25. Esto es, pues, lo que está allí escrito: MANE, TECEL, FARES.
26. Y esta es la interpretación de aquellas palabras. MANE: Ha numerado Dios los días de tu reinado, y le ha fijado término.
27. TECEL: Has sido pesado en la balanza, y has sido hallado falto.
El pecado de los hijos de Elí
1 Samuel 2:
12. Mas los hijos de Helí eran hijos de Belial, que no conocían o respetaban al Señor
25. Si un hombre peca contra otro hombre, se puede alcanzar de Dios el perdón; mas si aquel hombre que será el mediador peca contra el Señor, ¿quién rogará por él?
"No déis lo santo a los perros ni arrojéis vuestras perlas delante de los puercos".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17 (Catena Aurea)
Había mandado el Señor, antes de ahora, amar a los enemigos y hacer bien a los que nos aborrecen y hacen mal; y para que los sacerdotes no piensen que también deben concederles las cosas divinas, les advirtió sobre esta idea, diciendo: "No déis lo santo a los perros", como si dijese: "Os he mandado amar a vuestros enemigos y hacer bien a los que os perjudican con vuestros bienes materiales". Pero no con vuestros bienes espirituales, porque vuestros enemigos son iguales a vosotros en cuanto a la naturaleza, no en cuanto a la fe. Dios concede los beneficios terrenos lo mismo a los dignos que a los indignos, pero no así las gracias espirituales.
San Agustín, de sermone Domini, 2,20 (Catena Aurea)
Son perros los que combaten la verdad, y consideramos como puercos a los que la menosprecian. Como los perros se arrojan para morder, y como destrozan lo que muerden no dejándolo entero como estaba antes, dijo: "No déis lo santo a los perros", porque en cuanto pueden, si está a su alcance, se esfuerzan en destruir la verdad. Los puercos, aunque no tienen tanto instinto de morder como los perros, andando por el fango todo lo ensucian, y por ello añade: "Ni echéis vuestras perlas ante los puercos".
Rábano (Catena Aurea)
O bien los perros son aquellos que han vuelto a su vómito, y los puercos los que, aún no convertidos, se revuelcan en el cieno de los vicios (ver Prov 26,11; 2Pe 2,22).
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