«La verdad engendra odio; por esto algunos, para no incurrir en el odio de los demás, echan sobre su boca el manto del silencio. Si predicaran la verdad tal como es y la misma verdad lo exige y la divina Escritura abiertamente lo impone, ellos incurrirían en el odio de las personas mundanas… Jamás se debe dejar de decir la verdad, aun a costa de provocar escándalo».
(San Antonio de Padua, Sermones, I, 332)
“El que predica la verdad da buen testimonio a Cristo, mientras que se lo niega el que la calla. Como la verdad suele atraerse el odio, algunos, para no incurrir en este injusto odio ajeno, cierran sus labios con un riguroso silencio. Si dijeran la verdad como debieran hacerlo, si siguieran la recta razón y el mandamiento del Señor, incurrirían en el odio de aquellos que viven según las máximas falaces y las costumbres perversas del mundo, que han abandonado. Mas como tales predicadores pertenecen a la misma masa de los carnales, e imitan sus costumbres, tienen por esto miedo de escandalizar al mundo, descubriendo sus torpezas, siendo así que ni aún por este escándalo debe callarse la verdad. Cuando los discípulos refirieron a Jesús que los fariseos se habían escandalizado de sus palabras, la Verdad encarnada respondió: “-Lo que no ha sido plantado por mi Padre será exterminado y destruido. No os preocupéis, pues, de ellos, que son ciegos y guías de ciegos.” ¡Oh predicadores ciegos como lo fariseos: porque teméis, las iras de los mundanos incurrís en el mismo castigo que es la ceguedad!
San Antonio de Padua cita de sus Sermones:
¡Oh, cuántos son hoy los Judas Iscariotes que traicionan la verdad por obtener cualquier ventaja temporal! ¡Traicionan al prójimo con el beso de la adulación y terminan ahorcándose con el lazo de la condenación eterna!
(San Antonio de Padua, Sermones, I, 332)
“El que predica la verdad da buen testimonio a Cristo, mientras que se lo niega el que la calla. Como la verdad suele atraerse el odio, algunos, para no incurrir en este injusto odio ajeno, cierran sus labios con un riguroso silencio. Si dijeran la verdad como debieran hacerlo, si siguieran la recta razón y el mandamiento del Señor, incurrirían en el odio de aquellos que viven según las máximas falaces y las costumbres perversas del mundo, que han abandonado. Mas como tales predicadores pertenecen a la misma masa de los carnales, e imitan sus costumbres, tienen por esto miedo de escandalizar al mundo, descubriendo sus torpezas, siendo así que ni aún por este escándalo debe callarse la verdad. Cuando los discípulos refirieron a Jesús que los fariseos se habían escandalizado de sus palabras, la Verdad encarnada respondió: “-Lo que no ha sido plantado por mi Padre será exterminado y destruido. No os preocupéis, pues, de ellos, que son ciegos y guías de ciegos.” ¡Oh predicadores ciegos como lo fariseos: porque teméis, las iras de los mundanos incurrís en el mismo castigo que es la ceguedad!
“Se dice que la vaca silvestre cuando perseguida por el cazador, está a punto de ser lazada, arroja sobre él su estiércol, dificultando de este modo la persecución y consiguiendo muchas veces evadir sus lazos y saetas.” Es lo que hacen hoy ciertos Prelados, los cuales lanzan contra el predicador el espantajo de su potencia, de su adhesión, el sobornó de las cosas temporales, con lo cual pretenden cerrar la boca al predicador y evitar su reproche. De los predicadores que se les acomodan por miedo o por avaricia está escrito en el Eclesiástico: “El perezoso será apedreado con los excrementos de los bueyes”.
“Por esto dice Isaías en nombre del Señor: —Yo suscitaré en medio de ellos a los Medos, es decir, a los pregoneros de la divina palabra, los cuales no pedirán oro ni plata, sino que herirán a los párvulos, es decir, a los amadores del siglo, con las saetas de la santa predicación”.
San Antonio de Padua cita de sus Sermones:
¡Oh, cuántos son hoy los Judas Iscariotes que traicionan la verdad por obtener cualquier ventaja temporal! ¡Traicionan al prójimo con el beso de la adulación y terminan ahorcándose con el lazo de la condenación eterna!
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