Jesucristo en la Gran comisión a los apóstoles les ordena hacer proselitismo para hacer discípulos que sigan fielmente el Evangelio, que debían ser evangelizados para ser bautizados.
Y llegando Jesús les habló diciendo:
San Jerónimo:"Se me ha dado toda potestad en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado: y mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación del siglo".
En primer lugar enseñan a todas las gentes y después de instruirlas las bautizan con agua. No puede suceder que el cuerpo sea quien reciba el sacramento del bautismo, a no ser que el alma reciba antes la verdad de la fe. Por esto dice: "Bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". Porque siendo una misma la divinidad de las Personas, debía ser una misma la gracia que concediesen. La palabra Trinidad significa un solo DiosSan Jerónimo:
Este orden se considera como esencial. Mandó a sus Apóstoles que enseñasen primero a todas las gentes, después que los bautizasen con el sacramento de la fe y que después de la fe y del bautismo les enseñasen todo lo que debían hacer. Por esto sigue: "Enseñándolas a observar todas las cosas que os he mandado".
Todos los que nos hemos convertido en discípulos de los discípulos de Jesucristo también estamos obligados a obedecer este mandato hasta el fin de los tiempos. Ay de aquellos que obedecer al desobediente Jorge Mario Bergoglio que guiado por el espíritu del error del AntiCristo se opone al Mandato de Jesucristo. El que obedece a Bergoglio desobedece a Dios por lo tanto no se salva sino que se condena.
Homilía del Papa San Gregorio, en el Día de la Fiesta de Santo Tomás el Apóstol
¿Qué, queridos hermanos, notan en este pasaje? ¿Creen que sucedió por casualidad, que este discípulo elegido estuvo ausente en ese momento y, llegando después, oyó la noticia, y al oírla la dudó, y al dudar, el tocó, y tocando, el creyó? Todo esto no sucedió al azar, sino gracias a la dispensación divina. La clemencia divina hizo que los acontecimientos sucederían en una manera ¡tan! maravillosa que, el discípulo que duda, mientras toca las heridas en la carne de su maestro, debería de este modo sanar las heridas de nuestra incredulidad.
La incredulidad de Tomás es más para nuestra fe que la fe de los discípulos creyentes. Mientras el es rescatado a la fe al tocar, nuestras mentes son liberadas de la duda y establecidas en la fe.
Es así que el Señor por cierto, luego de Su resurrección, permitió que Su discípulo dude, pero no lo dejó abandonado en la incredulidad; tal como antes que naciera quiso que María tenga un esposo (...)
El discípulo que dudó y tocó su Señor resucitado se convirtió así en un testigo de la verdad de la resurrección, así como el esposo de Su madre fue el guardián de su virginidad inviolable.
Tomás tocó y exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto." Por lo tanto el Apóstol San Pablo dice: ahora la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no son visibles; es evidentemente cierto que la fe es la evidencia de aquellas cosas que no pueden [fisicamente] aparecer. Las cosas que si aparecen son el objeto - no de la fe, sino del conocimiento.
Porqué entonces se le dijo a Tomás, quien vio y tocó: "Ahora crees, porque me has visto"? Pero el vio una cosa y creyó en otra. De cierto, el hombre mortal no puede ver la divinidad.
Tomás vio un hombre y confesó que El era Dios, diciendo: ¡Señor mío y Dios mío! Por lo tanto el creyó viendo, al mirarlo a El quien era un verdadero hombre; exclamó que El era Dios, quien no podía ser visto como tal.
Las palabras a continuación son causa de gran júbilo para nosotros: ¡Felices los que creen sin haber visto! Estas palabras son pertinentes especialmente para los que apreciamos en nuestra mente a Aquel que no podemos ver en la carne. Son palabras para nosotros, pero solo si ponemos en práctica nuestra fe con obras. Porque realmente cree, él que pone su fe en práctica.
¿Qué, queridos hermanos, notan en este pasaje? ¿Creen que sucedió por casualidad, que este discípulo elegido estuvo ausente en ese momento y, llegando después, oyó la noticia, y al oírla la dudó, y al dudar, el tocó, y tocando, el creyó? Todo esto no sucedió al azar, sino gracias a la dispensación divina. La clemencia divina hizo que los acontecimientos sucederían en una manera ¡tan! maravillosa que, el discípulo que duda, mientras toca las heridas en la carne de su maestro, debería de este modo sanar las heridas de nuestra incredulidad.
La incredulidad de Tomás es más para nuestra fe que la fe de los discípulos creyentes. Mientras el es rescatado a la fe al tocar, nuestras mentes son liberadas de la duda y establecidas en la fe.
Es así que el Señor por cierto, luego de Su resurrección, permitió que Su discípulo dude, pero no lo dejó abandonado en la incredulidad; tal como antes que naciera quiso que María tenga un esposo (...)
El discípulo que dudó y tocó su Señor resucitado se convirtió así en un testigo de la verdad de la resurrección, así como el esposo de Su madre fue el guardián de su virginidad inviolable.
Tomás tocó y exclamó: ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto." Por lo tanto el Apóstol San Pablo dice: ahora la fe es la sustancia de las cosas que se esperan, la evidencia de las cosas que no son visibles; es evidentemente cierto que la fe es la evidencia de aquellas cosas que no pueden [fisicamente] aparecer. Las cosas que si aparecen son el objeto - no de la fe, sino del conocimiento.
Porqué entonces se le dijo a Tomás, quien vio y tocó: "Ahora crees, porque me has visto"? Pero el vio una cosa y creyó en otra. De cierto, el hombre mortal no puede ver la divinidad.
Tomás vio un hombre y confesó que El era Dios, diciendo: ¡Señor mío y Dios mío! Por lo tanto el creyó viendo, al mirarlo a El quien era un verdadero hombre; exclamó que El era Dios, quien no podía ser visto como tal.
Las palabras a continuación son causa de gran júbilo para nosotros: ¡Felices los que creen sin haber visto! Estas palabras son pertinentes especialmente para los que apreciamos en nuestra mente a Aquel que no podemos ver en la carne. Son palabras para nosotros, pero solo si ponemos en práctica nuestra fe con obras. Porque realmente cree, él que pone su fe en práctica.
Oración:
¡Oh glorioso apóstol Tomás! que llevaste a Cristo a tantas naciones incrédulas, escucha ahora las oraciones de los fieles, que te suplican que los guíe a ese mismo Jesús, quien, en cinco días, se habrá aparecido a su Iglesia. Para que podamos merecer aparecer en su presencia divina, necesitamos, antes que cualquier otra gracia, la luz que nos conduce a él. Esa luz es la fe; entonces, ora para que podamos tener fe. Hasta ahora, nuestro Salvador tuvo compasión de tu debilidad y se dignó a quitarte la duda de que Él había resucitado de la tumba; ruega a Él por nosotros, que Él venga misericordiosamente a nuestra ayuda, y se haga sentir en nuestro corazón. ¡No pedimos, oh santo apóstol! verlo con los ojos de nuestro cuerpo, pero con los de nuestra fe, porque Él te dijo, cuando se mostró a ti: ¡Bienaventurados los que no han visto y han creído!
Deseamos ser parte de este número de bienaventurados. Te suplicamos, por lo tanto, ores para que podamos obtener la Fe del corazón y la voluntad, para que cuando contemplemos al Divino Niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre, podamos gritar: ¡Mi Señor! y mi Dios! Ora, oh santo Apóstol, por las naciones que evangelizaste, pero que han vuelto a caer en las sombras de la muerte. Que llegue pronto el día en que el Sol de Justicia vuelva a brillar sobre ellos.
¡Oh glorioso apóstol Tomás! que llevaste a Cristo a tantas naciones incrédulas, escucha ahora las oraciones de los fieles, que te suplican que los guíe a ese mismo Jesús, quien, en cinco días, se habrá aparecido a su Iglesia. Para que podamos merecer aparecer en su presencia divina, necesitamos, antes que cualquier otra gracia, la luz que nos conduce a él. Esa luz es la fe; entonces, ora para que podamos tener fe. Hasta ahora, nuestro Salvador tuvo compasión de tu debilidad y se dignó a quitarte la duda de que Él había resucitado de la tumba; ruega a Él por nosotros, que Él venga misericordiosamente a nuestra ayuda, y se haga sentir en nuestro corazón. ¡No pedimos, oh santo apóstol! verlo con los ojos de nuestro cuerpo, pero con los de nuestra fe, porque Él te dijo, cuando se mostró a ti: ¡Bienaventurados los que no han visto y han creído!
Deseamos ser parte de este número de bienaventurados. Te suplicamos, por lo tanto, ores para que podamos obtener la Fe del corazón y la voluntad, para que cuando contemplemos al Divino Niño envuelto en pañales y puesto en un pesebre, podamos gritar: ¡Mi Señor! y mi Dios! Ora, oh santo Apóstol, por las naciones que evangelizaste, pero que han vuelto a caer en las sombras de la muerte. Que llegue pronto el día en que el Sol de Justicia vuelva a brillar sobre ellos.
Bendice los esfuerzos de esos hombres apostólicos, que han dedicado sus labores y sus vidas al trabajo de las Misiones; ora para que los días de oscuridad se acorten, y para que los países, que fueron regados por tu sangre, puedan ver por fin ese reino de Dios establecido entre ellos, que les predicaste y que nosotros también estamos esperando.
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