R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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lunes, 23 de octubre de 2017

San Antonio María Claret juzga las herejías de Bergoglio.



 
 
Blog sacerdotes católicos denzingerbergoglio

… juzga el modo de reformar la Iglesia que defiende Francisco

  • El remedio para el mundo es la formación de un buen clero. Con él, los impíos pierden su atrevimiento

[Los sacerdotes católicos] no estudian ni enseñan la moral y se consagran a la satisfacción de sus ambiciones y apetitos desenfrenados. No predican el Evangelio. […] Los curas de todo abusan; nada es para ellos sagrado. Todo lo han profanado y envilecido: el púlpito, el confesionario, la conciencia, la familia, y la sociedad entera, todo lo han echado a perder. […] Ellos deberían ser la luz del mundo, pero lo llenan de tinieblas con su ignorancia. […] Conclusión: Huye de ellos; son dos veces impostores; son lobos devoradores en vez de buenos pastores. […] Pienso qué remedio se puede aplicar a tan gran mal, y después de haber discurrido mucho, veo que el remedio es la formación de buen clero, sabio, virtuoso, celoso y de oración, por una parte, y por otra catequizar y predicar a los niños y demás gentes y hacer circular libros buenos y hojas sueltas. […] A la vista de la virtud y firmeza de los buenos sacerdotes, los impíos pierden su osadía y atrevimiento. (San Antonio María Claret. Autobiografía y escritos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1959, p. 394-395)
  • ¡Ay de nosotros si ahuyentamos a los fieles!

¡Ay de nosotros si, en lugar de atraer a los fieles con buenas costumbres, los ahuyentamos con modos groseros y pasiones desenfrenadas! ¡Ay de nosotros si, en lugar de ser buen olor de Cristo en todo lugar, como dice el Apóstol, somos las pestes que los espante! (San Antonio María Claret. Autobiografía y escritos, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1959, p. 410)
  • “Aunque supiera que de mí han de hacer pedazos, no quiero callar”

¡Oh Inmaculada Virgen y Madre de Dios, Reina y Señora de la gracia! Dignaos por caridad dar una compasiva mirada a este mundo perdido. Reparad como todos han abandonado el camino que se dignó enseñarles vuestro Santísimo Hijo; se han olvidado de sus santas leyes y se han pervertido tanto, que se puede decir: “Non est qui faciat bonum, non est usque ad unum. Se ha extinguido en ellos la santa virtud de la fe, de suerte que apenas se encuentra sobre la tierra. ¡Ay! Extinguida esta divina luz, todo es obscuridad y tinieblas, y no saben donde caen. Sin embargo, agolpados van con paso apresurado por el ancho camino que les conduce a la eterna perdición. ¿Y queréis Vos, Madre mía, que yo, siendo un hermano de estos infelices, mire con indiferencia su total ruina? ¡Ah no! Ni el amor que tengo a Dios ni el que tengo al prójimo lo pueden tolerar. […] ¿Cómo tendré caridad, si, sabiendo que los carnívoros lobos están degollando a las ovejas de mi amo, callo? ¡Ah!, no es posible callar, Madre mía, en tales ocasiones; no, no callaré, aunque supiera que de mí han de hacer pedazos; no quiero callar; llamaré, gritaré, daré voces al cielo y la tierra a fin de que se remedie tan gran mal; no callaré; y si de tanto gritar se vuelven roncas o mudas mis fauces, levantaré las manos al cielo, se espeluznarán mis cabellos, y los golpes que con los pies daré en el suelo suplirán la falta de mi lengua. (San Antonio María Claret. Autobiografía y escritos. BAC, Madrid, 1959, p. 236-237)
  • Las personas oyen con afán la palabra de Dios

Además de las predicaciones hemos repartido muchos miles de hojas sueltas, opúsculos y libros; al efecto, en cada uno de los puntos adonde llegábamos ya hallábamos una gran caja que había pedido de antemano. No es posible explicar el afán con que venían a oír la divina palabra todas las gentes, el efecto que les causaba y a avidez con que pedían algún recuerdo y el amor con guardaban lo que dábamos, aunque no fuese más que una hojita. Hubo grandes conversiones. […] Muchísimos son los casos que me sucedido desde que soy sacerdote, aunque indigno, y que no he escrito por estar siempre muy ocupado. […] Hoy, día 15 de abril de 1864, me han dicho que en la parroquia de San Andrés, en la que yo había hecho la Misión en Cuaresma, habían cumplido con los preceptos de la Iglesia 4.000 almas más que en los años anteriores. Bendito sea Dios. Gloria sea a Dios. Se han confesado hombres que hacía cuarenta años y mujeres que hacía treinta años que no se habían confesado. (San Antonio María Claret. Autobiografía y escritos. BAC, Madrid, 1959, p. 386-387.408)

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