R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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jueves, 18 de marzo de 2021

Catequesis de San Cirilo de Jerusalén sobre el Anticristo

 

SAN CIRILO DE JERUSALEN, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA 


El Anticristo, producto del diablo

11. Pero ya anteriormente, cuando estaba previsto que se encarnase y cuando se esperaba que Dios naciese de la Virgen, el diablo había retorcido previamente la realidad falseándola y sembrando astutamente, entre los adoradores de ídolos como falsos dioses, fábulas sobre paternidades y engendramientos. De este modo, si la falsedad ganaba terreno, la razón, según él (el diablo) pensaba, no encontraría la fe. Pues bien, cuando el verdadero Cristo venga por segunda vez, el enemigo14, aprovechándose de la expectación de los sencillos, sobre todo de los circuncisos, hará surgir un gran hombre, muy experto en las artes perversas de las hechicerías y los encantamientos15 y que usurpará la autoridad del Imperio romano dándose a sí mismo falsamente el nombre de Cristo. De ese modo engañará, mediante este nombre de Cristo, a los judíos que esperan al Ungido (es decir, Mesías y Cristo)16. También arrastrará a los gentiles con sus prodigios de magia y con sus engaños.

La llegada del Anticristo

12. El Anticristo mencionado llegará cuando se hayan completado los días del imperio Romano17 y esté ya muy próximo el fin del mundo. Diez reyes de los Romanos se levantarán a la vez en lugares quizá diversos, pero reinando todos a la vez. Después de estos, el undécimo será el Anticristo18, que usurpará el poderío romano apoyándose en las artes de la magia. Humillará a los tres que reinaron antes de él (cf. Dan. 7,24), pero a los siete restantes los tendrá sujetos a su dominio. En un principio simulará, como si fuese instruido y prudente, clemencia, moderación y humanidad, pero engañará a los judíos a través de señales y prodigios falsos provenientes de engaños mediante la magia como si él hubiese sido esperado como el Cristo. Después se caracterizará por la crueldad y el crimen, de manera que superará en maldad a todos los injustos e impíos que le precedieron. Dirigirá su ánimo sanguinario, de inflexible dureza, inmisericorde y cambiante, contra todos, pero especialmente contra nosotros los cristianos. Pero después de tres años y tres meses en que habrá realizado sus planes, será quitado de en medio por la segunda venida gloriosa, desde los cielos, del Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesús, el Cristo verdadero, el cual, haciendo perecer con el aliento de su boca al Anticristo, lo entregará al fuego eterno.

Más detalles sobre la llegada del Anticristo

13. Pero esto lo enseñamos, no imaginándonoslo, sino desde las Escrituras que la Iglesia lee, y sobre todo basándonos en la profecía de Daniel que hemos leído antes, tal como el arcángel Gabriel la interpretó con estas palabras: «La cuarta bestia será un cuarto reino que habrá en la tierra, diferente de todos los reinos». Los autores eclesiásticos nos han transmitido que se trata del Imperio romano. Pues el primero de los reinos ilustres fue el imperio de los asirios; el siguiente, el de los medos y los persas; el tercero, después de éstos, el imperio de los macedonios; el cuarto es el actual de los romanos. En lo que sigue, Gabriel hace esta interpretación: «Y los diez cuernos: de este reino saldrán diez reyes, y saldrá después de ellos otro que superará a todos los anteriores a él en males (Dan 7,24 LXX). No sólo se refiere a aquellos diez, sino a todos los que le precedieron. «Y derribará a tres reyes» (ibid.): de aquellos diez de antes, como es evidente. Pero si humilla, de aquellos diez, a tres, él reinará como el octavo. Y dice: «proferirá palabras contra el Altísimo» (Dan 7,25): será un hombre blasfemo, que no hará caso de las leyes, y que no habrá recibido de sus padres el reino, sino que se habrá adueñado del poder con las artes de la magia.

Utilizará a Satanás como instrumento de mentira

14. Pero, ¿quién es éste o quién es el que realiza sus obras? Haznos de intérprete, Pablo. Su llegada, afirma, «estará señalada por el influjo de Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos» (2 Tes 2,9). Con esto se refiere a que utilizará a Satanás como instrumento que actuará personalmente y por sí mismo. Pues, sabedor de que no habrá demora en su juicio, ya no presentará batalla por medio de sus ministros, como de costumbre, sino más abiertamente por sí mismo: «con todas las señales y prodigios engañosos». Pues el que es «padre de la mentira» (Jn 8,44) hará ostentación de las obras de mentira mediante apariencias fingidas, de manera que las muchedumbres crean que ven que un muerto ha resucitado sin que sea verdad, o a los cojos andar y a los ciegos recibir la vista, cuando en realidad no se da ninguna de estas curaciones.

Dominará sobre el Templo

15. Y dice a su vez: «El Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto (2 Tes 2,4; cf. Dan 11,36 y, de nuevo, Apoc 13,1-8)19, hasta el extremo de sentarse él mismo en el Santuario de Dios» (2 Tes, ibid.). Pero ¿de qué templo se trata, puesto que aquél de los judíos ya fue destruido? ¡Desde luego no se refiere a este templo en el que estamos! ¿Por qué decimos todo esto? No se trata en realidad de que experimentemos complacencia en nosotros mismos. Pero si él20 ha de venir a los judíos como si fuera el Mesías y quiere ser adorado por los judíos para engañarlos más, hará gala de un grandísimo interés por el templo. Irá extendiendo la impresión de que es del linaje de David, el cual preparó el templo que Salomón había de construir. Pero entonces vendrá el Anticristo, y en el templo de los judíos no quedará piedra sobre piedra según el anuncio del Salvador (Mt 24,2)21, cuando hayan caído por hacerse viejos o al echarlos a tierra con el pretexto de nuevas construcciones, o al ser removidas todas las piedras por cualquier otra causa—y no me refiero a las piedras de fuera, sino a las de la estancia interior, donde estaban los querubines—, entonces vendrá aquel «con todas las señales y los portentos de la mentira». Se pondrá en contra de todos los ídolos y, en los comienzos simulará humanidad, pero después dará muestras de fiereza sobre todo contra los santos de Dios. Pues dice: «Yo contemplaba cómo este cuerno hacía la guerra a los santos» (Dan 7,21). Y también en otro lugar: «Será aquel un tiempo de angustia como no habrá habido hasta entonces otro desde que existen las naciones» (Dan 12,1). Es una fiera terrible, un gran dragón para los hombres invencible, dispuesto a devorarlos. De él podemos decir muchas cosas basándonos en las Escrituras, aunque, ajustándonos a lo dicho, tendremos bastante de momento.

La persecución tendrá una duración y un límite

16. NU/000036-MESES: Por ello, conociendo el Señor la fuerza de este adversario, concedió la venia a los piadosos diciendo: «Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes» (Mt 24,16). Pero si alguien se cree de una enorme fortaleza, como para luchar contra Satanás, manténgase firme (pues yo no desespero del vigor de la Iglesia) y diga: «¿Quién nos separará del amor de Cristo?...» (Rm 8,35 ss.). Pero los que somos miedosos, pongámonos a seguro y, llenos de confianza, dispongámonos a la lucha. «Porque habrá entonces una gran tribulación, cual no la hubo desde el principio del mundo hasta el presente ni volverá a haberla» (Mt 24,21; Cf. Dan 12,1). Pero gracias sean dadas a Dios, que ha limitado a pocos días la magnitud de esa aflicción. Dice, en efecto: «En atención a los elegidos se abreviarán aquellos días» (Mt 24,22). Entretanto reinará el Anticristo tres años y medio. Y esto no lo decimos tomándolo de los apócrifos, sino de Daniel. Pues dice: «Y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo y tiempos y medio tiempo» (Dan 7,25; Apoc 12,1422). Y un «tiempo» es un año, en el cual su venida se acercará sensiblemente. Pero «tiempos» son los dos años restantes de la impiedad. Todos ellos, reunidos, son tres años y el «medio tiempo» son seis meses23. A su vez dice Daniel esto mismo en otro lugar: «Oí... jurar... por aquel que vive eternamente: «Un tiempo, tiempos y medio tiempo» (Dan 12,7)24. Quizá también algunos25 han interpretado en este sentido lo que sigue: «Mil doscientos noventa días». Y también esto: «Dichoso aquel que sepa esperar y alcance mil trescientos treinta y cinco días» (Dan 12,11-12). Por eso conviene ocultarse y huir, pues tal vez no terminaremos las ciudades de Israel hasta que venga el Hijo del hombre (cf. Mt 10,23).

Dios permitirá la persecución final

17. ¿Quién será el bienaventurado que entonces sufrirá piadosamente el martirio por Cristo? Pues yo diría que los mártires de esa época estarán por encima de todos los mártires. Porque los mártires de tiempos anteriores sólo han luchado con hombres. Pero quienes vivan en la época del Anticristo saldrán a la lucha con el mismo Satanás en persona. Los reyes que entonces fueron perseguidores, entregaban a la muerte, pero no simulaban que ellos resucitasen a los muertos ni hacían ostentación de señales y prodigios aparentes. Pero éste (el Anticristo) provocará a la vez el terror y el engaño «capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos» (Mt 24,24). Que a nadie de los que entonces vivan le venga a la mente este pensamiento: ¿Es que Cristo hizo algo más que éste? ¿Con qué poder hace (el Anticristo) estas cosas? Ciertamente, si Dios no hubiera querido, no lo habría permitido. El Apóstol te previene y avisa: «Por eso Dios les envía un poder seductor que les hace creer en la mentira» (2 Tes 2,1 1 ) (nótese que pone «envía» en lugar de «permite»), no para que encuentren excusa, sino «para que sean condenados» (2,12). ¿Cómo es que es así? «Todos cuantos no creyeron en la verdad», esto es, en el Cristo verdadero, sino que «prefirieron la iniquidad», es decir, el Anticristo. Estas cosas, sin embargo, las permite Dios, tanto en las persecuciones que aparecen en las diversas épocas como en aquel tiempo venidero. Y no porque no las pueda impedir, sino queriendo coronar—según su costumbre, a través del sufrimiento—a sus propios combatientes, del mismo modo que a sus profetas y apóstoles. De este modo, tras el esfuerzo de un breve tiempo, poseerán como herencia eterna el reino de los cielos. Como dice Daniel: «En aquel tiempo se salvará tu pueblo, todos los que se encuentren inscritos en el Libro» (Dan 12,1)25. Está claro que se refiere al Libro de la vida. «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra, se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad» (12,2-3).

Ultimas advertencias sobre el Anticristo

18. Protégete, pues, hombre, a ti mismo. Sabes ya los signos del Anticristo. No los recuerdes sólo para ti, sino comunícalos también, sin envidia, a todos (cf.Sab 7,13). Si tienes un hijo según la carne, instrúyelo ya y adviértele. Y si engendraste a alguien por la catequesis27, haz que sea cauto y que no tome a un falso Mesías por verdadero. «Porque el misterio de la impiedad ya está actuando» (2 Tes 2,7). Me aterrorizan las guerras entre las naciones, me aterrorizan las escisiones de las Iglesias, me aterroriza el odio mutuo entre hermanos. Y estas cosas se mencionan, pero que no se hagan realidad en nuestros tiempos, aunque, entre tanto, seamos cautos. Y con todo esto es suficiente acerca del Anticristo.

La espera de la venida definitiva del Señor

19. Pero levantemos la vista y esperemos al Señor, que ha de venir en las nubes desde los cielos. Entonces sonarán las trompetas de los ángeles. Los que hayan muerto en Cristo resucitarán primero, los piadosos que estén con vida serán tomados en las nubes y recibirán el premio a sus trabajos. Así serán también honrados en lo humano, ya que lucharon por encima de las fuerzas humanas. Como dice el apóstol Pablo, al escribir: «El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor» ( I Tes 4,16-17).

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