verdad. EUANTHAS, por ejemplo, tiene la cifra que buscamos, pero no podemos afirmar nada sobre él. Así también el nombre LATEINOS encierra el número 666, y es un número verosímil, porque esta palabra señala el último de los reinos, pues los latinos tienen ahora el poder; pero no nos gloriamos de identificarlo. También TEITAN, que en la primera sílaba contiene una doble vocal griega: E e I, es el nombre más probable entre los que hallamos. Porque ese nombre consta de seis letras, cada una de sus dos sílabas consta de tres letras, y es un nombre antiguo y extraordinario; pues ninguno de los actuales reyes lleva el nombre de Titán, ni se denomina así ninguno de los ídolos que los griegos y los bárbaros adoran. Y, sin embargo, muchos consideran divino ese nombre, pues también se llama Titán al sol; y en sí este nombre evoca un cierto sentido ostentoso de venganza y revancha, que parece simular las acciones del que ha de vengarse con malos tratos. Además es muy antiguo, digno y más propio de un rey que de un tirano. Pero, aunque [1207] el nombre de Titán sea tan probable, a tal punto que muchos se preguntan si no se llamará así el que ha de venir, sin embargo no correremos el riesgo de pronunciarnos acerca del nombre que habrá de llevar; pues sabemos que, si su nombre debiera ser claramente proclamado ya en el presente, lo habría dicho aquel que lo contempló en el Apocalipsis; además, esta visión ha tenido lugar casi en nuestro tiempo, hacia el final del imperio de Domiciano.
30,4. (El Apocalipsis) ha apuntado el nombre (del Anticristo) para precavernos de él cuando venga, sabiendo quién es. Pero calló el nombre, porque no es digno que el Espíritu Santo lo pregone. En efecto, si éste lo hubiese pregonado, podría permanecer por mucho tiempo. Mas puesto que «era pero ya no es; va a surgir del abismo pero para ir a la perdición» (Ap 17,8), como quien no existe, por eso no se ha proclamado su nombre. Cuando el Anticristo devastare todas las cosas en este mundo, y hubiese reinado durante tres años y seis meses, sentado en el templo de Jerusalén, entonces el Señor vendrá entre las nubes del cielo en la gloria del Padre (Mt 16,27). Entonces lo enviará al lago de fuego con sus seguidores (Ap 19,20), e instaurará el tiempo del reino para los justos, es decir el descanso, [1208] el séptimo día santificado, y cumplirá a Abrahám la promesa de la herencia. Este es el reino al cual, según la palabra del Señor, muchos vendrán de oriente y occidente, para tomar su lugar junto con Abraham, Isaac y Jacob (Mt 8,11).
San Ireneo ruega por nosotros.
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