R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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jueves, 8 de agosto de 2019

Comparándolo con el Santo Cura de Ars nos damos cuenta que Bergoglio es un hereje que deshonra el Sacerdocio

 
Bergoglio es como un billete falso que su fraude sale a relucir cuando lo comparamos con uno verdadero.  Aunque Bergoglio se haya disfrazado de Sacerdote e incluso  de Papa sus actos contrarios a la fe lo delatan. En esta pagina ya hemos dicho que Bergoglio ni un solo día de su existencia ha sido papa porque ya era un hereje previo a su invalida elección. También afirmamos que Bergoglio nunca recibió las ordenes sacerdotales porque ya era un marxista antes de entrar al seminario. La prueba es que después siguió siendo marxista y continua siendo marxista. La Iglesia ha decretado la excomunión automática para los marxistas y para sus colaboradores por lo tanto Jorge Mario Bergoglio Sívori ya estaba excomulgado cuando se infiltró  en el Seminario.  

“Pusimos más de mil cien hombres en el sacerdocio con el fin de destruir la Iglesia desde adentro”. Bella Dodd ex comunista conversa al Catolicismo.
 
 


El Cura de Ars

Martirologio Romano: Memoria de san Juan María Vianney, presbítero, que durante más de cuarenta años se entregó de una manera admirable al servicio de la parroquia que le fue encomendada en la aldea de Ars, cerca de Belley, en Francia, con una intensa predicación, oración y ejemplos de penitencia. Diariamente catequizaba a niños y adultos, reconciliaba a los arrepentidos y con su ardiente caridad, alimentada en la fuente de la Eucaristía, brilló de tal modo, que difundió sus consejos a lo largo y a lo ancho de toda Europa y con su sabiduría llevó a Dios a muchísimas almas (1859).

En la confesión el Santo Cura de Ars solía diferir la absolución hasta que no veía pruebas de arrepentimiento. A una señora de París le ordenó quemar todos los malos libros de su biblioteca antes de recibir la absolución. El Santo cura de Ars decía que se condenarían los sacerdotes que daban estas mala absoluciones a los que no quitaban las ocasiones de pecar y que no estaban verdaderamente arrepentidos.
El Santo Cura de Ars deseaba que todos fueran santos; por ello los animaba a comulgar frecuentemente, a hacer visitas diarias a Jesús sacramentado, a rezar el rosario todos los días y a rezar en familia antes y después de las comidas.
Por otra parte, era obediente a las normas de la Iglesia en la celebración de la misa, en el vestir como sacerdote y en el rezo del breviario. Se interesa en la educación de los niños , llamaba a los laicos a colaborar con el . Visitaba a los hogares. Dedicado a orar por la conversión de sus feligreses. Decía: "Dios mío, concédeme la conversión de mi parroquia. Consiento en sufrir cuanto queráis durante toda mi vida, aunque sea durante cien años los dolores más vivos con tal que se conviertan."


Cuando el Padre Vianney empieza a volverse famoso muchas gentes se dedican a criticarlo. El Sr. Obispo envía un visitador a que oiga sus sermones, y le diga que cualidades y defectos tiene este predicador. El enviado vuelve trayendo noticias malas y buenas.

El prelado le pregunta: "¿Tienen algún defecto los sermones del Padre Vianney? - Sí, Monseñor: Tiene tres defectos. Primero, son muy largos. Segundo, son muy duros y fuertes. Tercero, siempre habla de los mismos temas: los pecados, los vicios, la muerte, el juicio, el infierno y el cielo". - ¿Y tienen también alguna cualidad estos sermones? - pregunta Monseñor-. "Si, tienen una cualidad, y es que los oyentes se conmueven, se convierten y empiezan una vida más santa de la que llevaban antes".

El Obispo satisfecho y sonriente exclamó: "Por esa última cualidad se le pueden perdonar al Párroco de Ars los otros tres defectos".

Los primeros años de su sacerdocio, duraba tres o más horas leyendo y estudiando, para preparar su sermón del domingo. Luego escribía. Durante otras tres o más horas paseaba por el campo recitándole su sermón a los árboles y al ganado, para tratar de aprenderlo. Después se arrodillaba por horas y horas ante el Santísimo Sacramento en el altar, encomendando al Señor lo que iba decir al pueblo. Y sucedió muchas veces que al empezar a predicar se le olvidaba todo lo que había preparado, pero lo que le decía al pueblo causaba impresionantes conversiones. Es que se había preparado bien antes de predicar.

Tenía que pasar 12 horas diarias en el confesionario durante el invierno y 16 durante el verano. Para confesarse con él había que apartar turno con tres días de anticipación. Y en el confesionario conseguía conversiones impresionantes.

Desde 1830 hasta 1845 llegaron 300 personas cada día a Ars, de distintas regiones de Francia a confesarse con el humilde sacerdote Vianney. El último año de su vida los peregrinos que llegaron a Ars fueron 100 mil. Junto a la casa cural había varios hoteles donde se hospedaban los que iban a confesarse.
 
A las 12 de la noche se levantaba el santo sacerdote. Luego hacía sonar la campana de la torre, abría la iglesia y empezaba a confesar. A esa hora ya la fila de penitentes era de más de una cuadra de larga. Confesaba hombres hasta las seis de la mañana. Poco después de las seis empezaba a rezar los salmos de su devocionario y a prepararse a la Santa Misa. A las siete celebraba el santo oficio. En los últimos años el Obispo logró que a las ocho de la mañana se tomara una taza de leche.
 De ocho a once confesaba mujeres. A las 11 daba una clase de catecismo para todas las personas que estuvieran ahí en el templo. Eran palabras muy sencillas que le hacían inmenso bien a los oyentes.
 A las doce iba a tomarse un ligerísimo almuerzo. Se bañaba, se afeitaba, y se iba a visitar un instituto para jóvenes pobres que él costeaba con las limosnas que la gente había traido. Por la calle la gente lo rodeaba con gran veneración y le hacían consultas.
 De una y media hasta las seis seguía confesando. Sus consejos en la confesión eran muy breves. Pero a muchos les leía los pecados en su pensamiento y les decía los pecados que se les habían quedado sin decir. Era fuerte en combatir la borrachera y otros vicios.
 En el confesionario sufría mareos y a ratos le parecía que se iba a congelar de frío en el invierno y en verano sudaba copiosamente. Pero seguía confesando como si nada estuviera sufriendo. Decía: "El confesionario es el ataúd donde me han sepultado estando todavía vivo". Pero ahí era donde conseguía sus grandes triunfos en favor de las almas.
 Por la noche leía un rato, y a las ocho se acostaba, para de nuevo levantarse a las doce de la noche y seguir confesando.
 Cuando llegó a Ars solamente iba un hombre a misa. Cuando murió solamente había un hombre en Ars que no iba a misa. Se cerraron muchas cantinas y bailaderos.
 En Ars todos se sentían santamente orgullosos de tener un párroco tan santo. Cuando él llegó a esa parroquia la gente trabajaba en domingo y cosechaba poco. Logró poco a poco que nadie trabajara en los campos los domingos y las cosechas se volvieron mucho mejores. 

Emprendió una lucha contra los bailes, las blasfemias, las modas, las tabernas y el trabajo dominical. Sobre el trabajo dominical decía: Conozco dos medios seguros para llegar a ser pobres: trabajar en domingo y robar. Esta lucha contra el trabajo del domingo le costó ocho años, pero venció. En Ars, a diferencia de otros pueblos cercanos, el domingo llegó a ser el día del Señor. Para recordar a sus fieles lo malo del baile, colocó un letrero delante de la imagen de san Juan Bautista que decía: Su cabeza fue el precio de un baile.

A las madres les recomendaba que por la mañana ofrecieran a sus hijos a Dios, rezando un Avemaría.  
En cuanto a las blasfemias, exclamaba: ¿No es un milagro extraordinario que una casa donde se halla un blasfemo no sea destruida por un rayo o colmada de toda suerte de desgracias? ¡Tened cuidado! Si la blasfemia reina en vuestra casa, todo irá pereciendo.
Y siempre que tenía la oportunidad de hablar, la emprendía contra los vicios, recordándoles que en la Eucaristía estaba la fuerza para superar todos los problemas y dificultades de la vida.

Hermanos busquen un buen confesor que celebre la misa en latín, un santo sacerdote que no sea cómplice de las herejías de Bergoglio. Huyan de todos los herejes modernistas por el bien de sus almas.


San Juan Bautista María Vianney juzga las herejías de Bergoglio
 





 
juzga la idea de Francisco de que Jesús es solamente misericordia
  • Dios es justo y, si se trata de castigarnos, lo hace con rigor, incluso con las faltas leves

No, queridos hermanos, nunca nos animaríamos a cometer el menor pecado, si pudiéramos comprender lo mucho que esto ofende a Dios y cuanto merece ser castigado aun en este mundo. Dios es justo, queridos hermanos, en todo lo que hace; y cuando nos recompensa por la mínima acción, nos da con creces lo que podríamos desear. Un buen pensamiento, un buen deseo, es decir, el deseo de hacer alguna buena obra aún cuando no estemos capacitados para lograrlo. Nunca nos deja sin recompensa. Pero también, si se trata de castigarnos lo hace con rigor, aún las faltas leves, y por ellas seremos enviados al Purgatorio. Esto es verdad, pues vemos en las vidas de los santos que muchos de ellos no fueron directamente al Cielo, primero tuvieron que pasar por las llamas del Purgatorio. (San Juan Bautista María Vianney. Sermón del día de los fieles difuntos)
 
 
 





El Santo Cura de Ars juzga la idea herética de Bergoglio que se opone a hacer proselitismo cristiano.

Así como muchas veces basta una sola mala conversación para perder a una persona, no es raro tampoco que una conversación buena la convierta o le haga evitar el pecado. ¡Cuántas veces, después de haber conversado con alguien que nos habló del buen Dios, nos hemos sentido vivamente inclinados a El y habremos propuesto portarnos mejor en adelante!. . . Esto es lo que multiplicaba tanto el número de los santos en los primeros tiempos de la Iglesia; en sus conversaciones no se ocupaban de otra cosa que de Dios. Con ello los cristianos se animaban unos a otros, y conservaban constantemente el gusto y la inclinación hacia las cosas de Dios (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el precepto 1º. del Decálogo). 

El Santo Cura de Ars Juzga la irreverencia de Bergoglio
 
 
Para hacer una buena comunión es preciso tener una viva fe en lo que concierne a este gran misterio; siendo este sacramento un "misterio de fe", hemos de creer con firmeza que Jesucristo esta realmente presente en la Sagrada Eucaristía, y que esta allí vivo y glorioso como en el cielo. Antiguamente, el sacerdote, antes de dar la Sagrada Comunión, sosteniendo en sus dedos la santa Hostia, decía en alta voz: "Creéis que el Cuerpo adorable y la Sangre preciosa de Jesucristo están verdaderamente en este sacramento?" Y entonces respondían a coro los fieles: "Si, lo creemos" (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la Comunión).

Es necesario que todo nuestro porte exterior dé, a los que nos ven, la sensación de que nos preparamos para algo grande (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la Comunión).

El Santo Cura de Ars juzga la comuniones sacrílegas que promueve la herética Amoris Laetitia

Habréis de convenir conmigo en que, si para comulgar son tan necesarias las disposiciones del cuerpo, mucho mas lo habrán de ser las del alma, a fin de hacernos merecedores de las gracias que Jesucristo nos trae al venir a nosotros en la Sagrada Comunión. Si en la Sagrada Mesa queremos recibir a Jesús en buenas disposiciones, es preciso que nuestra conciencia no nos remuerda en lo mas mínimo, en lo que a pecados graves se refiere (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la Comunión).


Podemos afirmar muy bien, que la Pasión que los judíos hicieron sufrir a Cristo era casi nada, comparada con la que le hacen soportar los cristianos con los ultrajes del pecado mortal [. . . ]. ¡Cuál va a ser nuestro horror cuando Jesucristo nos muestre las cosas por las cuales le hemos abandonado! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre el pecado).

¡Cuán ciego es el hombre al dejar perder tantos bienes y atraer sobre sí tantos males, permaneciendo en pecado! (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la conversión).


Si tuviésemos fe y si viésemos un alma en estado de pecado mortal, nos moriríamos de terror. SANTO CURA DE ARS
 


 
 Si queremos guardar la mas bella de todas las virtudes, que es la castidad, hemos de saber que ella es una rosa que solamente florece entre espinas; y, por consiguiente, solo la hallaremos, como todas las demás virtudes, en una persona mortificada (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la penitencia).


(El tibio) se parece a una persona que Sintiese deseos de pasear en carro triunfal, mas no se dignase ni tan sólo levantar el pie para subir a él (SANTO CURA DE ARS, Sermón sobre la tibieza).
 
 

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