No en mi nombre
Es curioso cómo las circunstancias actuales han provocado que termine coincidiendo con la consigna que hace el reciente movimiento de católicos que desean apostatar formalmente de la Iglesia. “No en mi nombre”, dicen, y se refieren, entre otras cosas, a su oposición a que el Estado continúe financiando a los obispos con un sueldo mensual. Yo también digo “No en mi nombre”, pero no me dirijo al Estado, sino a los obispos argentinos.
El jueves pasado, la Conferencia Episcopal Argentina envió al Papa Francisco una carta que comienza con este párrafo: “Como Pueblo de Dios que peregrina en la Argentina, pastores y fieles, queremos manifestarle nuestra fraterna y filial cercanía en este momento en que sufre un ataque despiadado en el que confluyen distintos y mezquinos intereses mundanos. Compartimos sus dolores y esperanzas”.
Soy parte de ese mentado “Pueblo de Dios que peregrina en Argentina” y la verdad es que no quiero mostrarle ningún tipo de cercanía al Papa, ni fraterna ni filial, sino que quiero exigirle que hable y de explicaciones por lo está ocurriendo en la Iglesia y por su responsabilidad en tamaña crisis. Y estoy seguro que si preguntaran a los miembros de ese Pueblo de Dios, una buena mayoría estaría de acuerdo conmigo. Por eso pido a los señores obispos que en su correspondencia con le Papa de Roma, no hablen en mi nombre.
Como a muchos, la carta del episcopado argentino me produjo una enorme bronca y vergüenza. Es repugnante. Rebosa baba espesa y pegajosa, como la de las babosas. Y tienen, además, la desfachatez de pretender que los “ataques” que está recibiendo Bergoglio estarían originados en “mezquinos intereses mundanos”. ¿No será más bien al revés? ¿No será que porque Bergoglio está entregado a esos intereses mundanos está siendo interpelado por los buenos católicos?
Esta despreciable actitud de los obispos argentinos aparece más abyecta aún cuando se la compara con lo que está sucediendo con los obispos de Estados Unidos, que han adoptado una actitud de valentía y verdaderamente edificante (¿cuándo podremos los argentinos decir que somos edificados por nuestros pastores?), que pueden llegar a provocar más de una sorpresa. El presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, cardenal DiNardo, emitió un comunicado en el que afirma que las cuestiones planteadas por Mons. Carlos Viganò son conclusivas y están basadas en la evidencia. Y él lo siguieron muchos más (en este documento pueden leer algunas de esas declaraciones). Mons. Salvatore Cordileone, arzobispo de San Francisco, afirmó que la declaración de Viganò “debe ser tomada seriamente. Tratarla con ligereza contribuiría a continuar con la cultura de la negación y la ofuscación”.
Mons. Charles Morlino, obispo de Madison, dijo: “Debo confesar mi decepción debido a que en el vuelo de regreso de Dublin a Roma el Santo Padre haya elegido “no comentar” en relación a las conclusiones que deben sacarse a partir de la declaración del arzobispo Viganò. […] … y además expresó que esas conclusiones deben ser dejadas a la ‘madurez profesional’ de los periodistas. En Estados Unidos y en otros lugares, de hecho, pocas cosas son más cuestionadas que la madurez profesional de los periodistas…. Yo nunca le otorgaría madurez profesional del periodismo del National Catholic Reporter, por ejemplo”. Y son varios más los obispos que emitieron y siguen emitiendo cartas pastorales y comunicados en este mismo sentido, muy notable la de Mons. Chaput, arzobispo de Filadelfia, que dice: “Le escribí al Santo Padre y le he pedido que cancele el próximo sínodo sobre los jóvenes. En este momento, los obispos no tendrían absolutamente ninguna credibilidad para hablar sobre este tema”.
Los argentinos podemos esperar sentados a tener obispos de esta valentía y con esta preocupación genuina por el bien de la Iglesia y de sus fieles, y que no teman perder sus puestos y alguna posible promoción.
Creo que este movimiento le va a resultar muy difícil de detener a Francisco y sus validos. Diría el finado Néstor Kirchner, “está nerviosho”, y se le nota. Y están inquietos también los periodistas que se convirtieron en su escudo protector, como Julio Algañaraz y Elizabetta Piqué, que escriben larguísimos artículos despotricando contra los “ultraconservadores” que, capitaneados por el cardenal Burke, buscan desestabilizar al Papa. Lo curioso es que periodistas mucho más importantes que ellos y de medios de prensa internacionales están comenzando también a exigirle respuestas a Bergoglio.
Veremos en qué termina todo esto pero mucho me temo que no será suficiente con patear al corner diciendo: “Saquen ustedes sus propias conclusiones”. Como dijo hace pocos días Mons. Marian Eleganti, obispo de Coira (Suiza), la respuesta del Papa es el clásico “no negar la negación”, un recurso lógico para no decir nada y no mentir. “El Papa está rodeado de una red de consejeros pro-homosexuales”, agregó. Los vientos de América ya cruzaron los Alpes suizos.
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