R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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miércoles, 14 de agosto de 2019

La Milicia de la Inmaculada: San Maximiliano Kolbe contra la masonería




 Maximiliano Kolbe decía que el fin de la Masonería no era oponerse al cristianismo sino pervertirlo por medio de la degradación Moral : "El catolicismo puede ser VENCIDO y no por argumentos lógicos, sino por las costumbres corrompidas." Incluso desde el tiempo de San Maximiliano los masones revelaron su plan de tomarse el papado: "Satanás se pronunciará sobre la colina del Vaticano, y el Papa le servirá como su lacayo."

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En 1917 la masonería festeja en Roma el segundo centenario de su fundación. Se ven por doquier banderas y pancartas que representan a San Miguel vencido y derribado por Lucifer; en la plaza San Pedro se escucha el cántico: “¡Satán tendrá que reinar en el Vaticano, el Papa formará parte de su guardia suiza!”
El Hermano Maximiliano María Kolbe, franciscano conventual polaco, se encuentra en este momento estudiando teología en la Gregoriana de Roma. Frente a las amenazadoras demostraciones contra la Iglesia, el Hermano se pregunta: “¿Será posible que nuestros enemigos desplieguen tantas actividades para dominarnos, mientras que nosotros nos quedamos ociosos, abocados a lo sumo a rezar, sin pasar a la acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, siendo que podemos contar con el Cielo y la Inmaculada?”
Gracias a la meditación de las Sagradas Escrituras y de los Padres de la Iglesia; inspirándose en la doctrina de los grandes santos marianos como San Luis María Grignion de Monfort; considerando también el dogma de la Inmaculada Concepción y las apariciones de Nuestra Señora en Lourdes, como también el alcance práctico y social de estas grandes verdades, nuestro Hermano llegó a la siguiente conclusión:
“La Virgen sin mancha, vencedora de todas las herejías, no cederá el paso ante su enemigo amenazante si encuentra servidores fieles, dóciles a su mandato, Ella obtendrá nuevas victorias, más grandes de las que podríamos imaginarnos…”
Asimismo en 1917 se celebra en Roma otro aniversario, fecha de victoria de la Inmaculada: la conversión fulgurante del judío Alfonso Ratisbonne, gracias a la eficacia de la Medalla Milagrosa. A partir de este hecho el Hermano Maximiliano concibe la institución de la Militia Immaculatæ que tomará como signo de adhesión y de protección de sus “caballeros” la Medalla Milagrosa.
De esta manera el 16 de octubre de 1917, en la fiesta de la aparición de San Miguel en el monte Tombe, tres días después del milagro del sol de Fátima, el Hermano Maximiliano, junto a seis compañeros y con el permiso de sus superiores, funda la Milicia de la Inmaculada (MI). La ceremonia tuvo lugar en el altar de la Inmaculada, en la capilla del Colegio Seráfico.
La MI no es una cofradía que tenga como fin la formación de una categoría particular de personas sino que “es un movimiento que debe conducir a las masas y arrebatarlas de Satanás. Sólo de ahí, es decir de entre las almas ya conquistadas por la Inmaculada, será posible formar a algunas para que lleguen a la cima del abandono, incluso heroico, por la causa de la difusión del Reino de Dios por medio de la Inmaculada. A la MI pueden pertenecer también todas las órdenes religiosas, todas las congregaciones, todas las obras de Iglesia. La pertenencia a la MI permitirá a cada miembro de dar al apostolado todo lo mejor que de suyo tiene, y de unir de esta manera la perfección cristiana dentro de su propio estado, o de su profesión.” Tengámoslo bien en cuenta: “Es necesario que la MI sea ‘trascendente’ más bien que ‘general’, es decir que no se transforme en una organización como tantas otras, sino que esta penetre con profundidad las demás organizaciones.” (L. 31, XII, 1935).
El Padre Kolbe distingue tres grados dentro de la Mi, que corresponden al celo, las capacidades, y a la vocación de los miembros.
1. “En el primer grado de la MI, cada uno se consagra separadamente a la Inmaculada e intenta perseguir el objetivo de la Milicia en privado, según sus propias posibilidades y lo que la prudencia le dicte.” Hablamos del militante de base, que reza y actúa solo.
2. “En el segundo grado de la MI, los miembros se hallan vinculados por medio de estatutos particulares y programas los cuales, uniendo sus fuerzas, desean perseguir más rápidamente su objetivo.” Se trata del grupo de oración y acción, que reúne a varios miembros de un mismo Instituto, barrio o pueblo, de una misma parroquia o aglomeración.
3. “En el tercer grado de la MI se realiza la consagración sin límites a la Inmaculada. De ese modo Ella podrá hacer de nosotros todo lo que Ella quiera y cómo Ella quiera. Somos todo de Ella y Ella de nosotros. Hacemos todo con su ayuda, vivimos y trabajamos bajo su protección.”
Se trata del grado de la comunidad religiosa, consagrada por completo a este apostolado de la Inmaculada.  “Resumiendo: el primer grado se limita a la acción individual, el segundo añade la acción social, y el tercero, rayando todo límite, tiende al heroísmo” (Carta 25, V, 1920).
En los estatutos originales de la MI San Maximiliano escribió que Debemos procurar la conversión de los masones.

 
“Ella te aplastará la cabeza.” (Gen 3, 15)
“Tú sola has vencido las herejías del mundo entero.” (Breviario romano)

I. Objetivo

Ser solícitos en la conversión de los pecadores, herejes, cismáticos, etc., y en particular de los masones; y que todos sean santos bajo la protección y mediación de la Virgen Inmaculada.

II. Condiciones

  1. Consagración de sí mismo a la Virgen Inmaculada como instrumento en sus manos virginales.
  2. Llevar la Medalla Milagrosa.

¡Tú sola has aniquilado todas las herejías en todo el mundo!

¿Todas las herejías? ¡Todas, sin excepción! ¿Dónde? ¡En todo el mundo! ¡No solamente en uno u otro país, sino en todos los países del mundo! ¡Tú sola las has aniquilado! ¡Tú sola has podido hacerlo! (Caballero, 1933).

¿Podemos permanecer inactivos ante los violentos ataques de los enemigos de la Iglesia de Dios? ¿Basta con llorar y lamentarse? ¡No! Pensemos que en el Juicio Final seremos juzgados no sólo por las obras que hemos realizado, sino también por aquellas buenas obras que hubiéramos podido realizar y no las hicimos (Caballero 1923)
    No sólo es preciso defender la fe y contribuir a la salvación de las almas, sino que es preciso conquistar las almas para la Inmaculada, una a una, arremetiendo audazmente, olvidándose de sí mismo, en un puesto de avanzada, desplegando su estandarte en las casas editoriales, en los diarios, en las agencias de prensa, sobre las antenas de radio, en los institutos de arte y de literatura, en los teatros, los cines, en los parlamentos y los senados, en una palabra, en todas partes, en todo el universo-mundo (Carta 21/12/1928).

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