Esta fiesta nos enseña la doble naturaleza de Jesucristo es decir la Encarnacion del Hijo de Dios que vino a redimirnos del Pecado.
Hoy reconocemos la realeza de Jesucristo con el oro como nuestro Rey que nos gobierna, con el incienso como nuestro Dios y con la Mirra como nuestro Redentor.
San Gregorio Magno nos enseña que al adorar a Jesucristo nosotros también podemos ofrecerle a Oro, Incienso y Mirra. “Ofreceremos, pues, oro a este nuevo Rey, si resplandecemos delante de él con la luz de la sabiduría; el incienso, si por medio de la oración con nuestras oraciones exhalamos en su presencia olor fragante; y mirra si con la abstinencia mortificamos los apetitos de la sensualidad”.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
“Se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquél que había de morir por la salvación de todos.”
Remigio
“Debe notarse que cada uno de los tres no presenta por sí separadamente uno de los tres dones, sino que cada uno ofrece los tres, predicando así al rey, al hombre y a Dios.”
Hoy reconocemos la realeza de Jesucristo con el oro como nuestro Rey que nos gobierna, con el incienso como nuestro Dios y con la Mirra como nuestro Redentor.
San Gregorio Magno nos enseña que al adorar a Jesucristo nosotros también podemos ofrecerle a Oro, Incienso y Mirra. “Ofreceremos, pues, oro a este nuevo Rey, si resplandecemos delante de él con la luz de la sabiduría; el incienso, si por medio de la oración con nuestras oraciones exhalamos en su presencia olor fragante; y mirra si con la abstinencia mortificamos los apetitos de la sensualidad”.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania
“Se le ofrece el oro como a un gran rey, se quema el incienso en su presencia como delante de Dios, y se le ofrece la mirra como a aquél que había de morir por la salvación de todos.”
Remigio
“Debe notarse que cada uno de los tres no presenta por sí separadamente uno de los tres dones, sino que cada uno ofrece los tres, predicando así al rey, al hombre y a Dios.”
“cayendo de rodillas, lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra” (Mt 2,11).
Sucede lo contrario con los herejes.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Así como los magos desean un Redentor, Herodes teme un sucesor. Esto es lo que significan aquellas palabras: "Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó".
San Gregorio Magno: ¿Quiénes están representados en la persona de Herodes sino los hipócritas, los cuales, pareciendo que sus obras buscan al Señor, nunca merecen hallarlo?
Los Magos ofrecen oro, incienso y mirra; el oro conviene al rey, el incienso se ponía en los sacrificios ofrecidos a Dios; con la mirra eran embalsamados los cuerpos de los difuntos. Por consiguiente, con sus ofrendas místicas predican los Magos al que adoran: con el oro, como rey; con el incienso, como Dios, y con la mirra, como hombre mortal.
Hay algunos herejes que creen en Jesús como Dios, pero niegan su reino universal; éstos le ofrecen incienso, pero no quieren ofrecerle también el oro. Hay otros que le consideran como rey, pero no lo reconocen como Dios: éstos le ofrecen el oro y rehúsan ofrecerle el incienso. Y hay algunos que lo confiesan como Dios y como rey, pero niegan que tomase carne mortal: éstos le ofrecen incienso y oro, y rehúsan ofrecerle la mirra de la mortalidad.
Ofrezcamos nosotros al Señor recién nacido oro, confesando que reina en todas partes; ofrezcámosle incienso, creyendo que Aquel que se dignó aparecer en el templo era Dios antes de todos los siglos; ofrezcámosle mirra, confesando que Aquel de quien creemos que fue impasible en su divinidad, fue mortal por haber tomado nuestra carne.
San Agustín, in sermonibus de Epiphania. Así como los magos desean un Redentor, Herodes teme un sucesor. Esto es lo que significan aquellas palabras: "Y el Rey Herodes, cuando lo oyó, se turbó".
San Gregorio Magno: ¿Quiénes están representados en la persona de Herodes sino los hipócritas, los cuales, pareciendo que sus obras buscan al Señor, nunca merecen hallarlo?
Los Magos ofrecen oro, incienso y mirra; el oro conviene al rey, el incienso se ponía en los sacrificios ofrecidos a Dios; con la mirra eran embalsamados los cuerpos de los difuntos. Por consiguiente, con sus ofrendas místicas predican los Magos al que adoran: con el oro, como rey; con el incienso, como Dios, y con la mirra, como hombre mortal.
Hay algunos herejes que creen en Jesús como Dios, pero niegan su reino universal; éstos le ofrecen incienso, pero no quieren ofrecerle también el oro. Hay otros que le consideran como rey, pero no lo reconocen como Dios: éstos le ofrecen el oro y rehúsan ofrecerle el incienso. Y hay algunos que lo confiesan como Dios y como rey, pero niegan que tomase carne mortal: éstos le ofrecen incienso y oro, y rehúsan ofrecerle la mirra de la mortalidad.
Ofrezcamos nosotros al Señor recién nacido oro, confesando que reina en todas partes; ofrezcámosle incienso, creyendo que Aquel que se dignó aparecer en el templo era Dios antes de todos los siglos; ofrezcámosle mirra, confesando que Aquel de quien creemos que fue impasible en su divinidad, fue mortal por haber tomado nuestra carne.
San Agustín: Todos los errores de los herejes acerca de Cristo se pueden reducir a tres clases: los concernientes a su divinidad, a su humanidad, o a ambas a la vez ( Sobre las hereitas. 8).
Los santos padres han visto en la adoración que hicieron los Reyes Magos la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos.
Los santos padres han visto en la adoración que hicieron los Reyes Magos la aceptación de la divinidad de Jesucristo por parte de los pueblos paganos.
Oh Dios, que por una estrella guiaste a los magos a la adoración de tu Hijo Jesucristo os rogamos que conduzcas a ti mismo a los sabios y los grandes de toda la tierra para que toda rodilla se doble ante tu Santísima Trinidad , y lleva cautivo a cada pensamiento. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén
“Vieron al Niño con María y, postrados, le adoraron”
(Mt. 2, 11).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum super Matthaeum, hom. 2
“Si los magos hubieran buscado al Salvador como a un rey terrenal, una vez que lo hubieran encontrado no lo habrían dejado jamás. Pero no fue así, sino que lo adoraron y se volvieron. Después de haber vuelto a su país, se mostraron más fieles a Dios que antes, y con su predicación convirtieron a muchos. Más tarde, cuando Tomás llegó a aquellas regiones, se unieron a él, y después de bautizados fueron sus compañeros en la predicación del Evangelio.”
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