Testigos atestiguan haber tenido una visión del Niño en los brazos del santo de Pietrelcina
Según el sacerdote capuchino fray Joseph Mary Elder: “En su hogar en Pietrelcina, preparaba el Belén él mismo. A menudo empezaba a trabajar en él ya en octubre. Mientras sacaba a pastar el rebaño familiar con unos amigos, buscaba arcilla para moldear las estatuillas de los pastores, las ovejas y los Reyes Magos. Ponía un cuidado especial en la creación del niño Jesús, al que reconstruía una y otra vez incesantemente hasta que sentía que le había quedado perfecto”.
Esta devoción le acompañó durante toda su vida. En una carta a su hija espiritual, escribió: “Al comenzar la santa novena en honor del santo Niño Jesús, mi espíritu se ha sentido como renacer a una vida nueva; el corazón se siente demasiado pequeño para contener los bienes del cielo”.
La misa de Medianoche en concreto era una celebración llena de dicha para el Padre Pío, quien la celebraba todos los años dedicando muchas horas para oficiar cuidadosamente la Santa Misa. Su alma se elevaba hacia Dios con enorme alegría, una felicidad que era fácilmente visible para los demás.
Además, los testigos han relatado que pudieron ver al Padre Pío sosteniendo en brazos al Bebé Jesús. Y no era una estatua de porcelana, sino el mismísimo Niño Jesús en una visión milagrosa.
Renzo Allegri cuenta la siguiente historia:
Estábamos recitando el rosario mientras esperábamos la misa. El Padre Pío estaba rezando con nosotros. De repente, en un aura de luz, vi al Niño Jesús aparecer en sus brazos. El Padre Pío se transfiguró, con los ojos contemplando al niño resplandeciente en sus brazos, su rostro transformado por una sonrisa de asombro. Cuando la visión desapareció, el Padre Pío se dio cuenta, por la forma en que lo miraba, de que yo lo había visto todo. Sin embargo, se acercó a mí y me dijo que no se lo mencionara a nadie.
El padre Raffaele da Sant’Elia, que vivió junto al Padre Pío durante muchos años, contó una historia similar:
Me había levantado para ir a la iglesia a la Misa de Medianoche en el año de 1924. El pasillo era enorme y oscuro, y la única iluminación era la llama de una pequeña lámpara de aceite. A través de las sombras pude ver que el Padre Pío también iba camino de la iglesia. Había salido su habitación y caminaba lentamente a lo largo del corredor. Me di cuenta de que estaba envuelto en una banda de luz. Busqué una mejor vista y vi que tenía al Niño Jesús en sus brazos. Y yo me quedé allí, absorto, en la puerta de mi habitación, y caí de rodillas. Padre Pío pasó por mi lado, todo refulgente. Ni siquiera se percató de que yo estaba allí.
Estos sucesos sobrenaturales destacan el profundo y comprometido amor del Padre Pío hacia Dios. Su amor ahondaba más gracias a su sencillez y humildad, con un corazón abierto de par en par a recibir cualquier gracia celestial que Dios tuviera prevista para él.
Que nosotros abramos también nuestros corazones para recibir al Niño Jesús en Navidad y permitamos que el insondable amor de Dios nos inunde de alegría cristiana.
Aleteia.org
"El celeste Niño te conceda experimentar en tu corazón todas las santas emociones que me hizo gozar a mí en la bienaventurada noche, cuando fue colocado en el pobre portal" (Epist. I,981). |
Apariciones:
Primera aparición (noviembre de 1911). Desde finales de octubre de 1911 hasta el 7 de diciembre del mismo año, el Padre Pío residió en el convento de Venafro (Isernia). Aquí en un éxtasis cuya fecha no precisa el padre Agostino de San Marco in Lemis, se apareció al Padre Pío el Niño Jesús. La particularidad es que el Niño Jesús apareció con los estigmas de la crucifixión en manos, pies y costado.
A sus cronistas no extraña aquél signo, pues para san Pío de Pietrelcina contemplar el misterio de la Navidad era ver al Niño Jesús a la luz del misterio Pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Segunda aparición (20 de septiembre de 1919). Esta aparición está documentada por el Padre Raffaele de Sant'Elia a Pianisi en el manuscrito, 'Apuntes breves sobre la vida del Padre Pío y mi larga permanencia con él'. También en esta aparición hay una referencia a los estigmas y, en ello, al misterio de la Salvación que la Navidad contiene…
"Después de ocho años de vida militar, debía continuar los estudios de teología y prepararme para la ordenación sacerdotal. Yo dormía en una celda estrecha, casi enfrente a la número 5, que era del Padre Pío. La noche entre el 19 y 20 (de septiembre de 1919) no podía dormir. Hacia media noche me levanto, asustado. El pasillo estaba sumergido en la oscuridad, rota solo por la luz tenue de un candil de petróleo. Mientras estaba a la puerta para salir, veo pasar al Padre Pío, todo luminoso, con el Niño Jesús en brazos. Avanzaba lentamente murmurando oraciones. Pasa delante de mí, todo radiante de luz, y no advierte mi presencia. Sólo algunos años después he sabido que el 20 de septiembre era el primer aniversario de sus llagas".
Tercera aparición (24 de diciembre de 1922). Lucía Ladanza, hija espiritual del Padre Pío, es quien narra lo ocurrido el 24 de diciembre de 1922 cuando quiso pasar la vigilia de Navidad junto al Padre.
Aquella noche hacía frío y los frailes habían llevado a la sacristía un brasero con fuego. Ella, y otras tres mujeres se quedaron junto al brasero esperando la media noche, para asistir a la Misa que debía celebrar el Padre Pío. Las otras tres mujeres comenzaron a adormecerse, mientras ella seguía rezando el rosario. En ese momento vio que por la escalera interior de la sacristía, bajaba el Padre Pío y se detuvo junto a la ventana. De improviso, dice, envuelto en un halo de luz apareció el Niño Jesús entre los brazos del Padre Pío… cuyo rostro se volvió todo radiante. Cuando desapareció la visión, el Padre advirtió que Lucía, estaba despierta y lo miraba fijamente, atónita. Se le acercó y le dijo: "Lucía, ¿qué has visto?" Ella respondió: "Padre, he visto todo". El Padre Pío, entonces, le advirtió con severidad: "No digas nada a nadie". Fuentes: La Vida devota del Padre Pío, Gerardo di Flumeri copilado por portaluz.org
ORACIÓN
AL NACIMIENTO DE JESÚS
Dios acababa de dar a la
tierra un Salvador y en los brazos de Maria en éxtasis,
los Ángeles adoran al Verbo encarnado. ¡Que lección
para nuestra fe! El tiempo no disminuye la profundidad del misterio;
los siglos pasan por delante de este pesebre bendito, el cual
nos conserva y nos transmite el recuerdo del nacimiento de Jesucristo,
sublime y encantadora prueba del amor de Dios hacia nosotros!
Si vosotros no podéis olvidar vuestra madre, vuestra familia,
vuestra patria, cristianos no olvidéis al que ha nacido
para salvarnos.
Oración. Dios Todo Poderoso, que derramáis
hoy sobre nosotros la nueva luz de vuestro Verbo encarnado, haced
que la fe de este misterio se infunda también en nuestros
corazones. Señor y Dios nuestro, haced del mismo modo,
te lo rogarnos, que celebrando con alegría la Natividad
de N. S. Jesucristo, merezcamos, por una vida digna de El, gozar
de su presencia. Así sea
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