En África Bergoglio les rindió homenaje a los herejes anglicanos que fueron asesinados por el rey homosexual Mwanga.
A Bergoglio no les interesa la salvación de los anglicanos por eso no los llama a que se conviertan y se salven sino que predica la herejía del indiferentismo religioso. Tampoco les habló del tema de la homosexualidad que actualmente divide a los anglicanos; pero por supuesto que Bergoglio no los llamó fariseos por permitir que sus obispos sean homosexuales activos.
Quien rechaza cualquier Dogma Católico es un hereje.
Bergoglio se rebela abiertamente contra las enseñanzas de la Iglesia católica. Así como el demonio se negó a obedecer a Dios; así también Bergoglio se niega a obedecer a Dios y al Magisterio de la Iglesia. Todos los que sigan al herético Bergoglio van a la condenación eterna por haber rechazado la Verdadera Iglesia católica para unirse a la falsa iglesia ecuménica del anticristo.
Con la Bula "Apostolicae Curae" de 18 de septiembre de 1896, el Papa León XIII - confirmó las decisiones de sus predecesores - declarando solemnemente que las órdenes anglicanas son inválidas.
Bergoglio se rebela abiertamente contra las enseñanzas de la Iglesia católica. Así como el demonio se negó a obedecer a Dios; así también Bergoglio se niega a obedecer a Dios y al Magisterio de la Iglesia. Todos los que sigan al herético Bergoglio van a la condenación eterna por haber rechazado la Verdadera Iglesia católica para unirse a la falsa iglesia ecuménica del anticristo.
Bergoglio desde que estaba en Argentina es un hereje que se ha rebelado en contra del magisterio de la Iglesia. Por eso no es extraño que se hace bendecir por un hereje anglicano sino que además persuadió a su amigo anglicano Tony Palmer para no convertirse, y después de este morir recientemente en un accidente Bergoglio mandó a enterrarlo como obispo católico.
Concilio de Florencia (XVII Ecuménico)
Fuera de la Iglesia no hay salvación aun para quien derramare su sangre por Cristo
Firmemente cree, profesa y predica que nadie que no esté dentro de la Iglesia Católica, no sólo paganos, sino también judíos o herejes y cismáticos, puede hacerse partícipe de la vida eterna, sino que irá al fuego eterno que está aparejado para el diablo y, sus ángeles (Mt 25,41), a no ser que antes de su muerte se uniere con ella; y que es de tanto precio la unidad en el cuerpo de la Iglesia, que sólo a quienes en él permanecen les aprovechan para su salvación los sacramentos y producen premios eternos los ayunos, limosnas y demás oficios de piedad y ejercicios de la milicia cristiana. Y que nadie, por más limosnas que hiciere, aun cuando derramare su sangre por el nombre de Cristo, puede salvarse, si no permaneciere en el seno y unidad de la Iglesia Católica. (Denzinger-Hünermann 1351. Concilio de Florencia, Decreto para los Jacobitas, 4 de febrero de 1442)
Sínodo de Laodicea (363-364 AD)
Los “mártires” de los herejes son ajenos a Dios
Can. 9: No es permitido a los fieles católicos, en los cementerios o en los así denominados ‘martiriales de los herejes’, entrar para rogar o aspirar curas. […]
Can. 34: Los cristianos no pueden, abandonando los mártires de Cristo, ir a falsos mártires, pues son ajenos a Dios. Aquel que quisiera, sea anatema. (Concilium Laodicenum, Canones, can. 9/34 – Mansi 2, 565/569)
Can. 34: Los cristianos no pueden, abandonando los mártires de Cristo, ir a falsos mártires, pues son ajenos a Dios. Aquel que quisiera, sea anatema. (Concilium Laodicenum, Canones, can. 9/34 – Mansi 2, 565/569)
San Fulgencio de Ruspe
Quien no está en la Iglesia Católica no puede salvarse, aunque vierta su sangre por el nombre de Cristo
Cree fuertemente y no dudes en absoluto que cualquier hereje o cismático, bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, si no estuviera congregado en la Iglesia Católica, de ningún modo puede salvarse, por mayores las limosnas que haga, y incluso si derrama su sangre por el nombre de Cristo. Pues, todo hombre que no permanece en la unidad de la Iglesia, ni por ser bautizado, ni por copiosa que sea su limosna, ni por soportar la muerte por el nombre de Cristo, puede alcanzar la salvación cuando persiste en aquella perversidad, sea herética o cismática, que lleva a la muerte. (San Fulgencio de Ruspe, De regula fidei ad Petrum, c.39, n.80 – ML 65, 704)
San Cipriano de Cartago
La sangre derramada por un cismático no lava ninguna mancha
¿Consideran que Cristo está con ellos cuando se reúnen, aquellos que lo hacen fuera de la Iglesia de Cristo? Estos hombres, aunque fuesen muertos en confesión del Nombre, su mancha no será lavada ni siquiera con la sangre vertida: el pecado grande e inexpiable de la discordia no se purga ni con suplicios. No puede ser mártir quien no está en la Iglesia: no pode lograr el Reino quien abandonó Aquélla que debe reinar. Cristo nos dio la paz. Él nos mandó ser concordes e unidos, ordenó conservar los lazos de amor y de la caridad incólumes e intactos. No puede pretender mártir aquel que no conservó la caridad fraterna. (San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p. II, n.14 – ML 4, 510-511)
El suplicio sufrido por un cismático no sería corona, sino castigo de su perfidia
El bautismo de sangre de nada sirve al herejeEl suplicio sufrido por un cismático no sería corona, sino castigo de su perfidia
No pueden permanecer con Dios los que no quisieron permanecer unánimes en la Iglesia de Dios: y aunque consumidos por las llamas, arrojados al fuego o lanzados a las bestias, ellos perdiesen la vida, no sería una corona de fe, mas antes castigo de su perfidia, no sería la consumación gloriosa de una vida religiosa intrépida, sino un fin sin esperanza. Un individuo así puede dejarse matar, pero no puede hacerse coronar. Él se confiesa ser cristiano del mismo modo que el diablo se hace de Cristo, como el mismo Señor advierte diciendo: “Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: ‘yo soy Cristo,’ e engañarán a muchos” (Mc 13,16). Así como el diablo no es Cristo no obstante usurpe su nombre, así no puede pasar por cristiano aquel que no permanece en la verdad del Evangelio y de la Fe. (San Cipriano de Cartago, De la unidad de la Iglesia, p. II, n.14 – ML 4, 510-511)
¿Acaso puede ser la virtud del bautismo mayor o mejor que la confesión, que el martirio, cuando uno confiesa a Cristo ante los hombres, cuando uno es bautizado en su sangre? Y, sin embargo, este bautismo [de sangre] tampoco sirve al hereje, aunque, fuera de la Iglesia, fuese muerto confesando a Cristo, por más que sus jefes elogien como mártires a los herejes sacrificados por una falsa confesión de Cristo y les atribuyan la gloria y corona del martirio, contra el testimonio del Apóstol que afirma que nada les puede aprovechar aunque sean quemados y sacrificados (cf. 1Cor 13,3). (San Cipriano de Cartago, Epist. LXXIII (ad Iubianum), n. 21 – BAC(1964) p. 688-689 – CSEL III/1, 794)
San Agustín
No puede tener muerte de mártir quien, como cismático, no tiene vida de cristiano
No sé cuántas veces en mis escritos y discusiones he demostrado que ellos [cismáticos de Tamugades] no pueden tener muerte de mártires, pues no tienen vida de cristianos; ya que no es la pena que hace de uno un mártir, sino la causa por la cual uno sufre. (San Agustín, Carta 204: a Dulcicio, nº4 – CSEL 57, 317)
No pueden presumir de persecución por Cristo quien se rebelan contra su Cuerpo
Con toda razón podríais decir estas cosas, buscando la gloria de los mártires, si tuvierais la causa de los mártires. No dice el Señor que son felices los que padecen esto, sino los que lo padecen por causa del Hijo del hombre, que es Cristo Jesús. Pero vosotros no lo sufrís por causa de él, sino contra él. Lo sufrís, es verdad, pero es porque no creéis en él, y lo toleráis para no creer. ¿Cómo, pues, presumís de tener esa fe que Jesucristo dejó a los apóstoles? ¿Queréis acaso que los hombres sean tan ciegos y tan sordos que no lean, que no oigan el Evangelio, donde conocen qué dejó Cristo a sus apóstoles que debían creer respecto a su Iglesia? Y si de ella os dividís y separáis, no hacéis otra cosa que rebelaros contra las palabras de la cabeza y del cuerpo, y no obstante presumís de sufrir persecución por el Hijo del hombre y por la fe que dejó a los apóstoles. […]
Esta es, pues, la fe que sobre la santa Iglesia dejó a sus discípulos. A esta fe, donatistas, oponéis vosotros resistencia. ¡Y os empeñáis en que soportáis persecución por la fe que Cristo el Señor dejó a sus apóstoles! Con sorprendente insolencia y ceguedad contradecís a este Hijo del hombre, que recomendó a su Iglesia que comenzaba en Jerusalén y fructificaba y crecía por todos los pueblos, y proclamáis que estáis soportando calamidades por causa del Hijo del hombre. (San Agustín, Contra Gaudentium Donatistarum episcopum, lib. I, c.20/n.22)
Esta es, pues, la fe que sobre la santa Iglesia dejó a sus discípulos. A esta fe, donatistas, oponéis vosotros resistencia. ¡Y os empeñáis en que soportáis persecución por la fe que Cristo el Señor dejó a sus apóstoles! Con sorprendente insolencia y ceguedad contradecís a este Hijo del hombre, que recomendó a su Iglesia que comenzaba en Jerusalén y fructificaba y crecía por todos los pueblos, y proclamáis que estáis soportando calamidades por causa del Hijo del hombre. (San Agustín, Contra Gaudentium Donatistarum episcopum, lib. I, c.20/n.22)
Santo Tomás de Aquino, Summa Theologica, p. I-II, q. 103., art. 4: “… tal es la profesión que el hombre hace con las obras cual es la que hace con las palabras. Y, si en una y otra profesa el hombre alguna falsedad, peca mortalmente”.