Fiesta: 2 de mayo
"¡Que Dios os consuele! …lo que tanto os entristece es que los enemigos han ocupado por violencia vuestros templos, en tanto que vosotros, en todo este tiempo, os encontráis afuera. Es un hecho, que ellos tienen los edificios, los templos; pero, en cambio, vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos han podido quedarse con nuestros templos, pero están fuera de la verdadera fe. Vosotros tenéis que permanecer fuera de los lugares del culto, pero permanecéis, en cambio, dentro de la fe.
Reflexionemos: ¿qué es más importante, el lugar o la fe? Evidentemente, la verdadera fe. En esta lucha, ¿quién ha perdido, quién ha ganado: el que ha guardado el lugar o el que ha guardado la fe?
El lugar, es verdad, es bueno, (pero) cuando se predica en él la fe apostólica. Es Santo, si todo lo que sucede y pasa en él es santo.
Sois vosotros afortunados, porque permanecéis en la Iglesia por vuestra fe, que ha llegado a vosotros por la Tradición apostólica y si, sometidos a la presión, un celo execrable ha pretendido quebrantar vuestra fe, esa presión no ha tenido éxito. Son ellos los que se han separado, en la crisis presente de la Iglesia.
Nadie prevalecerá jamás contra vuestra fe, hermanos carísimos. Y nosotros sabemos que Dios nos devolverá un día nuestros templos.
Así, pues, mientras más se empeñen en quitarnos nuestros lugares de culto, más se separarán de la Iglesia. Pretenden representar a la Iglesia, cuando en realidad ellos se han expulsado a sí mismos de ella y se han extraviado.
Los católicos que se mantienen fieles a la Tradición, aún si se reducen a un manojo, son la verdadera Iglesia de Jesucristo”
El heresiarca Bergoglio contradice a San Atanasio de Alejandría
El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda». San Marcos 4:23
PLEGARIA POR LA CONSERVACIÓN DE LA FE
Del Año litúrgico de Dom Prospero Gueranger
— Tus trabajos, oh gran doctor, ahogaron el arrianismo; pero esta odiosa herejía ha levantado la cabeza en estos días. Extiende sus estragos a favor de esa caricatura de ciencia que se une al orgullo y que ha llegado a ser el gran peligro de los tiempos presentes. El Hijo eterno de Dios, consubstancial al Padre, es blasfemado por los adeptos de una filosofía perniciosa que no tiene inconveniente en ver en El al primero de todos los hermanos, con tal de afirmar que sólo fue hombre. En vano la razón y la experiencia demuestran que todo es sobrenatural en Jesús; ellos se obstinan en cerrar los ojos, y llenos de mala fe, a un lenguaje de admiración hipócrita mezclan el desprecio por la fe cristiana que reconoce en el Hijo de María al Verbo eterno, encarnado para la salvación de los hombres. Confunde a los nuevos arríanos, pon al descubierto su soberbia debilidad y sus artificios; disipa la ilusión de sus desgraciados adeptos; que al fin sea reconocido que esos pretendidos sabios que se atreven a blasfemar de la divinidad de Cristo, van a perderse en los vergonzosos abismos del panteísmo, o en el caos del escepticismo, en cuyo seno desaparece toda moral y toda inteligencia se apaga.
Conserva en nosotros, por tus méritos y oraciones, el don precioso de la fe que el Señor se dignó confiarnos; alcánzanos que confesemos y adoremos siempre a Jesucristo como a nuestro Dios eterno e infinito, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado y no hecho, que se dignó tomar carne de María por nosotros los hombres y por nuestra salvación. Revélanos sus grandezas hasta el día en que podamos contemplarlas contigo en la gloria. Entretanto conversaremos con El por la fe sobre esta tierra testigo de los esplendores de su resurrección.
Amaste a este Hijo de Dios, Creador y Salvador nuestro. Su amor fue el alma de tu vida, el móvil de tu consagración heroica a su servicio. Ese amor te sostuvo en las luchas en que el mundo entero parecía conspirado contra ti; te hizo más fuerte que todas las tribulaciones; alcanza para nosotros ese amor que nada teme porque es fiel, ese amor que debemos a Jesús, que siendo el esplendor eterno del Padre, su sabiduría infinita, se dignó humillarse hasta tomar la forma de esclavo, y hacerse por nosotros obediente hasta la muerte y muerte de Cruz ¡Cómo pagaríamos su entrega por nosotros sino dándole todo nuestro amor a ejemplo tuyo y celebrando tanto más sus grandezas, cuanto más El se humilló por nosotros!
San Atanasio ruega por nosotros.
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