“Oh glorioso patriarca San José, que mereciste ser llamado “justo” por el Espíritu Santo, te encomiendo urgentemente al alma de [Nombre], que Jesús redimió a precio de su Preciosa Sangre.
Sabes cuán deplorable es el estado, y cuán infeliz la vida, de aquellos que han desterrado de sus corazones a su Amoroso Salvador, y de lo mucho que están expuestos al peligro de perderse eternamente.
No permitas, te lo ruego, que un alma tan querida para mí continúe por más tiempo en la maldad; protégelo del peligro que lo amenaza; toca el corazón de este niño pródigo, y llévalo de vuelta al seno de sus amorosos padres.
No lo abandones, te lo imploro, hasta que le abras las puertas de la ciudad celestial, donde te amará y te bendecirá por toda la eternidad, por la felicidad que él deberá a tu poderosa intercesión.
Amén”.
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