El día que murió San Antonio, los niños salieron gritando por las calles ¡ha muerto el santo, ha muerto el santo! . Desde entonces, todas las familias cristianas adoptaron la tradición de consagrar a sus hijos al Santo de Padua, para que él los proteja durante toda su vida de los peligros de alma y cuerpo y les preserve su pureza e inocencia.
Todos los años en las iglesias franciscanas se lleva a cabo esta hermosa devoción cada 13 de junio, reuniendo a miles de devotos de San Antonio, vistiendo a los niños con el hábito, para que los bendiga y consagre por medio del sacerdote, que suele utilizar esta fórmula, la cual también puede utilizar en casa uno mismo:
V) Nuestro auxilio es el Nombre del Señor
R) Que hizo el cielo y la tierra
V) Nuestro Dios es Misericordioso
R) El Señor protege a los pequeños
V) Señor, escucha nuestra oración
R) Y llegue a Ti nuestra súplica
V) El Señor esté con vosotros (si es un sacerdote, sino, se omite)
R) Y con tu espíritu
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo que, engendrado antes de todos los siglos, quisiste hacerte sin embargo, niño en el tiempo y amas la inocencia de esta edad; que abrazaste con amor a los niños a Ti presentados y los bendijiste; y que en forma de niño descansaste en los brazos de tu siervo San Antonio de Padua: derrama sobre este/a niño/a la abundancia de tus bendiciones y haz que la malicia no corrompa su entendimiento y concédele, por la intercesión del mismo San Antonio, a cuya protección lo/la confiamos que, progresando a una con la edad en sabiduría y gracia, pueda siempre agradarte. Tú que vives y reinas con Dios Padre en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
(Si es posible se rocía con agua bendita)
La paz y bendición de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ti y te acompañe siempre. Amén.
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