San Juan Crisóstomo: "Pocos Obispos se salvan y muchos sacerdotes se condenan".
"El infierno está pavimentado con las calaveras de los obispos corruptos". San Juan Crisóstomo.
Semejantes al humo son las cosas humanas
¿No veis como los ojos del cuerpo, si se hallan entre una humareda, no paran de echar lágrimas? Cuando están, empero, en aire diáfano y entre fuentes y jardines, los conservamos más penetrantes y sanos. Tal sucede también con el ojo de nuestra alma. Si se alimenta en los prados de las espirituales sentencias, se mantendrá limpio, diáfano y penetrante; mas,
si se mete entre la humareda de las cosas humanas, echará lágrimas, y llorará no solo ahora, sino también después. Semejantes al humo son las cosas humanas. (
San Juan Crisóstomo. Homilía II sobre el Evangelio de San Mateo, n. 9)
… juzga la idea de Judas que tiene Francisco
En Judas no había esperanza de enmienda
Por su nefanda traición, Judas perdió su puesto y dignidad
Mas, no solamente se dejaba sentir, algunas veces así su presencia, sino que algunas veces era visto en su forma. Examinando con cuidado los hechos, observamos que el Salvador, después de la resurrección fue visto once veces por los apóstoles, y luego fue elevado a su Padre. Y esto ¿por qué? Porque
tenía once discípulos, una vez que Judas había sido expulsado del Colegio Apostólico, y a causa de su nefanda traición había perdido su puesto y dignidad. Por esto, pues, se aparece once veces a sus discípulos. Y no a todos a la vez, sino de varios modos: unas veces a éstos y otras a otros. Como cuando se apareció a los discípulos, pero estando ausente Tomás, y luego estando ya presente. (
San Juan Crisóstomo. Homilía I sobre la Ascensión del Señor)
San Pedro lloraba no por el castigo sino porque había negado a quien tanto quería
El hijo prodigo se arrepintió y no perdió la esperanza
Hubiera muerto con la más desastrada de las muertes [el hijo prodigo]. Pero como
se arrepintió y no perdió la esperanza, después de corrupción tan grande volvió a su primer esplendor, se vistió de la más bella vestidura y obtuvo honor mayor que el hijo que jamás había caído. (
San Juan Crisóstomo. Exhortación a Teodoro I)
Contra el mandato de Moisés ellos introducían novedades en la ley
Mirad cómo son cogidos en su misma pregunta. Porque
no dicen: por qué traspasan la ley de Moisés; sino: la tradición de los ancianos. Por donde
se ve bien claro que los sacerdotes introducían muchas novedades, a pesar de haber dicho Moisés (Dt 4,2):
“No añadiréis nada a la palabra que os propongo hoy, ni quitaréis nada de ella” y cuando les convenía quedar exentos de ciertas observancias, se comprometían con otras nuevas, por temor de que alguno les usurpara el poder supremo, queriendo ser más temibles,
como si fueran ellos los legisladores. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena Aurea in Mt 15, 1-6)
Los judíos no serán perdonados ni por la circuncisión ni por otras normas, sino por el bautismo
“Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados”.
No cuando sean circuncidados, ni cuando sacrifiquen, ni cuando cumplan las otras normas, sino cuando encuentren absolución de sus pecados. Si, pues, esto ha sido prometido, aunque todavía no ha acontecido con ellos, ni se han apartado mediante la absolución del bautismo, tendrá lugar ciertamente. Así añade: “Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables”. (
San Juan Crisóstomo. Homilía IX sobre la Carta a los Romanos, n. 6)
Amados en atención a sus padres, la virtud de éstos les es inútil, si no creen
Por lo tanto,
Dios no ha renunciado a llamaros, pero Él espera a que todos los gentíos que deben creer hayan entrado para que también vengan los judíos. Enseguida, él les hace otra concesión, diciendo que pero desde el punto de vista de la elección divina, son amados en atención “a sus padres” ¿Qué quiere decir esto?
Enemigos, encuentran el suplicio; amados en atención a sus padres, la virtud de sus ancestrales les es inútil, mientras no crean. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XIX sobre la Carta a los Romanos, n. 7)
¡Cuidado con los que toman las palabras del Espíritu como cosas comunes y profanas!
Hay algunos entre los presentes… que,
despreciando a Dios y tomando las palabras del Espíritu como cosas comunes y profanas, pronuncian las palabras sin ritmo,
como si estuvieran furiosos, hacen ruidos con el cuerpo, andan de un lado al otro y
manifiestan costumbres poco conformes o inconvenientes en una reunión religiosa.
Mejor sería que dijisteis estos himnos de gloria y angélicos con temor y reverencia […] pero traéis para aquí […] los costumbres de los payasos y bailarines. (
San Juan Crisóstomo. Homilía I sobre Isaías, PG 56, 11-94)
Ni las antiguas leyes son crueles, ni las nuevas molestas y pesadas
¿Veis como los mandamientos de Dios no suponen crueldad, sino mucho amor a los hombres? Y ni por eso llamas duro y pesado al legislador. […] El Dios del Antiguo Testamento, que ellos tienen por cruel, resultaría ser el benigno y manso, y el del Nuevo Testamento, a quien confiesan por bueno, sería el duro y pesado, según su locura. Según su locura, digo, porque nosotros no admitimos más que un solo y mismo legislador de uno y de otro Testamento, que todo lo dispuso convenientemente y acomodó a la diferencia de los tiempos la diferencia de sus leyes. Consiguientemente,
ni las antiguas leyes son crueles, ni las nuevas molestas y pesadas, sino todo procede de una sola y misma Providencia. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XVI sobre el Evangelio de San Mateo, n. 7)
Cuando nuestras obras son por amor a Cristo, lo pesado se hace dulce
Obedezcamos, pues, a las palabras del Señor, y no contendamos ni pleiteemos. Porque, aparte de la recompensa,
estos mandamientos encierran en sí mismos sumo placer y provecho. Y,
si al vulgo le parecen pesados, y que reclaman mucho esfuerzo, considerad que todo eso lo hacéis por amor de Cristo, y lo pesado se os hará dulce. Si este pensamiento nos acompaña constantemente, no sólo no sentiremos peso ninguno, sino que gozaremos por todos lados de muy grande placer. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XVI sobre el Evangelio de San Mateo, n. 14)
El que se empeña en ser santo no tendrá muchos amigos
No es posible que quien de verdad se empeñe por ser santo deje de tener muchos que no le quieran; pero eso no importa, pues hasta con tal motivo aumenta la corona de su gloria. Por eso, a una sola cosa hemos de atender: a ordenar con perfección nuestra propia conducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vida cristiana a los que andan en tinieblas
. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XV sobre el Evangelio de San Mateo)
No es tiempo de coronas y de premios, sino de luchas
Pues bien, hecha esta petición, escucha lo que les responde Jesús:
No sabéis lo que pedís. No es tiempo de coronas y de premios, sino de combates, luchas, sudores, de pruebas y de peleas. Esto es lo que significa la frase: No sabéis lo que pedís.
Todavía no habéis probado las cárceles, aún no habéis salido a la palestra para combatir. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? En este pasaje llama cáliz y bautismo a su cruz y a su muerte: cáliz, por la avidez con que lo apura; bautismo, porque por medio de su muerte iba a purificar el orbe de la tierra; y no sólo lo redimía de este modo, sino mediante la resurrección, si bien ésta no le resultaba penosa
. Les dice: El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, refiriéndose de este modo a la muerte. Santiago fue efectivamente decapitado, y Juan fue varias veces condenado a muerte. […]
Vosotros, ciertamente, moriréis, os matarán, conseguiréis la corona del martirio; pero en cuanto a que seáis los primeros, no me toca a mí concederlo: lo recibirán los que luchan, en base a su mayor esfuerzo, en atención a su mayor prontitud de ánimo. (
San Juan Crisóstomo. Homilía VII contra los Anomeos, 4-5)
Para conocer la grandeza del perdón, hay que declarar las culpas
Para ser justificado, primero hay que decir los pecados
Dejemos tales curiosidades, quebrantemos nuestros corazones,
lloremos nuestros pecados como lo ordena Cristo, compunjámonos de nuestros delitos, y con diligencia reordenemos lo que hasta aquí hemos delinquido, y
empeñémonos en lavar nuestras manchas. Muchos caminos nos abrió Dios para ello. Dice:
Di tú primero tus pecados para que seas justificado. Y también: Confesaré ante Dios mis injusticias y tú absolviste la impiedad de mi corazón. (
San Juan Crisóstomo. Homilía VII sobre el Evangelio de San Mateo)
La confesión obtiene el perdón ante el Señor
El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: Confiesa primero tus pecados, y serás justificado. Por eso dice el salmista: Propuse: “Confesaré al Señor mi culpa”, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado.
Condena, pues, tú mismo, aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues, quien condena aquello en lo que faltó, con más dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia esté siempre despierta y
sea como tu acusador doméstico, y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios. (
San Juan Crisóstomo. Homilía II sobre el tentador, n. 6)
La confesión perfecta alcanza el Paraíso
¿Adviertes la confesión perfecta? ¿Ves cómo en la cruz se despojó de sus pecados? Porque se lee en la Escritura; ¡Di tú primero tus pecados, para que seas justificado. Nadie lo obligó, nadie le hizo violencia; sino que él mismo se denunció, al decir: ¡Nosotros justamente padecemos, pues padecemos lo debido por nuestras obras; pero éste no ha hecho nada malo! Y añadió luego: ¡Acuérdate de mí, Señor, en tu Reino!
No se atrevió a decir primero acuérdate de mí en tu Reino, sino hasta después de haber depuesto la carga de sus pecados mediante la confesión.
¿Ves cuán grande cosa sea la confesión? ¡Se confesó y abrió el paraíso! ¡Se confesó y alcanzó una tan grande confianza que pidió el cielo desde el latrocinio! (
San Juan Crisóstomo. Homilía I acerca de la Cruz y del Ladrón)
La bondad del Salvador no soporta la hediondez del pecado
Considera la excesiva bondad del Salvador. El inocente trata con los culpables, la fuente de la justicia con la avaricia, que es fundamento de perversidad; cuando ha entrado en la casa del publicano, no sufre ofensa alguna por la nebulosidad de la avaricia; antes al contrario hace desaparecer la avaricia con el brillo de su justicia. Pero los murmuradores y los amantes de censurar, empiezan a tentarle acerca de lo que hacía. Sigue, pues: “Y como todos vieron esto, murmuraban diciendo que había ido a hospedarse a la casa de un pecador”, etc. Pero
Él, acusado como convidado y amigo de los publicanos, despreciaba todas estas cosas, con el fin de llevar adelante su propósito; porque no cura el médico si no soporta la hediondez de las llagas de los enfermos y sigue adelante en su propósito de curarle. Esto mismo sucedió entonces:
el publicano se había convertido y se hizo mejor que antes. Prosigue: “Mas Zaqueo, presentándose al Señor, le dijo: Señor, la mitad de cuanto tengo doy a los pobres”, etc. Cosa admirable. Todavía no se le habla y ya obedece. Y como el sol no ilumina una casa con palabras, sino con hechos, así
el Salvador con los rayos de su justicia hace huir la niebla de la torpeza; porque la luz brilla en las tinieblas. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena Aurea in Lucam 19, 1-10)
Pongamos todos los medios para convertir a los pecadores
Sabiendo esto nosotros,
pongamos todos los medios para convertir a los pecadores y a los tibios,
amonestándolos, adoctrinándolos, rogándoles, exhortándolos, aconsejándolos, aun cuando nada aventajemos. Sabía Jesús de antemano que Judas jamás se enmendaría; y sin embargo no cesaba de poner lo que estaba de su parte, amonestándolo, amenazándolo, llamándolo infeliz. (
San Juan Crisóstomo. Homilía 86 sobre el Evangelio de San Mateo)
Irritan y ofenden a Dios los pecadores que no sienten dolor de sus faltas
Lo mejor indudablemente es no pecar en absoluto; pero después del pecado,
lo mejor es que el pecador sienta su culpa y se corrija. Si esto no tenemos, ¿cómo podremos rogar a Dios y pedirle perdón de nuestros pecados, cuando ningún caso hacemos de ellos? Porque si tú mismo, que has pecado, no quieres saber ni siquiera que has pecado ¿de qué le vas a pedir perdón a Dios, cuando ignoras tus mismos pecados? Confiesa, pues, tus pecados tal como son, porque así te des cuenta de lo que se te perdona y seas agradecido. […] Cuando, empero, hemos ofendido a Dios, dueño del universo, nos quedamos con la boca abierta, nos desmayamos, y nos entregamos al placer, y nos embriagamos, y seguimos en todo y por todo nuestra vida habitual. ¿Cuándo, pues, esperamos hacérnosle propicio? ¿No será así que con nuestra insensibilidad le ofenderemos aún más que con el pecado mismo? Y, en efecto, más que
el pecado mismo, irrita y ofende a Dios que los pecadores no sientan dolor alguno de sus pecados. (
San Juan Crisóstomo. Homilía 14 sobre el Evangelio de San Mateo, n. 5)
No se debe tratar con los que obran mal
Dirá alguno: ¿cómo es que San Pablo manda que si uno de nuestros hermanos es lascivo o avaro no comamos siquiera con él, y Jesucristo se convida en casa de los publicanos? (1Co 5,11) Pero éstos todavía no habían llegado a ser hermanos, y
San Pablo mandó que no se tratase con los hermanos cuando obran mal; pero ahora todos habían cambiado. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena Aurea in Lucam 19, 1-10)
Del mismo modo que la serpiente de bronce no tenía veneno, la muerte del Señor estaba libre de pecado
La muerte que mataba contenía pecado, como
la serpiente que mordía tenía veneno. En cambio, la muerte del Señor estaba libre de todo pecado, del mismo modo que la serpiente de bronce no tenía veneno. Porque dice la Escritura:
El cual no hizo pecado ni se halló dolo en su boca. Es lo que significó Pablo al decir: Y habiendo despojado de sus derechos a los Principados y Potestades, los exhibió públicamente a la vista de todos, formando con ellos un cortejo triunfal. Así como cuando el atleta valeroso toma a su adversario y lo levanta de la tierra y luego lo estrella, es cuando logra la más brillante victoria, así también Cristo, a la vista de todo el orbe echó por tierra a las Potestades adversas; y a los que en la soledad del desierto habían sido heridos. Él, suspendido en la cruz, los libró de todas las fieras. Pero no dijo: Conviene que sea suspendido, sino que sea exaltado, levantado. Es lo que parecía más tolerable en gracia de Nicodemo que lo escuchaba; y lo dijo Cristo acercándose así más a la figura de bronce. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXV sobre el Evangelio de San Juan)
Juan es mayor que un profeta pues estuvo más cercano al Mesías
Ya que el Señor llamó a Juan mayor que un profeta, ahora les hace ver en qué es mayor que un profeta. ¿En qué es, pues, mayor? En que es el que está más cerca del que había venido. Porque yo te enviaré –dice– a mi mensajero ante tu faz, es decir, muy cerca de ti.
Así como en una comitiva regia, los que van más cerca del coche real son los más ilustres entre todos; así Juan, que aparece momentos antes del advenimiento del Señor. Notad cómo de ahí declaró la excelencia del Precursor, y ni ahí se detuvo, sino que añadió su propio voto diciendo: En verdad os digo, no se ha levantado entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan Bautista. Que es como decir: No parió mujer a nadie mayor que Juan. (
San Juan Crisóstomo. Homilia XXXVII, n.2)
Juan vivía en la tierra como si estuviera ya en el cielo
Realmente, la afirmación de Jesús basta para declarar esta grandeza; más si queréis “saberlo por la realidad misma, considerad su mesa, su manera de vida y la alteza de sus pensamientos.
Juan vivía en la tierra como si morara ya en el cielo; estaba por encima de las necesidades de la naturaleza, seguía un camino maravilloso, gastaba su tiempo entero en himnos y oraciones, sin hablar con hombre alguno, y conversando, en cambio, continuamente con Dios. A nadie conocía, por nadie fue jamás visitado. No se alimentaba de leche ni gozaba de lecho, ni de techo, ni de pública plaza, ni de ninguna otra de las comodidades humanas. Sin embargo, Juan sabía unir la mansedumbre a la firmeza. Mirad, si no, con qué moderación habla con sus discípulos, con qué valor al pueblo judío y con qué libertad al mismo rey. De ahí que dijera el Señor: Entre los nacidos de mujer, no se ha levantado nadie mayor que Juan Bautista. (
San Juan Crisóstomo. Homilia XXXVII, n.2)
Juan no dudó de Cristo. Ya había anunciado que Él era el Mesías, y quien viene a dar testimonio sobre otro, lo primero que necesita es ser digno de crédito
¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro? ¿
Cómo es esto que quien ya antes de los milagros conocía a Cristo, y lo sabía por el Espíritu Santo y lo había oído del Padre y lo había anunciado delante de todos, ahora envía a sus discípulos para informarse de si es El el que viene?
Si tú, oh Juan, no sabías con certeza que es El el que viene ¿cómo quieres que se te dé fe cuando hablas y dictaminas sobre cosas que ignoras? El que viene a dar testimonio sobre otro, lo primero que necesita es que sea digno de crédito. Ahora bien,
¿no eres tú el que decía: No soy digno de soltar la correa de sus sandalias? ¿No dijiste: “Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Sobre quien vieres descender el Espíritu Santo y posarse sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”? ¿Acaso no viste al Espíritu Santo en forma de paloma? ¿No oíste la voz? ¿No le impedías tú bautizarse diciéndole: “Yo soy quien debe ser bautizado por ti; y ¿tú vienes a mí?” ¿No les decías tú a tus discípulos: “Preciso es que El crezca y yo mengue”? ¿No enseñabas a todo el pueblo que Él es el que bautiza en Espíritu Santo y en fuego; y que El era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo? ¿No lo predicaste tú antes de todos los milagros y maravillas?
Entonces ¿cómo, pues, ahora, cuando es ya de todos conocido y su fama vuela por todas partes; cuando ya resucitaron los muertos, fueron ahuyentados los demonios y ha brillado en tan gran manera la fuerza de sus milagros, envías a tus discípulos para saber si es El? ¿Qué ha sucedido?
¿Acaso todas aquellas tus palabras eran sólo fraude y burla y fábula? Pero
¿quién que no esté loco podría afirmar tales cosas? (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.1)
Después de conocer todas las maravillas operadas por Jesús, jamás alguien podría haber dudado de que Él era el Mesías
Yo pienso que no sólo Juan que saltó de gozo en el vientre de su madre, y así lo anunció ella ya antes del parto, y luego habitó en el desierto y llevó una vida angelical, sino aun
cualquiera de los más humildes entre los hombres, tras de tan inmensa cantidad de testimonios propios y ajenos, en forma alguna jamás podría haber dudado. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.1)
Juan no dudaba de Cristo y desde el principio predicó que Él había venido para redimirnos del pecado
[…] para no alegar únicamente nuestros pareceres y daros con mayor claridad la verdadera doctrina, mediante la comparación con las sentencias de otros, es necesario que las expongamos aquí.
¿Qué dicen algunos? Que no es la verdadera la causa que acabamos de explicar; sino que en realidad Juan ignoraba a Cristo, aunque no del todo. Sabía que El era Cristo, pero ignoraba que moriría por los hombres; y que por tal motivo hizo aquella pregunta.” ¿Eres tú el que viene? Como si preguntara: ¿Eres tú el que viene para descender a los infiernos? Pero este sentido pugna con la lógica y por lo mismo
Juan no ignoraba a Cristo. Mas aún,
predicaba su muerte antes que nada cuando decía: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Lo llamó Cordero prenunciando su muerte en la cruz. Y lo mismo indica con la expresión: que quita el pecado del mundo, ya que esto no lo llevó a cabo por otro camino que el de la cruz. Así lo dijo Pablo: Quitando de en medio el acta que nos era contraria y clavándola en la cruz. Y también Juan al decir: El os bautizará en el Espíritu Santo, pues profetizaba lo que sucedería después de la resurrección. […] Paréceme que a semejantes adversarios oportunamente se les puede decir lo de Pablo: Hermanos: no seáis niños en el juicio, sino párvulos solamente en la malicia. Porque el tiempo del bien obrar es la vida presente. Después de la muerte viene el juicio y el castigo, pues dice David: En el sepulcro ¿quién te alabará? (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.2)
Juan no envió a sus discípulos porque dudase, ni porque se hubiera vuelto tímido
Por todo esto se ve que
no envió a sus discípulos porque dudase ni mandó preguntar porque ignorara. Ni se puede decir que sí lo conocía claramente, pero que la cárcel lo había vuelto tímido. Porque él ya no esperaba salir de la cárcel. Más aún: aun cuando lo hubiera esperado no habría traicionado la verdad, pues estaba dispuesto a sufrir mil muertes por ella. Si no hubiera tenido semejante disposición ante aquel pueblo siempre dispuesto a derramar sangre de profetas, no habría demostrado tan grande virtud; ni habría con tan grande libertad y en mitad de la ciudad y en plena plaza y oyéndolo todos, increpado como a un chiquillo al tirano cruel.
Y si se había vuelto tímido ¿cómo es que no se avergonzó de enviar a sus discípulos ante aquellos delante de los cuales muchas veces y tan brillantemente había dado testimonio de Cristo, sino que manda preguntar por medio de ellos, cuando lo conveniente en el caso habría sido preguntar por medio de otros? (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.1)
Los discípulos de San Juan Bautista tenían envidia de Jesús
[…]
los discípulos de Juan sentían siempre envidia de Jesús y hablaban contra El y no se hicieron más humildes hasta que el Bautista fue encarcelado. Entonces fueron a comunicárselo a Cristo; aunque más tarde reincidieron en sus antiguas envidias. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXX, n.3)
El hecho de haber enviado sus discípulos a Jesús deja todavía más evidente como ellos ardían de envidia de Jesús
Y habiendo oído Juan, quien estaba en la cárcel, las obras de Cristo, envió a decirle mediante sus discípulos: ¿Eres tú el que viene o hemos de esperar a otro?
Dice Lucas que sus discípulos comunicaron a Juan los milagros y que entonces Juan los envió en embajada. Esto no presenta ni la más pequeña dificultad; y solamente pone a nuestra consideración que ellos ardían de envidia contra Jesús. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.1)
Juan envío sus discípulos para que Jesús les curara de su enfermedad de alma: la envidia
Sabía cierto que sus discípulos andaban envidiosos de Cristo; y que buscaban ocasiones para difamarlo. Pero ¿cómo no se avergonzó delante de la plebe judía a la que tan numerosas veces tan grandes cosas había predicado? ¿Ni de qué le iba a servir semejante misión para librarse de la muerte? Pues no se le había aherrojado por causa de Cristo, ni por haber proclamado su virtud, sino por haber reprendido a Heredes por su malvado matrimonio. ¿No se habría echado encima la fama de muchacho insensato o de un loco cualquiera? Entonces ¿qué es lo que sucede?
Puesto que semejante duda no puede suponerse en Juan ni en hombre alguno, aun suponiéndolo loco, como queda manifiesto por lo antes dicho. Falta pues solamente que demos solución al problema.
¿Por qué envió a preguntar? Los discípulos de Juan no veían con buenos ojos a Cristo, y es cosa para todos clara que continuamente estuvieron movidos de envidia. Y se comprueba por lo que dijeron a su Maestro: Aquel que estaba al otro lado del Jordán contigo, de quien tú diste testimonio, está ahora bautizando y todos se van con él. También cuando se suscitó entre los judíos y los discípulos de Juan la disputa acerca de la purificación y se acercaron a Jesús para decirle: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos y tus discípulos no ayunan? Porque
no sabían aún quién era el Cristo; sino que por sospechar que Jesús era sólo hombre –pero Juan más que hombre– les molestaba la celebridad de Jesús y que Juan fuera decayendo, como él mismo lo había predicho. Esto era lo que les impedía acercarse a Cristo, porque la envidia les cerraba la entrada.
Mientras Juan estuvo con ellos, frecuentemente les enseñaba y exhortaba sin acabar de persuadirlos. Pero cuando estaba ya para morir, se empeñó más aún en persuadirlos. Temía abandonarlos en la ocasión de una falsa creencia y que por lo mismo fueran a permanecer separados de Cristo. Lo procuraba; y a los principios a todos los conducía a Cristo. Pero
como ellos no lo obedecieran, antes de morir usó de mayor instancia. Si les hubiera dicho: Id a Cristo, que es mejor que yo, tan adictos le estaban que no lo habrían obedecido, porque habrían pensado que lo decía por modestia, y así más se le habrían apegado. Y si hubiera callado simplemente, las cosas habrían quedado en el estado en que estaban
. ¿Qué es, pues, lo que hace? Espera hasta que a ellos mismos se les ocurre decir que Cristo hace milagros. Y aun entonces, no los exhorta a creer, ni los envía a todos, sino a dos que tal vez creía él que estaban más inclinados a creer; con lo cual la pregunta no estaría sujeta a ninguna sospecha.
Podían así saber, por los hechos mismos, cuán grande diferencia existía entre él y Jesús. Les dice, pues: Id y preguntad: Eres tú el que viene o esperamos a otro? Por su parte
Cristo, comprendiendo el pensamiento de Juan, no les dijo: Yo soy; pues aunque bien lo podía decir, pero quizá hubiera escandalizado un poco a los oyentes. Deja pues que por los sucesos mismos lo conozcan. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.1-2)
Jesús obró muchos milagros delante de los discípulos de Juan para confirmarlos, pues dudaban
Porque dicen los evangelistas que Jesús, cuando aquellos discípulos se acercaron, obró muchas curaciones. En realidad, si Cristo no quería proceder como acabo de decir ¿qué nexo existiría entre ser El preguntado y nada responder El, sino al punto curar a muchos enfermos?
Ciertamente el testimonio por las obras es mucho más creíble, así lo juzgaba El, y mucho menos expuesto a sospechas que el de solas palabras. Sabiendo, pues, como Dios que era, cuál fue la mente de Juan al enviarle a sus discípulos, al punto volvió la vista a los ciegos, sanó a los cojos y a otros muchos enfermos,
para enseñar no a Juan –¿cómo iba a enseñar al que ya creía en El y lo obedecía? –sino para instruir y confirmar a sus discípulos que dudaban. Y así dice, tras de curar a muchos: Id y referid a Juan lo que habéis visto y oído. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados. Y añadió: Y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí, manifestando de este modo que conocía los secretos del corazón.
Si les hubiera dicho simplemente: Yo soy, como ya indiqué, ellos se habrían dado por ofendidos; y tal vez habrían pensado, aunque no lo dijeran, lo que sí dijeron los judíos: Tú das testimonio de ti mismo. Por tal motivo, no se expresó así, sino que procuró que todo lo conocieran mediante los milagros, dándoles de este modo una enseñanza por una parte más clara y por otra en nada expuesta a las sospechas. Dijo pues lo último refutándolos. Puesto que se escandalizaban de él, les descubrió su enfermedad, pero en tal forma que sólo la dejó clara para sus conciencias, sin alegar testigos y sin difamarlos, de tal modo que sólo ellos cayeran en la cuenta. Así los atrajo mejor, al decirles: Y bienaventurado aquel que no se escandalizare de Mí. Palabras con que oscuramente los notaba a ellos. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXVI, n.1-2)
El mismo Jesús, después de enviar los discípulos de vuelta a Juan, cura en la multitud las dudas que tenía
Restaba, pues, curar las opiniones de la multitud acerca de Juan. Los discípulos de Juan nada más sospechaban de lo que se ha dicho de su maestro. Pero
la turba, por las preguntas de los discípulos de Juan, sospechó muchas cosas absurdas, porque ignoraba la mente del que los había enviado. Es verosímil que en su interior las turbas discurrieran así: Aquel que tantos y tan grandes testimonios dio de Cristo, ¿ahora duda y ha cambiado de parecer sobre si éste es o es otro el que ha de venir? ¿Es que al hablar así quiere introducir división con los seguidores de Jesús? ¿O se ha acobardado por el encarcelamiento? ¿O dijo sin fundamento lo que antes afirmaba? Como era verosímil que las turbas sospecharan estas y otras cosas parecidas, observa en qué forma corrige las debilidades del pueblo y suprime semejantes sospechas. […] no les habla con dureza, sino que solamente
corrige sus pensamientos y defiende a Juan y demuestra que éste no había abandonado su primer modo de pensar ni lo había cambiado. Como si dijera: No es él un hombre voluble, sino firme y constante. Y de tal manera dispone las cosas que no abre al punto su parecer, sino que lo declara mediante el parecer del propio pueblo. Así
les demuestra no sólo con las palabras de ellos, sino con las obras propias que han testificado en favor de la constancia de Juan.
[…]
dejando a un lado toda acusación de malicia, trata únicamente de la sospecha de ligereza que los preocupaba, y procura quitarla. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre vestido muellemente? Los que muellemente se visten están en las moradas de los reyes. Lo que significa
: Juan no es por naturaleza ligero, y así lo demostrasteis vosotros con vuestro interés por él. Ni puede asegurarse que él al principio estuvo constante, pero que luego, por una vida entre delicias, se tornó muelle y delicado. Es cierto que entre los hombres los hay que nacen con ese natural; hay otros que después cambian y se tornan de otro modo. Así por ejemplo sucede que uno sea por naturaleza iracundo; otro, a causa de una larga enfermedad en la que contrajo ese vicio. Del mismo modo, unos por naturaleza son inconstantes, ligeros; otros lo son porque se entregaron a la voluptuosidad y a los placeres. Pero Juan no lo es por su natural: no habéis salido a ver una caña, ni ha perdido su firmeza natural de alma por haberse entregado a los placeres. […]
Observa cómo por aquí declara su excelencia; mas no se detiene en esto, sino que al punto manifiesta su propio parecer diciendo: En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha aparecido uno más grande que Juan Bautista. Es decir que ninguna mujer ha dado a luz a otro mayor. (
San Juan Crisóstomo. Homilia XXXVII)
En las leyes paganas la pederastía era honrada y había casas para sus prácticas
Los paganos cayeron en el vicio del amor a los jóvenes, y uno de sus sabios llegó a hacer una ley que prohibía la pederastia a los esclavos, como si fuera algo honroso. Ellos tenían casas para esa finalidad, en las cuales era practicada abiertamente. Si fuera contado todo lo que hacían, habría quedado claro que
ellos ofendían abiertamente a la naturaleza, sin que nadie los refrenase. Y en cuanto a su pasión por los jóvenes, a los que llamaban sus
paedica, no conviene ni siquiera mencionarla. (
San Juan Crisóstomo. Homilía V sobre la Carta de San Pablo a Tito)
El pecado contra natura es digno de rayos y del infierno
[Determinados hombres] entran a la iglesia deteniéndose en la belleza de las mujeres; otros, curiosos, en el frescor de la juventud de los muchachos. Después de eso, ¿es de extrañar que caiga fuego [del Cielo] y que todas las cosas sean destruidas hasta los fundamentos? Dignas de rayos y del infierno son esas cosas que fueron practicadas; pero Dios, que soporta pacientemente y con gran misericordia, pone de lado su furor durante un tiempo, llamándoos al arrepentimiento y a la enmienda. (
San Juan Crisóstomo. Homilía III sobre el Evangelio de San Mateo)
… juzga la idea de moral que tiene Francisco
El premio es dado por la intención buena o mala con que se obra
Cristo no premia ni castiga la obra sencilla, sino la voluntad del que la hace. […]
No pensemos, pues, que los preceptos son imposibles. Son, por el contrario, útiles y grandemente fáciles, con tal de que estemos alertas; y acarrean grandes ventajas, tales que no sólo a nosotros mismos aprovechan, sino aun a quienes nos hieren, en gran manera. Y lo más excelente que tienen es que, al ordenarnos que soportemos los males, por el mismo caso enseñan la virtud a quienes nos dañan. Juzga el ladrón que es grande bien el apoderarse de lo ajeno. Tú en cambio le demuestras que estás dispuesto a darle aun lo que no pide: a su pequeñez y a su rapacidad contrapones tu presteza y tu virtud. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XIX sobre el Evangelio de San Mateo)
Que nadie comulgue, si no es discípulo del Señor
Voy a decir algo más espantoso: no es mal tan grave que los endemoniados estén dentro de la Iglesia, como que entren esos de quienes dice Pablo que pisotean a Cristo, que profanan la sangre del Testamento e injurian a la gracia del Espíritu Santo.
Mucho peor que el endemoniado es el pecador que se acerca a la Eucaristía. Porque el endemoniado no merece castigo por serlo; mas
los que indignamente se acercan a la Eucaristía son entregados a suplicio eterno. No expulsemos, pues, sólo a los endemoniados, sino a todos sin excepción que veamos se acercan indignamente.
Que nadie, pues, comulgue, si no es discípulo del Señor. Que ningún Judas le reciba, porque no le pase lo que a Judas. (
San Juan Crisóstomo. Homilía 82 sobre el Evangelio de San Mateo, n. 6)
Sufren gran castigo los que vuelven al pecado
Llevemos vida digna del amor de quien nos ha llamado, digna de la vida misma del cielo, digna del honor que se nos ha concedido. […] Cuando estáis, pues, destinados a participar de tan altos bienes, […]
¿qué castigo no sufriréis si después de don tan alto volvéis al vómito? Porque ya no seréis castigados simplemente por haber pecado como hombres, sino como hijos de Dios, y
la grandeza misma del honor recibido se os convertirá en motivo de mayor castigo. […]
¿Qué perdón tendremos nosotros, a quienes se nos ha prometido el cielo mismo y hemos sido hechos coherederos con el Unigénito del Padre? ¿Qué perdón, repito, tendremos si después de recibir a la paloma corremos tras la serpiente? Ya no se nos dirá como a Adán: “Tierra eres y a la tierra volverás”; o aquello de: “Con sudor trabajarás la tierra”, no lo otro de que antes habla la Escritura, sino cosas mucho más terribles: las tinieblas exteriores, las cadenas irrompibles, el gusano venenoso, el crujir de dientes. Y con mucha razón. Porque
quien con tan grande beneficio no se ha hecho mejor, bien merece sufrir el último y más duro suplicio. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XII sobre el Evangelio de San Mateo, n. 3-4)
Los pecadores que no sienten dolor de los pecados irritan y ofenden a Dios
Lo mejor indudablemente es no pecar en absoluto; pero después del pecado, lo mejor es que el pecador sienta su culpa y se corrija. Si esto no tenemos, ¿cómo podremos rogar a Dios y pedirle perdón de nuestros pecados, cuando ningún caso hacemos de ellos? Porque
si tú mismo, que has pecado, no quieres saber ni siquiera que has pecado ¿de qué le vas a pedir perdón a Dios, cuando ignoras tus mismos pecados? Confiesa, pues, tus pecados tal como son, por que así te des cuenta de lo que se te perdona y seas agradecido. […] Cuando, empero, hemos ofendido a Dios, dueño del universo, nos quedamos con la boca abierta, nos desmayamos, y nos entregamos al placer, y nos embriagamos, y seguimos en todo y por todo nuestra vida habitual. ¿Cuándo, pues, esperamos hacérnosle propicio? ¿No será así que con nuestra insensibilidad le ofenderemos aún más que con el pecado mismo? Y, en efecto,
más que el pecado mismo, irrita y ofende a Dios que los pecadores no sientan dolor alguno de sus pecados. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XIV sobre el Evangelio de San Mateo, n. 4)
La diferencia entre los ladrones: uno recibió como herencia el Reino de los cielos, y el otro fue lanzado a los infiernos
¿Qué, preguntarás, tan grandes cosas hizo el ladrón, que después de la cruz pudiera alcanzar el paraíso? ¿Quieres que demostremos brevemente su virtud? ¡Mientras allá abajo Pedro negaba, él allá arriba confesaba! Y esto no lo digo acusando a Pedro, ¡lejos eso de mí!, sino para manifestar la magnanimidad del ladrón. El discípulo no soportó las amenazas de una bellísima muchacha, mientras que el ladrón, contemplando a todo el pueblo que lo rodeaba y gritaba y profería blasfemias y dicterios, no se cuidó de eso, ni pensó en la vileza presente del Crucificado; sino que, pasando por encima de todo, con los ojos de la fe, y dejando a un lado todos esos viles impedimentos, reconoció al Rey de los cielos; y con el ánimo humillado ante él, le decía: ¡Acuérdate de mí cuando estés en tu reino! […] Había, en efecto, otro ladrón crucificado juntamente con él, para que se cumpliera aquello de que fue contado entre los criminales. […] Así pues: el otro ladrón lo insultaba. ¿Ves la diferencia de ladrón a ladrón? ¡Ambos están en la cruz! ¡Ambos lo están por su vida de latrocinios! ¡Ambos por su iniquidad! ¡Pero no tienen ambos la misma suerte! Porque el
uno recibió como herencia el Reino de los cielos, y el otro fue lanzado a los infiernos. […]
Se diferencian el ladrón y el ladrón: aquél injuria, éste adora; aquél blasfema, éste bendice y aun increpa al blasfemo con estas palabras: ¿Tampoco tú temes a Dios? ¡Porque nosotros recibimos lo que hemos merecido por nuestras obras! […] Dios es justo Juez, y su juicio brotará como una luz que no puede oscurecerse ni por la ignorancia ni por las tinieblas. Y para que no fuera a excusarse con que a Jesús lo había condenado el tribunal de acá abajo, lo condujo al de allá arriba, y lo amonestó con aquel terrible tribunal. Como si le dijera: ¡Mira a aquél y no darás sentencia de condenación ni te pondrás del lado de los jueces terrenos y corrompidos; sino que aceptarás la sentencia dada allá arriba! (
San Juan Crisóstomo. Homilía I acerca de la cruz y del ladrón)
Abrumado de tormentos, el buen ladrón pide a la fuente de la justicia que perdone su maldad
El buen ladrón predicaba a los presentes, reflexionando sobre las palabras con que el otro increpaba al Salvador. Pero cuando vio que estaban endurecidos sus corazones, se volvió hacia Aquél que conoce los secretos de la conciencia. Prosigue: “Y decía a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino”. Ves un crucificado, y lo confiesas Dios. Ves el aspecto de un sentenciado, y publicas su dignidad de rey.
Abrumado de tormentos, pides a la fuente de la justicia que perdone tu maldad. Ves, aunque oculto, el reino, mas tú olvidas tus maldades públicas, y reconoces la fe de una cosa oculta.
La iniquidad perdió al discípulo de la verdad; la misma verdad, ¿no perdonará al discípulo de la iniquidad? (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena Aurea in Lc 23, 38-43)
Imitemos a Jesús amonestando y amenazando
Sabiendo esto nosotros,
pongamos todos los medios para convertir a los pecadores y a los tibios, amonestándolos, adoctrinándolos, rogándoles, exhortándolos, aconsejándolos, aun cuando nada aventajemos. Sabía Jesús de antemano que Judas jamás se enmendaría; y sin embargo no cesaba de poner lo que estaba de su parte, amonestándolo, amenazándolo, llamándolo infeliz. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LXXX sobre el Evangelio de San Mateo)
Pongamos todo nuestro empeño en el cuidado fructuoso de las cosas espirituales
Es cosa absurda que no podamos soportar que en la tarde no haya en toda la casa una lámpara ni una lumbre; y en cambio veamos tranquilos el alma sin doctrina. De aquí provienen muchos pecados: de que no encendemos velozmente la lámpara del alma. De aquí nace el que cada día caigamos. De aquí se origina el que recojamos con la mente muchas cosas, pero al acaso y de pasada; de modo que una vez oída la lectura de la palabra divina, antes de que pongamos los pies fuera del vestíbulo de la iglesia, al punto la echamos de nosotros; y así, apagada la luz, caminamos en tinieblas. Si acaso esto nos ha acontecido anteriormente, que ya no nos suceda en adelante; sino que tengamos constantemente encendida en la mente la lámpara; y más bien procuremos adornar el alma que no el hogar. Porque éste aquí se queda, pero el alma va con nosotros a la otra vida. Por eso debemos poner más cuidado en ella. Pero
hay algunos tan necios que adornan sus casas con dorados artesones, y en el piso ponen variados mosaicos, y añaden pinturas de flores y el esplendor de las columnas y otras muchas cosas; y en cambio al alma la abandonan en un estado peor que el de una hospedería deshabitada y llena de lodo, humo y mucho mal olor, y en fin totalmente abandonada. Y todo esto sucede porque la lámpara de la doctrina no permanece constantemente encendida. Por esto mismo desechamos lo que es fructuoso y en cambio nos ocupamos diligentemente de lo que no es de ningún valor. Y lo digo no únicamente para los ricos, sino también para los pobres. Porque éstos muchas veces adornan según sus posibilidades sus casas y en cambio dejan su alma abandonada y descuidada. Por esto,
dirijo mi enseñanza a unos y a otros, y los exhorto a que, habiendo hecho a un lado los negocios de este mundo, pongamos todo nuestro empeño en el cuidado fructuoso de las cosas espirituales. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXXI segunda pronunciada en la ciudad en honor de los mismos santos mártires)
Colaboran con el diablo los prelados que abren las puertas de la Iglesia al error
Un precipicio y peligro no pequeño se propone aquí a los prelados, a quienes especialmente se ha encomendado el cuidado del campo. […] Porque
muchos prelados, habiendo dejado entrar en la Iglesia a malvados herejes, dieron amplio lugar a semejantes asechanzas. Porque ningún trabajo le queda al demonio, una vez que ha introducido a semejantes hombres. […] Una vez que creció la hierba y dio fruto, entonces apareció la cizaña: que es lo que hacen los herejes. Al principio se ocultan: pero una vez que adquieren mayor confianza y facilidad para hablar, entonces derraman su veneno. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XLVI sobre el Evangelio de San Mateo)
… juzga la idea de pastor que tiene Francisco
No podemos descuidarnos de nosotros mismos
No te preocupes de las cosas de los demás con descuido de ti mismo y de tus intereses, cosa que ahora todos hacen, pareciéndose a los que trabajan en las minas que ninguna utilidad ni riqueza sacan de semejante trabajo, sino muy grave daño, pues
en vano se exponen a los peligros en bien de otros, sin obtener para sí ganancia de los sudores y aun de la muerte que muchas veces les acontece. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LV sobre el Evangelio de San Mateo)
La perfección de la propia conducta ayuda a sacar las personas de las tinieblas
No es posible que quien de verdad se empeñe por ser santo deje de tener muchos que no le quieran; pero eso no importa, pues hasta con tal motivo aumenta la corona de su gloria.
Por eso, a una sola cosa hemos de atender: a ordenar con perfección nuestra propia conducta. Si hacemos esto, conduciremos a una vida cristiana a los que andan en tinieblas. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XV sobre el Evangelio de San Mateo)
El mal ejemplo del maestro solo hace prosélitos más perversos
Recorréis la tierra y el mar para ganar un prosélito; y cuando ya lo es, lo hacéis reo de la gehena, […] tras de muchos trabajos y dificultades, no le ayudáis […] y no sólo descuidados, sino traidores, pues con su
mal ejemplo de vida lo tornan peor.
Cuando el discípulo ve a semejantes maestros, se torna peor; porque no se contiene en el grado de perversidad del maestro; sino que si el maestro es bueno, lo imita; pero si es malo, él lo supera en perversidad, por lo fácil que es arrojarse a lo peor. Y al decir: Hijo de gehena, significa simplemente la gehena. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LIII sobre el Evangelio de San Mateo)
… juzga la idea de marginados que tiene Francisco
El bautismo nos hace hermanos de Cristo…
Mas si son sus hermanos, ¿por qué los llama pequeñitos? Por lo mismo que son humildes, pobres y abyectos. Y no entiende por éstos tan sólo a los monjes que se retiraron a los montes, sino que también a cada fiel aunque fuere secular; y, si tuviere hambre, u otra cosa de esta índole,
quiere que goce de los cuidados de la misericordia: porque el bautismo y la comunicación de los misterios le hacen hermano. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena aurea in Mt 25, 31-45)
Para darnos a entender la gran indignación que le causan los pecados, Jesús empieza sus razonamientos con una imprecación
“Hipócrita, arroja primero la viga de tu propio ojo”. Quiere darnos a entender el Señor la grande indignación que le producen los que obran de este modo. Y es así que
siempre que quiere declararnos la grandeza de un pecado y la grande ira y castigo que merece, empieza su razonamiento por una imprecación. […] Así aquí
la imprecación de ¡hipócrita! Porque esos juicios no nacen de solicitud, sino de odio. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXIII sobre el Evangelio de San Mateo, n. 2)
Justicia, benignidad y verdad son las virtudes purifican nuestra alma
Estas virtudes son las que alimentan nuestra vida y purifican el alma: justicia, benignidad y verdad. Hay otra que lleva al perdón y es la misericordia. Esta no nos permite ser demasiado severos con los pecadores ni difíciles para conceder el perdón, con lo cual conseguimos una doble ganancia, pues nos hacemos misericordiosos y alcanzamos del común Dios de todos grande misericordia. Ella nos persuade que nos condolamos de los oprimidos y que los venguemos.
La justicia a su vez no nos permite defraudarlos y ser dobles para con ellos. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LXXIII sobre el Evangelio de San Mateo)
Los pobres de espíritu son los humildes y contritos de corazón
Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.
¿Quiénes son los pobres de espíritu? Los humildes y contritos de corazón. Porque aquí por espíritu se entiende el alma y el propósito de la voluntad. Muchos hay que son humildes, pero no voluntariamente, sino obligados por las circunstancias. Pero, dejando esto a un lado —pues tal humildad ninguna alabanza merece— llama bienaventurados en primer lugar a quienes voluntariamente se humillan y abajan. Mas ¿por qué no dijo humildes, sino oprimidos por el temor? Porque esto segundo es más excelente. Se refiere aquí a los que guardan con santo temor los preceptos de Dios y lo temen, a los cuales, dice por Isaías, los tiene como muy aceptos:
Mis miradas se posan sobre los humildes y sobre los de corazón contrito. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XV sobre el Evangelio de San Mateo)
Ser pobre de espíritu es estar predispuesto para cosas más elevadas
En el Evangelio de San Mateo, dijo que eran bienaventurados los pobres de espíritu, para que comprendamos que el ser pobres de espíritu es tanto como tener una inteligencia modesta y humilde en cierto sentido. Por lo que dice el Salvador: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29) Aquí dice:
Bienaventurados los pobres —sin añadir de espíritu— para designar a los que desprecian las riquezas. Convenía, pues, que cuando predicasen el Evangelio, no pensasen en la codicia, sino que tuviesen su espíritu predispuesto para cosas más elevadas. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena aurea in Lc 6, 20-23)
Los actos de Jesús no eran una comedia
Porque no únicamente
arrojó del templo a los vendedores, sino que derribó las mesas y derramó por el suelo los dineros, en tal forma que ellos pensaran que quien por el decoro de la Casa del Señor se exponía a peligro, no despreciaría al Señor de la Casa. Si todo aquello hubiera sido una simple comedia, bastaba con haberlos exhortado, porque exponerse a peligro era ya cosa de audacia. No era pequeña hazaña el exponerse a las iras de aquellos placeros, hombres embrutecidos, es decir, de aquellos mercaderes; y cargar de injurias a semejante plebe e irritarla contra sí. No era eso propio de quien representa una comedia, sino de quien acomete toda clase de peligros por el honor de la Casa de Dios. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXIII sobre el Evangelio de San Juan)
“De Mí aprenderéis la verdad, la cual os librará de los pecados”
Pues dice el evangelista: Muchos de sus discípulos se echaron atrás y ya no andaban públicamente con El
. Conoceréis la verdad. Es decir, me conoceréis a Mí, porque: Yo soy la verdad. Todas las cosas de los judíos eran sombras y figuras; pero de Mí aprenderéis la verdad, la cual os librará de los pecados. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LIV sobre el Evangelio de San Juan)
Jesucristo no puede decir nada que no sea conforme Dios y el Espíritu Santo
Porque
nada dice que no venga de Dios; nada que no sea del Espíritu Santo. Dios es veraz. Con lo cual indica que nadie puede no creer en Cristo sin que por el mismo hecho acuse a Dios de mentira, puesto que fue quien envió a Cristo. Como Cristo nada dice fuera de lo que el Padre le comunicó, sino que todo es del Padre, quien no acepta el testimonio de Cristo tampoco acepta lo que dice el Padre, que es quien envió a Cristo. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXX sobre el Evangelio de San Juan)
Las palabras de Jesús no son pasibles de engaño, mientras nuestros sentidos fácilmente se equivocan
Obedezcamos a Dios en todo. No le discutamos lo que nos dice, aun cuando nos diga lo que parezca contrario a nuestra razón e inteligencia: prevalezcan sus palabras sobre nuestra razón e inteligencia. Procedamos así en los misterios, sin atender únicamente a lo que cae bajo el dominio de nuestros sentidos, sino apegándonos a sus palabras.
Sus palabras no pueden engañar. En cambio, nuestros sentidos fácilmente se engañan. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LXXXII sobre el Evangelio de San Mateo)
Jesús expulsó los mercaderes para demonstrar su conformidad con Dios
Arrojó del templo a los cambistas, comerciantes y vendedores de palomas, bueyes y ovejas que ahí se habían establecido. Otro evangelista refiere que mientras los echaba fuera, les iba diciendo: “No hagáis de la casa de mi Padre cueva de ladrones”. Juan dice casa de traficantes. No es que ambos se contradigan, sino que demuestran que los
arrojó dos veces y que esto no sucedió en un mismo tiempo, sino ahora al principio de su predicación y luego cuando fue para su Pasión.
Por lo cual en la segunda vez usó ese lenguaje de mayor vehemencia diciendo cueva, cosa que no hizo al principio, sino que usó de una reprensión más moderada. Es pues verosímil que lo haya hecho dos veces. Preguntarás: ¿por qué Cristo procedió así y echó mano de una vehemencia tan grande cuanta no se encuentra en otra ocasión alguna, cuando lo llamaron samaritano, poseso, y lo colmaron de injurias y ultrajes? Porque no contento con las palabras los arrojó del templo con un azote. […] Pero instarás: ¿por qué procedió así? Porque iba a suceder que curara en sábado e hiciera otras obras parecidas que ellos juzgaban como transgresiones de la ley. Pues bien:
para que no pareciera ser El adversario de Dios y que en tales obras se rebelaba contra su Padre, desde ahora corrige semejante sospecha de ellos. Quien tan gran indignación demostraba en honor del templo, sin duda que no iría a ser un adversario del Señor que en el templo se adoraba. Por lo demás bastaban los años anteriores en que había vivido sujeto a la ley, para demostrar su reverencia al Legislador y que en forma alguna combatiría contra la ley. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXIII sobre el Evangelio de Juan)
Jesús se expuso al peligro por amor a la casa de Dios
No únicamente arrojó del templo a los vendedores, sino que derribó las mesas y derramó por el suelo los dineros […]. No era pequeña hazaña el exponerse a las iras de aquellos placeros, hombres embrutecidos, es decir, de aquellos mercaderes; y cargar de injurias a semejante plebe e irritarla contra sí.
No era eso propio de quien representa una comedia, sino de quien acomete toda clase de peligros por el honor de la Casa de Dios.
De modo que no solamente con las palabras, sino también con las obras manifiesta su concordia con el Padre. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXIII sobre el Evangelio de Juan)
La vida del cristiano es de combate y lucha, no de diversión y de placer
Se ha echado encima una gran pelea y nuestra batalla es contra las Potestades invisibles; nuestro combate es contra los espíritus de la maldad, contra los Príncipes del mal. Ojalá que procediendo con diligencia, vigilantes y despiertos, podamos sostenernos y hacer frente al feroz escuadrón. Pero
si nos entregamos a la risa, a la danza y a ser perpetuamente perezosos, por nuestra desidia caeremos aun antes de combatir.
Así es que no nos conviene andar perpetuamente riendo y entregarnos a los banquetes. Eso es propio de quienes danzan en el teatro, de las meretrices, de los que para eso se hacen cortar el pelo, de los parásitos, de los aduladores; pero no de quienes están destinados al cielo, de los que tienen sus nombres escritos entre los ciudadanos de la eterna ciudad, de los que están dotados de armas espirituales. Es propio de aquellos a quienes el diablo ha iniciado en aquello otro.
Porque es él, él mismo, quien con artimañas de este jaez se esfuerza por este camino en debilitar a los soldados de Cristo y volver muelles los nervios y las fuerzas del alma. (
San Juan Crisóstomo. Homilía VI sobre el Evangelio de San Mateo)
Consumir las energías en lo temporal es traicionar la salvación
¡Qué lo de esta vida es un juego de niños, pero lo futuro no es un juego de niños! Y aun quizá esta vida no es un juego de niños, sino algo peor aún. Porque no termina en risas, sino que trae consigo un grave daño a quienes no quieren ordenar diligentemente sus costumbres. […] ¡Seamos, pues, varones!
¿Hasta cuándo nos arrastraremos por tierra, ensoberbecidos con piedras y maderos? ¿Hasta cuándo andaremos en juegos de niños? Y ¡ojalá solamente jugáramos! Ahora, en cambio, estamos traicionando nuestra salvación. A la manera de los niños que abandonan sus lecciones y gastan todo su tiempo en juegos semejantes, quedan sujetos a muy duros castigos, así
nosotros, al consumir en tales cosas todos nuestros anhelos, cuando se nos exigían por medio de las obras las pruebas de nuestro aprendizaje, por no poder darlas sufriremos el más tremendo de los castigos; y no habrá quien nos libre, así sea nuestro padre o hermano u otro cualquiera.
Todas estas cosas presentes desaparecerán; pero el castigo que por ellas nos sobrevenga es eterno y permanecerá para siempre. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XXIII sobre el Evangelio de San Mateo)
Los negocios humanos son humo que ciega para la eternidad
¿No has notado cómo los ojos corporales derraman lágrimas cuando están entre el humo; y en cambio se tornan más perspicaces y sanos cuando están en un aire transparente y en un prado, junto a las fontanas, en los huertos? Lo mismo sucede con los ojos del alma. Si ésta se pasea y alimenta en el prado de las Sagradas Escrituras, su ojo será limpio, claro, perspicaz;
mientras que si se sumerge en las humaredas de los negocios seculares, su ojo se cubrirá de llanto y lágrimas así al presente como en lo futuro. Porque los humanos negocios son como el humo. (
San Juan Crisóstomo. Homilía II sobre el Evangelio de San Mateo)
La pobreza es buena según los sentimientos de los que la padecen
Hay cosas que son buenas, otras malas y otras medianas. La castidad, la humildad y otras virtudes semejantes, son de las primeras; y cuando el hombre las elige, hace el bien. Las opuestas a éstas son las malas, y hace el mal el hombre que las acepta. Y, en fin,
las medianas, como por ejemplo las riquezas, son las que se destinan al bien, como en la limosna, o al mal, como en la avaricia. Lo mismo sucede respecto de la pobreza, que lleva a la blasfemia o a la sabiduría, según los sentimientos de los que la padecen. (
San Juan Crisóstomo. Hom. 8 in Ep. 2 ad Tim, citado por Santo Tomás de Aquino, Catena aurea In Lucam, c. 12, v. 16-21)
Dios habita en el justo, y la muerte en el pecador
Si amamos nuestros hermanos, incentivémoslos al dolor del pecado
Enfermedad no es la parálisis solamente, sino también el pecado: más aún, éste es peor que aquélla, tanto más cuanto el alma es mejor que el cuerpo. ¡Ea, pues! Acerquémonos también ahora nosotros a Jesús; roguémosle que frene nuestra alma, que descuidadamente procede; y haciendo a un lado todos los intereses del siglo, cuidemos únicamente de lo espiritual. Si esto consigues, luego podrás atender a aquéllos.
No te desentiendas por el hecho de que no te dueles cuando pecas, sino más bien duélete de eso mismo sobre todo: de que no tienes dolor de tus pecados. Eso te sucede, no porque el pecado no muerda, sino porque acostumbrada el alma al pecado, ha perdido la sensibilidad del mal. Piensa cómo aquellos que sí sienten sus pecados, lloran más amargamente que si se les destrozara o quemara; y cómo gimen y sufren y sollozan, con el objeto de deponer su mala conciencia: nada de esto harían si no se dolieran grandemente de sus pecados.
Cierto que sería mejor nunca pecar; pero
tras el pecado sólo queda dolerse y enmendarse. Pero
si no tenemos ese dolor y deseo de la enmienda ¿cómo pediremos a Dios perdón de pecados a los que no damos ninguna importancia? Si tú que pecaste no quieres ni siquiera saber que pecaste ¿suplicarás a Dios el perdón de faltas de que no te das cuenta que cometiste? ¿Cómo apreciarás entonces la grandeza del don? […] ¿Acaso no lo irritamos más aún?
Porque el no dolemos de nuestros pecados es cosa que más lo provoca a ira que el mismo pecado.(
San Juan Crisóstomo. Homilía XIV sobre el Evangelio de San Mateo)
Pongamos todos los medios para convertir a los pecadores
Sabiendo esto nosotros,
pongamos todos los medios para convertir a los pecadores y a los tibios, amonestándolos, adoctrinándolos, rogándoles, exhortándolos, aconsejándolos, aun cuando nada aventajemos. Sabía Jesús de antemano que Judas jamás se enmendaría; y sin embargo no cesaba de poner lo que estaba de su parte, amonestándolo, amenazándolo, llamándolo infeliz. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LXXX sobre el Evangelio de San Mateo)
Sé atento para que preocupándote de lo ajeno no descuides lo tuyo
Mirad cómo la salvación del alma por modo no debido es pérdida, y pérdida peor que todas las pérdidas, pues no tiene remedio y nada hay con que rescatar el alma. […] Pon con su alma la tierra entera. ¿Qué provecho sacará de ello, si su alma se ha perdido eternamente? […] Aún cuando seas dueño del mundo entero, aun cuando seas rey de toda la tierra y pagues por precio cuanto hay en la tierra entera, no serás capaz de comprar una sola alma. […]
Pon todo tu empeño en procurar su salvación. Mira, pues, que, preocupándote de lo ajeno, no te descuides de lo tuyo. Que es lo que hacen ahora todos, semejantes a los que trabajan en las minas. Éstos ningún provecho sacan de todo aquel trabajo y riqueza. Antes bien mucho daño, pues exponen sin motivo al peligro y se exponen en interés de otros, y nada sacan de todos sus sudores y peligros de muerte. ¡Cuántos hay que ahora imitan a estos desgraciados, que se afanan explotando riquezas para otros! O, por decir mejor, estos son más desgraciados que los infelices condenados a las minas, ya que después de tantos trabajos les espera el infierno. Por lo menos, para aquellos, la muerte pone fin a todos sus sudores; para éstos, en cambio, la muerte será comienzo de grandes males. […]
El alma es lo principal en nosotros. Cristo te dirá nuevamente: “¿Qué dará el hombre por compensación o a cambio de tu su alma?” Que es mandarte que
pienses en ella en todo momento y solo de ella hagas cuenta. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, homilía 55, n. 4-5)
No abramos las puertas a hombres corrompidos
Llama aquí perros a los que viven en una impiedad incurable y no hay esperanza de que se mejoren. Y llama cerdos a los que llevan una vida destrozada por la continua lujuria.
A todos esos los declaró indignos de escuchar su doctrina. Cosa que también Pablo significó con estas palabras: Pues
el hombre animal no percibe las cosas del Espíritu de Dios; para él son locura. También en otras partes repite que
la vida corrompida es causa de que no se acepten los principios y fundamentos de la vida de perfección. Y por esto ordena que
no se les abran las puertas a tales hombres. (
San Juan Crisóstomo. Comentario al Evangelio de San Mateo, homilía 23)
Con malvados herejes en la Iglesia, ningún trabajo queda al demonio
Un precipicio y peligro no pequeño se propone aquí a los prelados, a quienes especialmente se ha encomendado el cuidado del campo. […] Y se declara cómo el error vino en pos de la verdad, cosas que los sucesos han confirmado. Porque en pos de los profetas llegan los pseudoprofetas; en pos de los apóstoles, los pseudoapóstoles; en pos de Cristo, el Anticristo. Pues si
el diablo no ve algo que imitar o algunos a quienes armar asechanzas, ni las pone ni sabe nada.
No pudiendo arrancar lo que ya ha arraigado, ni sofocarlo, ni quemarlo, se vale de otra astucia, y siembra en otros su propia simiente. […] Porque
muchos prelados, habiendo dejado entrar en la Iglesia a malvados herejes, dieron amplio lugar a semejantes asechanzas. Porque ningún trabajo le queda al demonio, una vez que ha introducido a semejantes hombres. […] Es lo que hacen los herejes, […] al principio se ocultan: pero una vez que adquieren mayor confianza y facilidad para hablar, entonces derraman su veneno. (
San Juan Crisóstomo. Comentario al Evangelio de San Mateo, homilía 46)
Remedio contra el orgullo, fuerza de Dios en hombres débiles
El que confiesa Cristo públicamente tendrá facilidad de convencer un gran número
“A todo el que me confesare, pues, delante de los hombres, también le confesaré Yo delante de mi Padre, que está en los cielos; y al que me negare delante de los hombres, también le negaré Yo delante de mi Padre, que está en los cielos” (Mt 32-33).
Y no solamente exige la confesión mental, sino también la oral, a fin de que nos anime a una intrépida predicación y a un amor más grande, haciéndonos superiores a nosotros mismos.
Y no solamente se dirigen estas palabras a los Apóstoles, sino a todos los hombres en general, porque, no sólo a los Apóstoles, sino también a sus discípulos les da la fortaleza. Y
el que observa esto ahora, no sólo tendrá la gracia de hablar en público, sino que tendrá también la de convencer con facilidad a un gran número, porque por la obediencia a su palabra ha hecho de muchos hombres apóstoles. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena aurea in Mt 10, 32-33)
Ministerio que tiene la clase de las cosas celestiales
El sacerdocio se ejercita en la tierra, pero tiene la clase de las cosas celestiales, y con razón; porque no
ha sido algún hombre, ni ángel, ni arcángel, ni alguna otra potestad creada, sino
el mismo Paráclito el que ha instituido este ministerio, y el que nos ha persuadido, a que permaneciendo aun en la carne, concibiésemos en el ánimo el ministerio de los ángeles. De aquí resulta, que el sacerdote debe ser tan puro, como si estuviera en los mismos cielos entre aquellas potestades. (
San Juan Crisóstomo. Sobre el sacerdocio, lib. III, n. 304)
Ornados con un principado más excelso
Honra a su Padre y no lo contraría
Jesucristo declaró ser el Señor del universo y la luz del mundo
¿Qué dice Cristo? Pues ellos continuamente traían en la boca lo de profeta y Galilea, El los saca de semejante opinión y
les declara no ser uno de los profetas, sino el Señor del universo. Les dice: Yo soy la luz del mundo. No de Galilea, no de Judea, no de Palestina. Y los judíos ¿qué le responden?: Tú das testimonio de ti mismo. No es fidedigno tu testimonio. ¡Ah necedad! […] ¿Cuál fue el testimonio que dio?: Yo soy la luz del mundo.
Sentencia altísima, altísima verdad. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Juan. Homilía LII)
… juzga las ideas presentes en la Laudato Sí´
El hombre, solo, merece mayor consideración que el resto de la creación visible
¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración? Es el hombre, grande y admirable figura viviente,
más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre,
para él existen el cielo y la tierra y el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su Hijo único por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta él y se sentara a su derecha. (
San Juan Crisóstomo. Sermones in Genesim. Sermo 2, 1: PG 54, 587-588)
El hombre es más precioso a los ojos de Dios que toda la creación
¿Cuál es, pues, el ser que va a venir a la existencia rodeado de semejante consideración?
Es el hombre, grande y admirable figura viviente, más precioso a los ojos de Dios que la creación entera; es el hombre, para él existen el cielo y la tierra, el mar y la totalidad de la creación, y Dios ha dado tanta importancia a su salvación que no ha perdonado a su único Hijo por él. Porque Dios no ha cesado de hacer todo lo posible para que el hombre subiera hasta Él y se sentara a su derecha. (
San Juan Crisóstomo. Sermones sobre el Génesis, 2, 1: PG 54, 587-588. citado por el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 358)
… juzga la idea sobre ofrecer rosarios que tiene Francisco
Dios no se hastía con el que reza mucho, sino cuando se calla
El que te redimió y el que quiso crearte, fue quien lo dijo.
No quiere que cesen tus oraciones; quiere que medites los beneficios cuando pides y quiere que por la oración recibas lo que su bondad quiere concederte.
Nunca niega sus beneficios a quien los pide y por su piedad excita
a los que oran a que no se cansen de orar. Admite, pues, con gusto las exhortaciones del Señor: debes querer lo que manda y debes no querer lo que el mismo Señor prohíbe. Considera, finalmente, cuánta es la gracia que se te concede: tratar con Dios por la oración y pedir todo lo que deseas. Y aunque el Señor calla en cuanto a la palabra, responde con los beneficios. No desdeña lo que le pides, no se hastía sino cuando callas. (
San Juan Crisóstomo citado por Santo Tomás de Aquino. Catena aurea in Lc 18,1-8)
Los pedazos que sobraron, prueba del milagro para los que no estaban presentes
Les dio los cinco panes ya partidos; y
estos cinco panes, como si fueran una fuente, se multiplicaban y brotaban de las manos de los discípulos. No terminó con esto el milagro; sino que
hizo Jesús que no solamente los panes sobreabundaran, sino también los pedazos, para que se viera que estos pedazos eran de aquellos panes y pudieran también los que no estaban presentes saber lo que había sucedido. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XLIX sobre el Evangelio de San Mateo)
Jesús quiso que sobraran panes para demonstrar que la autenticidad del milagro
Por mi parte
yo me admiro no únicamente de la abundancia de panes, sino además de la multitud de fragmentos y de lo exacto del número; y de que Jesús cuidara de que no sobraran ni más ni menos, sino los que El quiso, pues sabía de antemano cuántos panes se iban a consumir; lo que fue señal de un poder inefable. De modo que
los fragmentos confirmaron ambos milagros y demostraron que no era aquello simple fantasmagoría, sino restos de los panes que habían comido. (
San Juan Crisóstomo. Homilía XLII sobre el Evangelio de San Juan)
Cuando nuestras obras son por amor a Cristo, lo pesado se hace dulce
Obedezcamos, pues, a las palabras del Señor, y no contendamos ni pleiteemos. Porque, aparte de la recompensa,
estos mandamientos encierran en sí mismos sumo placer y provecho. Y,
si al vulgo le parecen pesados, y que reclaman mucho esfuerzo, considerad que todo eso lo hacéis por amor de Cristo, y lo pesado se os hará dulce. Si este pensamiento nos acompaña constantemente, no solo no sentiremos peso ninguno, sino que gozaremos por todos lados de muy grande placer. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 16, n. 14)
Las leyes no son crueles ni molestas o pesadas. Todas proceden de una sola y misma providencia
¿Veis como los mandamientos de Dios no suponen crueldad, sino mucho amor a los hombres? Y ni por eso llamas duro y pesado al legislador. […] El Dios del Antiguo Testamento, que ellos tienen por cruel, resultaría ser el benigno y manso, y el del Nuevo Testamento, a quien confiesan por bueno, sería el duro y pesado, según su locura. Según su locura, digo, porque nosotros no admitimos más que un solo y mismo legislador de uno y de otro Testamento, que
todo lo dispuso convenientemente y acomodó a la diferencia de los tiempos la diferencia de sus leyes. Consiguientemente,
ni las antiguas leyes son crueles, ni las nuevas molestas y pesadas, sino todo procede de una sola y misma providencia. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 16, n. 7)
La confesión de los pecados no puede coexistir con las liviandades
Ahora es tiempo de confesar los pecados para los catecúmenos y para los ya bautizados: para aquéllos, a fin de que, tras de cumplir su penitencia, se acerquen a los sagrados misterios; para éstos a fin de que limpios de las manchas contraídas después del bautismo, se acerquen a la sagrada mesa con una conciencia pura. Apartémonos de esta forma muelle de vivir y disoluta. Porque no,
no pueden coexistir la confesión y las liviandades. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de Mateo, 10)
Creer no es suficiente para la salvación
Mucho peor que un endemoniado es el pecador que se acerca a la Eucaristía
Voy a decir algo más espantoso:
no es mal tan grave que los endemoniados estén dentro de la Iglesia, como que entren esos de quienes dice Pablo que pisotean a Cristo, que profanan la sangre del Testamento e injurian a la gracia del Espíritu Santo. Mucho peor que el endemoniado es el pecador que se acerca a la Eucaristía. Porque el endemoniado no merece castigo por serlo; mas
los que indignamente se acercan a la Eucaristía son entregados a suplicio eterno. No expulsemos, pues, sólo a los endemoniados, sino a todos sin excepción que veamos se acercan indignamente. Que nadie, pues, comulgue, si no es discípulo del Señor. Que ningún Judas le reciba, porque no le pase lo que a Judas. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 82, 6)
Los mismos símbolos de la derrota ahora son causa de nuestro triunfo
Una virgen, un árbol y la muerte eran los símbolos de nuestra derrota… Ved pues
ahora, cómo
los mismos son causa de nuestro triunfo…
En vez de Eva, María; en vez del árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol de la Cruz; en vez de la muerte de Adán, la muerte del Señor. (
San Juan Crisóstomo. Homilía 22 sobre la Santa Pascua, 22: PG. 52,768)
Cuando las pruebas se hacen más rigurosas, la gracia adquiere intensidad
Hay aquí un nuevo pensamiento, que se indica en términos velados:
cuando las pruebas se hicieron más rigurosas, tanto más la gracia adquirió persistencia e intensidad: “Así que muy a gusto me glorío de mis debilidades” (2 Cor 12, 10)”.
¿Qué debilidades, dime? “Insultos, las privaciones, y las dificultades sufridas por Cristo”. ¿Vea cómo aquí la explicación es más clara? En estos diferentes tipos de debilidades, que no habla de fiebres o cualquier otra enfermedad del cuerpo, pero de los insultos, la persecución y la ansiedad. ¿Entiendes lo que muestra la sabiduría?
Él quería ser liberado de sus aflicciones, pero siempre y cuando Dios le dijo que esto no se daría, no sólo no fue desalentado por no obtener el efecto de su oración, sino que se regocija. De ahí el dicho: “Por eso vivo contento”, es decir,
quiero ser insultado, perseguido, quiero las angustias por Cristo. Y mediante el uso de este lenguaje que menospreciaba a los soberbios,
levantó el coraje de los fieles, impidió que ellos sonrojarse ante la idea de su sufrimiento. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre la segunda Carta a los Corintios, 26, 3)
San Pablo se gloría de las persecuciones porque son marcas de la debilidad
Más que el pecado ofende a Dios la falta de dolor de los pecadores
Más que el pecado mismo, irrita y ofende a Dios que los pecadores no sientan dolor alguno de sus pecados. A la verdad, merecido tenemos hundirnos bajo tierra y no ver más la luz del sol ni respirar en absoluto el aire si, teniendo un Señor tan fácil de aplacar, no sólo le ofendemos, sino que no nos arrepentimos de haberle ofendido. (
San Juan Crisóstomo. Homilía sobre San Mateo, 14, 4)
Después del pecado lo mejor es que el pecador sienta su culpa y se corrija
Lo mejor indudablemente es no pecar en absoluto; pero
después del pecado, lo mejor es que el pecador sienta su culpa y se corrija. Si esto no tenemos, ¿cómo podremos rogar a Dios y pedirle perdón de nuestros pecados, cuando ningún caso hacemos de ellos? Porque si tú mismo, que has pecado, no quieres saber ni siquiera que has pecado, ¿de qué le vas a pedir perdón a Dios, cuando ignoras tus mismos pecados? (
San Juan Crisóstomo. Homilía sobre San Mateo, 14, 4)
Los sodomitas destruyen al alma en el interior del cuerpo
La pasión de los que practican el pecado contra la naturaleza es satánica y sus vidas, diabólicas. […] Los sodomitas son peores que los asesinos y sería mejor morir que vivir así sin honra, pues el que mata separa solamente el alma del interior del cuerpo, en cuanto que los sodomitas destruyen el alma en el interior del cuerpo.
No hay nada, absolutamente nada tan insensato y nocivo como esta perversión. (
San Juan Crisóstomo. In Epistola ad Romanos. Homilia IV, n. 1; 2: PG 60, 417; 419)
La mancha del pecado se lava con las lágrimas y la confesión
¿La paloma del Bautismo o la serpiente del pecado?
Desde aquel momento [del bautismo], nos saca de la vida vieja a la nueva, nos abre las puertas de arriba, nos manda desde allí al Espíritu Santo y nos convida a nuestra patria celeste. Y no solo nos convida, sino que, a par, nos otorga la máxima dignidad. Porque no nos hizo ángeles o arcángeles, sino hijos amados de Dios. […] Considerando todo esto, llevemos vida digna del amor de quien nos ha llamado, digna de la vida misma del cielo, digna del honor que se nos ha concedido.
[…] Cuando estáis, pues, destinados a participar de tan altos bienes, […]
¿qué castigo no sufriréis si después de don tan alto volvéis al vómito? Porque ya no
seréis castigados simplemente por haber pecado como hombres, sino
como hijos de Dios, y la grandeza misma del honor recibido se os convertirá en motivo de mayor castigo. […]
¿Qué perdón tendremos nosotros, a quienes se nos ha prometido el cielo mismo y hemos sido hechos coherederos con el Unigénito del Padre? ¿Qué perdón, repito, tendremos si después de recibir a la paloma corremos tras la serpiente? (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 12, n. 3-4)
… juzga la idea de Primera Comunión que tiene Francisco
Altísimo sacramento que nos une estrechamente a Jesús
Lo que contemplan los ángeles temblando, lo que no se atreven a mirar sin temor cara a cara por el resplandor que de allí irradia, de eso nos alimentamos.
Con eso nos unimos estrechamente, y venimos a ser con Cristo un solo cuerpo y una sola carne. […] Él mismo nos alimenta con propia sangre y por todos los medios nos une estrechamente consigo. (
San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, Homilía 82, n. 6)
Más excelente es el alma que el cuerpo y las cosas menos preciosas que ella no pueden atraerla
¿Por qué lloras por hallarte en pobreza? ¿Por qué lloras si vives en fiesta? Porque ese tiempo es tiempo de festival. ¿Por qué lloras?
La pobreza es una fiesta si tú eres moderado y sabio. ¿Por qué lloras, oh niño? Porque a un hombre que por eso llora, lo conveniente es llamarlo niño. ¿Te ha azotado alguien? ¿Qué importa? Te ha hecho adelantar en la virtud de la paciencia. ¿Es que te robó tus dineros? Te ha quitado una gran carga. ¿Te hirió en tu fama? Pues bien: con eso me estás diciendo que posees un nuevo género de libertad. Oye cómo filosofan los gentiles: Tú nada has sufrido si sabes disimular. ¿Es que te robó aquella gran mansión circuida de muros? Pues mira que tienes delante toda la tierra y los edificios públicos, ya los quieras para tu descanso, ya para tu utilidad. ¿Hay algo más agradable y bello que el firmamento de los cielos?
¿Hasta cuándo os consideraréis mendigos y pobres? No puede ser rico quien no lleva la riqueza en el alma; lo mismo que no puede ser pobre quien no lleva la pobreza en su ánimo.
Más excelente es el alma que el cuerpo, y por esto las cosas que son menos preciosas que ella no pueden atraerla. En cambio ella, como señora que es, atrae a sí y cambia en sí aun las cosas que no le son propias. Cuando el corazón sufre algún daño, hace que lo sufra todo el cuerpo; si se descompensa, destruye todo el cuerpo. Pero si, por el contrario, se encuentra bien compensado, resulta útil a todo el cuerpo. Si cualquier otro órgano se enferma, mientras el corazón permanece interiormente sano, fácilmente echa del cuerpo cualquier enfermedad. Para mayor claridad en expresarme, pregunto: ¿De qué sirve el verdor de las ramas si la raíz del árbol está seca? ¿Qué daño se le sigue de que las hojas superiores se le sequen, si la raíz permanece sana y vigorosa? Pues igualmente, a nuestro propósito,
si el alma está pobre, ninguna utilidad acarrean las riquezas; y ningún daño acarrea la pobreza si el alma está rica. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LXXX sobre el Evangelio de San Mateo)
… juzga la idea de Iglesia-minoría que tiene Francisco
Si la levadura no transforma la masa, no es fermento
Como la levadura fermenta la harina, doce hombres convirtieron el mundo
“Es semejante el reino de los cielos al fermento que una mujer toma y pone en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta”. Pues
así como el fermento penetra la mucha harina, así vosotros convertiréis a todo el mundo. […] Es Él [Cristo] quien dio su fuerza al fermento. Para esto mezcló con las multitudes a los que ya creían en Él: para que mutuamente nos comuniquemos nuestros conocimientos. Que nadie, en consecuencia, acuse su propia debilidad:
mucha es la fuerza de la predicación; y lo que una vez ha sido fermentado, se convierte en fermento para los demás. Lo mismo que una chispita de fuego si cae sobre los leños, al quemarlos los convierte en llama y por este medio inflama otros maderos: así sucede con la predicación.
Sin embargo, Cristo no dijo llama, sino fermento. ¿Por qué? Porque en la llama no todo brota de solo el fuego, sino que también algo nace de los leños encendidos, mientras que acá todo lo hace por sí solo el fermento. Y si
doce hombres fermentaron todo el orbe, piensa cuán grande sea nuestra perversidad, pues
siendo en tan gran número no podemos, a pesar de eso, enmendar a los hombres que pecan, cuando
deberíamos bastar para fermentar a mil mundos que hubiera. (
San Juan Crisóstomo. Comentario a Mateo. Homilía 46)
No hay arte superior al de la buena educación de los hijos
Nada hay más precioso que el alma. Pues ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma? Pero todo lo pervierte y destruye el amor de los dineros y acaba con el temor de Dios: captura al alma como un tirano una ciudadela. Por él descuidamos la salvación propia y la de los hijos; y cuidamos únicamente de cómo, alcanzada una mayor opulencia. […] Las bestias están más apreciadas que los hijos, y más cuidamos de nuestros asnos y caballo que de nuestros hijos. […] Cuando se trata de poner un maestro para el alma del niño, echamos mano, sin ton ni son. Y sin embargo
no hay arte superior a ésta. Porque ¿qué hay comparable a formar un alma y a plasmar la inteligencia y el espíritu de un joven? (
San Juan Crisóstomo. Homilía LIX sobre el Evangelio de San Mateo)
Emplead todo vuestro tiempo fabricando maravillosas estatuas para Dios
Ya os he dicho que de ahí viene que el vicio sea difícil de extirpar, que nadie se preocupa por sus hijos, que nadie les habla de la virginidad, nadie de la templanza, nadie del desprecio a las riquezas y a la gloria, nadie de los preceptos que vienen en las Escrituras.
Ciertamente,
cuando desde la primera infancia los niños carecen de maestros, ¿qué será de ellos? Pues si algunos, educados e instruidos desde el seno materno y hasta la vejez, aún se tuercen, quienes desde los comienzos de su vida se han acostumbrado a oír este tipo de cosas,
¿qué malas acciones no llegarán a cometer?Ahora bien, para enseñar las artes, las letras y la elocuencia a sus hijos, cada uno se toma todo tipo de molestias, pero lo de ejercitar su alma, esto ya nadie lo tiene en la menor cuenta.
No ceso de exhortaros y rogaros y suplicaros para que, antes de cualquier otra cosa, eduquéis constantemente a vuestros hijos. Si, efectivamente, te importa el niño, demuéstralo de esta forma. […] No digo esto: apártalo del matrimonio; envíalo al desierto; prepáralo para que escoja la vida de los monjes. No digo esto. Lo quiero y desearía que todos lo abrazasen, pero, como parece ser una carga, no obligo. Cría un atleta para Cristo y, permaneciendo en el mundo, enséñale a ser piadoso desde la primera infancia.
Por tanto,
cada uno de vosotros, padres y madres, […] como unos fabricantes de estatuas,
emplead en esto todo vuestro tiempo fabricando maravillosas estatuas para Dios.Suprimid lo que sobre, añadid lo que falte y examinadlas cada día, qué cualidades naturales tienen, para hacerlas crecer, qué defectos naturales, para suprimirlos. Y con gran meticulosidad desterrad de ellos, en primer lugar, lo que esté relacionado con la intemperancia, pues esta pasión perturba especialmente las almas de los jóvenes. O mejor, antes de que la haya experimentado,
enséñale a ser sobrio, a estar despierto, a velar en oración, a marcar todo lo que diga y haga con el signo de la cruz. (
San Juan Crisóstomo. Sobre la vanagloria, la educación de los hijos y el matrimonio, n. 17-19;22)
Imitemos a Jesús amonestando y amenazando
Sabiendo esto nosotros,
pongamos todos los medios para convertir a los pecadores y a los tibios, amonestándolos, adoctrinándolos, rogándoles, exhortándolos, aconsejándolos, aun cuando nada aventajemos. Sabía Jesús de antemano que Judas jamás se enmendaría; y sin embargo no cesaba de poner lo que estaba de su parte, amonestándolo, amenazándolo, llamándolo infeliz. (
San Juan Crisóstomo. Homilía LXXX sobre el Evangelio de San Mateo)
Los judíos serán perdonados ni por la circuncisión ni por otras normas, sino sólo por el Bautismo
‘Y esta será mi alianza con ellos, cuando los purifique de sus pecados’
No cuando sean circuncidados, ni cuando sacrifiquen, ni cuando cumplan las otras normas, sino cuando encuentren absolución de sus pecados.
Si, pues, esto ha sido prometido, aunque todavía no ha acontecido con ellos, ni se han apartado mediante la absolución del Bautismo, tendrá lugar ciertamente. Así añade: ‘Porque los dones y el llamado de Dios son irrevocables’. (San Juan Crisóstomo, Homilía IX sobre la Carta a los Romanos, n.6.
Francés.
Latín-griego)
Amados en atención a sus padres, la virtud de éstos les es inútil, si no creen
Por lo tanto,
Dios no ha renunciado a llamaros, pero Él espera a que todos los gentíos que deben creer hayan entrado para que también vengan los judíos. Enseguida, él les hace otra concesión, diciendo que pero desde el punto de vista de la elección divina, son amados en atención
a sus padres’ ¿Qué quiere decir esto
? Enemigos, encuentran el suplicio; amados en atención a sus padres, la virtud de sus ancestrales les es inútil, mientras no crean. (San Juan Crisóstomo, Homilía XIX sobre la Carta a los Romanos, n.7.
Francés.
Latín-griego)
Dios necesita nuestra obediencia
… juzga la idea de que Dios nunca condena que tiene Francisco
El cristiano marcha al cielo no como simple caminante, sino como soldado
Porque te lo amonesta Pablo: ¡
Permaneced revestidos de la loriga de la justicia y calzados los pies en preparación del Evangelio de la paz. (Ep 6,14-15) Allá calzados y aquí calzados. Allá una vara, aquí una loriga. Moisés habla a quienes se preparan para emprender un camino, y
Pablo ordena a quienes han de emprender una batalla. Aquéllos de una tierra partían para otra y por esto eran caminantes; pero
yo marcho de la tierra al cielo, y por esto soy soldado. ¿Por qué?
Porque mi camino por los aires está infestado de ladrones, y los demonios me salen al paso. Por esto
llevo, como una espada desnuda, la confianza; por esto
visto la loriga de la justicia; por esto
me ciño con la verdad. Porque no soy solamente caminante, sino además milite: ¡Angosto y estrecho es el camino que conduce a la vida! (Mt 7,14). (
San Juan Cristóstomo. II Homilía acerca del bienaventurado Abrahán)
… juzga la idea de paz que tiene Francisco
Quien tiene autoridad para enseñar y no lo hace es transgresor de la Ley
Nota bien cómo [Cristo] empieza y por dónde hace resaltar las culpas de ellos. Porque dice: Enseñan, pero no obran. Como si les dijera:
cada uno tiene culpa como transgresor de la Ley, pero sobre todo el que tiene autoridad para enseñar, pues queda reo de doble y aun triple condenación. En primer lugar como transgresor: en segundo lugar
porque debiendo enseñar a los otros y enmendarlos falla en esto, y por razón de su dignidad de maestro es digno de pena mayor. En tercer lugar porque es motivo de mayor corrupción, pues procede así estando constituido en el grado de doctor de la Ley. (
San Juan Crisóstomo,Homilía LXXII sobre el Evangelio de San Mateo, n.72)
El problema no es enriquecerse, sino hacerse esclavo de las riquezas
Aquellos que las poseen [las riquezas] en justicia las reciben de Dios y las distribuyen según los mandamientos divinos. Pero aquellos que las adquieren contra Dios, las distribuyen del mismo modo, dándolas a las mujeres públicas, a los perezosos, o escondiéndolas en la tierra, sin dar nada a los pobres.
No prohíbe, pues, enriquecerse, sino hacerse esclavo de las riquezas. (
San Juan Crisóstomo. In Ioannem. Homilia XVIII, n. 3: PG 59, 123)
Quien tiene autoridad para enseñar y no lo hace es transgresor de la Ley
Nota bien cómo [Cristo] empieza y por dónde hace resaltar las culpas de ellos. Porque dice: Enseñan, pero no obran. Como si les dijera:
cada uno tiene culpa como transgresor de la Ley, pero sobre todo el que tiene autoridad para enseñar, pues queda reo de doble y aun triple condenación. En primer lugar como transgresor: en segundo lugar
porque debiendo enseñar a los otros y enmendarlos falla en esto, y por razón de su dignidad de maestro es digno de pena mayor. En tercer lugar
porque es motivo de mayor corrupción, pues procede así estando constituido en el grado de doctor de la Ley. (
San Juan Crisóstomo, Homilía LXXII sobre el Evangelio de San Mateo, n.72)
… juzga la idea de Cristo en el Juicio que tiene Francisco
El que ahora nos perdona será nuestro Juez
Pensemos continuamente en este tribunal, y así podremos ejercitarnos en la virtud. […] El que ahora perdona nuestros pecados, se sentará entonces como Juez. El que murió por nosotros ahí se mostrará juzgando a toda la humana naturaleza. Porque dice también: Abolido ya el pecado, se manifestará segunda vez para glorificación de los que aguardan su advenimiento. (San Juan Crisóstomo. Homilía XXXIX. Sobre el Evangelio de San Juan)