R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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jueves, 3 de septiembre de 2020

El cismático Bergoglio contradice al Papa San Pío X


Como las herejías, apostasía y cisma de Bergoglio ya son publicas no hay necesidad de volverlas a detallar sino que mas bien resaltaremos  las enseñanzas del Papa San Pío X para que nuestros hermanos católicos puedan comparar y verificar que Bergoglio no es papa de nuestra Iglesia católica.
 



 



A vosotros, Venerables Hermanos, a quienes la Divina Providencia ha constituido pastores y guías del pueblo cristiano, incumbe la obligación de procurar resistir con todo empeño a esta funestísima tendencia de la moderna sociedad, de adormecerse en una vergonzosa inercia, mientras recrudece la guerra contra la religión, procurando una cobarde neutralidad e interpretando falsamente los derechos divinos y humanos, por medio de rodeos y convenios, y sin acordarse de aquella categórica sentencia de Cristo: “el que no esta conmigo esta contra mí” (Mt 12, 30). No queremos decir que los ministros de Cristo deban hacer caso omiso de la caridad paterna, ya que a ellos se refieren principalmente las palabras del apóstol: “Me he hecho todo a todos, para salvarlos a todos” (1 Co 9, 22), ni que no convenga a veces ceder algo del propio derecho, en cuanto sea posible y según lo exija la salvación de las almas. Pero a vosotros, que os halláis animados por la caridad de Cristo, nadie podrá achacaros esta culpa. Por lo demás, esta justa condescendencia, no implica ninguna falta en el cumplimiento del deber, ni viola en lo más mínimo los inmutables y eternos principios de la verdad y de la justicia. (Pío X. Encíclica Communium rerum, n. 31, 21 de abril de 1909)

Necesidad de predicar las grandezas de la fe a todas las personas

En estas públicas calamidades debemos elevar Nuestra voz, y predicar la grandeza de la fe, no solamente al pueblo, a los humildes, a los afligidos, sino también a los poderosos, a los ricos, a los gobernantes y a todos aquellos en cuyas manos se halla el destino de las naciones; y demostrar asimismo a todos las grandes verdades que la historia confirma con sus terribles y cruentas lecciones, a saber, que “el pecado hace miserables a los pueblos” (Pr 14,34), “los poderosos serán grandemente atormentados” (Sg 7,7), de donde aquél aviso del Salmo 2º: “Ahora bien, reyes, prestad atención, y aprended, jueces de la tierra. Servid a Dios con temor… Abrazad la disciplina, no sea que se aire el Señor y os apartéis del camino verdadero”. (Pío X. Encíclica Communium rerum, n. 25, 21 de abril de 1909)

 
 

 

 
Tolerar el error no es caridad
La doctrina católica nos enseña que el primer deber de la caridad no está en la tolerancia de las opiniones erróneas, por muy sinceras que sean, ni en la indiferencia teórica o practica ante el error o el vicio en que vemos caídos a nuestros hermanos, sino en el celo por su mejoramiento intelectual y moral no menos que en el celo por su bienestar material. (Pío X. Encíclica Notre charge apostolique, n. 22, 23 de agosto de 1910)


El Papa San Pío  X juzga la creencia  herética de Bergoglio en Amoris Laetitia sobre los adúlteros:
 
Los que no quieren sujetarse a la ley de Dios son sus enemigos


Porque los que no quieren sujetarse a la ley de Dios, son tenidos, sin duda alguna, como enemigos de Dios. (Pío X. Encíclica Communium rerum, n. 21, 21 de abril de 1909)

Se equivocan los que silencian las gravísimas obligaciones de la fe cristiana

Cuanto se equivocan los que estiman que serán más dignos de la Iglesia y trabajaran con más fruto para la salvación eterna de los hombres si, movidos por una prudencia humana, […] movidos por la vana esperanza de que así pueden ayudar mejor a los equivocados, cuando en realidad los hacen compañeros de su propio descarrío. Pero la verdad es única y no puede dividirse; permanece eterna, sin doblegarse a los tiempos: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre (He 13, 8). (Pío X. Encíclica Iucunda sane, n. 25-26, 12 de marzo de 1904)
En el corazón de Jesús hay mansedumbre para algunos e indignación hacia otros
 
Porque, si Jesús ha sido bueno para los extraviados y los pecadores, no ha respetado sus convicciones erróneas, por muy sinceras que pareciesen; los ha amado a todos para instruirlos, convertirlos y salvarlos. Si ha llamado hacia sí, para aliviarlos, a los que padecen y sufren, no ha sido para predicarles el celo por una de igualdad quimérica. Si ha levantado a los humildes, no ha sido para inspirarles el sentimiento de una dignidad independiente y rebelde a la obediencia. Si su corazón desbordaba mansedumbre para las almas de buena voluntad, ha sabido igualmente armarse de una santa indignación contra los profanadores de la casa de Dios, contra los miserables que escandalizan a los pequeños, contra las autoridades que agobian al pueblo bajo el peso de onerosas cargas sin poner en ellas ni un dedo para aliviarlas. Ha sido tan enérgico como dulce; ha reprendido, amenazado, castigado, sabiendo y enseñándonos que con frecuencia el temor es el comienzo de la sabiduría y que conviene a veces cortar un miembro para salvar al cuerpo. (Pío X. Encíclica Notre Charge Apostolique, n. 38, 15 de Agosto de 1910)
 

Para un modernista todo está sujeto a cambio

Así, pues, venerables hermanos, según la doctrina y maquinaciones de los modernistas, nada hay estable, nada inmutable en la Iglesia. (Pío X. Encíclica Pascendi Dominici gregis, n. 26-27, 8 de septiembre de 1907)

Si los llamados a dedicarse a la Iglesia no dan buen ejemplo, no arrastran a otros



Por lo tanto, todos los que están llamados a dirigir o dedicarse personalmente a la causa católica deben ser buenos católicos, firmes en la fe, sólidamente instruidos en materias religiosas, verdaderamente sumisos a la Iglesia y especialmente a la Sede Apostólica y al Vicario de Jesucristo. Deben ser hombres de piedad auténtica, de virtudes varoniles y de una vida tan casta e intrépida que puedan ser ejemplo para guiar a todos los demás. Si no son formados así, será difícil que arrastren otros a hacer el bien y prácticamente imposible que actúen con buenas intenciones. (Pío X. Encíclica Il Fermo Proposito, n. 11, 11 de junio de 1905)
 

El papa Pío X impuso al clero el Juramento antimodernista para neutralizar la herejía modernista.

 

El anti Papa Bergoglio es un apostata, un cismático y un hereje modernista pertinaz que blasfema contra el Espiritu Santo. Quienes se unan al anti Papa Bergoglio se separan de la Iglesia católica y se condenan.

 

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