En el Libro del Apocalipsis se nos habla de la generación de la Virgen y la generación de la serpiente. La generación de Satanás es la de los ángeles apostatas y de todos los que se rebelan contra los Mandamientos de Dios y no cree en el Evangelio que predicó Jesucristo.
San Pablo y San Pedro nos advierten que es necesario obedecer a Dios antes que a cualquier hombre porque quienes ponen a un hombre por encima de la obediencia de Dios cometen el Pecado de Blasfemia contra el Espíritu Santo al obedecer a una criatura antes que a Dios, este fue el pecado de los ángeles rebeldes que prefirieron obedecer a Lucifer antes que obedecer a Dios.
Apocalipsis 12:16. Con esto el dragón se irritó contra la mujer, y se marchó a guerrear contra los demás de la casta o linaje de ella, que guardan los mandamientos de Dios, y mantienen la confesión de Jesucristo.
»Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos |
Actualmente nos enfrentamos a una secta marxista que abiertamente se rebela contra la Palabra de Dios. Nuestra obligación como fieles católicos es huir de todos los herejes modernistas para no hacernos cómplices de su rebelión y así poder conservar la fe hasta el final.
“¿En qué consiste la verdadera devoción a María Santísima?” –contesta San Antonio María Claret -:
“En abstenerse de todo pecado, imitar sus virtudes, tributarle algunos obsequios, frecuentar los Santos Sacramentos, y hacer bien, con agrado ...y perseverancia, las oraciones y demás cosas de su servicio”.
San Pío X:
“Por eso, cada uno debe estar persuadido de que, si la piedad que declara hacia la Santísima Virgen no le aparta del pecado o no le estimula a la decisión de enmendar las malas costumbres, su piedad es artificial y falsa, por cuanto carece de su fruto propio y genuino.”
Don Bosco recomendó siempre pedirle a la Virgen María estas tres gracias todos los días, sin cansarnos nunca de pedirlas porque son importantísimas para vuestra salvación:
- 1. Evitar siempre el pecado mortal y conservar la gracia de Dios.
- 2. Huir siempre de toda amistad dañina para el alma.
- 3. Conservar siempre la bella virtud de la castidad.
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