R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



♰♰♰

miércoles, 30 de septiembre de 2020

La anti-doctrina de Bergoglio contradice las enseñanzas católicas de San Jerónimo

 


“La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo espíritu con que fue escrita” San Jerónimo
 
 
                
  
   
San Jerónimo: La ignorancia de las Escrituras es la ignorancia de Cristo.
 
 
Por medio de nuestros santos católicos podemos darnos cuentas que la secta de Bergoglio no profesa la fe católica, sus miembros son apostatas que se han convertido en bergoglianos que han traicionado  la doctrina católica.
 
Se equivocan los que no conocen las Escrituras, y cuando las desconocen, desconocen también el poder de Dios”.
 
 “En verdad os digo que no os conozco (Mt 25, 12). Conoce el Señor a los suyos, y el que no le conoce será desconocido”. San Jerónimo en Catena Aurea
 
                             
        
  San Jerónimo, Doctor de la Iglesia
Fiesta 30 Septiembre
 Doctor de la Escritura.
Traductor de la Biblia al latín , "Vulgata"
En la pagina denzingerbergoglio, podemos ver una lista de las herejías de Bergoglio, que son juzgadas por San Jerónimo.
 
San Jerónimo oyendo a uno blasfemar, le recrimino, y como le preguntasen por qué se metía con él, les dijo: “Los perros ladran en defensa de sus amos, ¿me callaría yo cuando oigo blasfemar el Santo Nombre de Dios? ¡Podré morir, pero no callar!”.
 
 
 
 
 
 
 
 
… juzga la idea de “conversión del papado” que tiene Francisco
 
 
 
 
… juzga la idea de Francisco de que el Corán es un libro de paz
 
 
 
… juzga la idea que tiene Francisco de que Jesucristo fingía sus enfados


No digas que los tiempos pasados fueron mejor que los presentes: las virtudes hacen bueno cualquier día, los vicios los hacen malos (San Jerónimo, Hom. sobre la Iglesia,14).

Es lo que San Pablo aconsejaba a Timoteo: Dedícate a la lectura (ITm 4,13) [. . . ], y lo que San Jerónimo recomienda para poder también defender la verdad cristiana: "Nunca caigan de tus manos los Libros Sagrados [. . . ], asimila la palabra fiel que está en armonía con la verdad, para que puedas exhortar con doctrina sana y refutar a quienes enseñan lo contrario" [. . . ]. (S. Pio X, Exh. Haerent animo,4-VIII-1908).

 (Aconseja que se lean cada día unos versículos de la Sagrada Escritura, y) escritos espirituales de hombres doctos, cuidando, sin embargo, de que sean autores de segura doctrina, porque no hay que ir buscando el oro en medio del fango (San Jerónimo, Epístola 54,10).
Toda la predicación de los herejes se funda en arena movediza, que no llega a hacerse firme y así se desmorona (
San Jerónimo, en Catena Aurea, vol. 1P 457).

Los herejes expresan una cosa en su corazón y prometen otra con sus labios. Hablan con piedad y ocultan la impiedad. Hablan de Cristo y esconden al Anticristo, porque saben que nunca tendrán éxito con su seducción si revelan al Anticristo-(Homilías sobre los Salmos) San Jerónimo

 
"Las bocas de los herejes están siempre abiertas". San Jerónimo Homilías sobre los Salmos
 
                       
 
Roguemos que por la intercesión de  San Jerónimo, Dios pronto le ponga fin a la herejía bergogliana y que con su patrocino encontremos en la Escritura el refugio seguro y  la lámpara que guíe nuestros pasos hacia Cristo y  nos aumente nuestra esperanza de la dicha eterna.
 

martes, 29 de septiembre de 2020

Fiesta de la Dedicación de san Miguel Arcángel

 



 OBJETO DE LA FIESTA. — La dedicación de San Miguel, aunque es la más solemne de las fiestas que la Iglesia celebra cada año en honor del Arcángel, le es menos personal, porque en ella se celebra a la vez a todos los coros de la jerarquía angélica. En efecto, la Iglesia, por boca de Rabano Mauro, abad de Fulda, propone a nuestra meditación el objeto de la fiesta de este día en el himno de las primeras Vísperas:

 

  En nuestras alabanzas celebramos

A todos los guerreros del cielo;

Pero ante todo al jefe supremo

De la milicia celestial:

A Miguel que, lleno de valentía,

Derribó al demonio [1].

 

ORÍGENES DE LA FIESTA. — La fiesta del 8 de mayo nos trae a la memoria la aparición en el monte Gargano. En la Edad Media, sólo la ceiebraba la Italia meridional. La fiesta del 29 de septiembre es propia de Roma, pues recuerda el aniversario de la Dedicación de una basílica hoy desaparecida, situada en la Via Salaria, al Noreste de la Ciudad.

 

La dedicación de esta iglesia nos da la razón del título que hasta hoy conserva el Misal Romano para la fiesta de San Miguel: Dedicatio sancti Michaelis. El carácter primitivamente local de este título se fue atenuando poco a poco en los libros litúrgicos de las Iglesias de Francia o de Alemania, que en la Edad Media seguían la Liturgia romana: la fiesta llevaba entonces el título In Natale o In Veneratione Sancti Michaelis y, del título antiguo no quedaba ya más que el nombre del Arcángel.

 

EL OFICIO DE SAN MIGUEL. — El oficio tampoco podía conservar recuerdo de la dedicación: los oficios antiguos de las dedicaciones celebraban, en efecto, al santo en cuyo honor se consagraba una iglesia y no el edificio material en que era honrado. No tenían, pues, nada de impersonal, sino que, al contrario, revestían un carácter muy especificado.

 

El oficio de San Miguel puede contarse entre las más bellas composiciones de nuestra Liturgia. Nos hace contemplar unas veces al príncipe de la milicia celestial y jefe de todos los ángeles buenos, otras al ministro de Dios que asiste al juicio particular de cada alma finada, y otras al intermediario que lleva al altar de la liturgia celeste las oraciones del pueblo fiel.

 

EL ÁNGEL TURIFERARIO. — Las primeras Víspeperas empiezan con la antífona Stetit Angelus, cuyo texto se repite en el Ofertorio de la Misa del día: "El ángel se puso de pie junto al ara del templo, teniendo en su mano un incensario de oro, y le dieron muchos perfumes: y subió el humo de los perfumes a la presencia de Dios." La Oración de la bendición del incienso en la Misa solemne nos da el nombre de este ángel turiferario: es "el bienaventurado Arcángel Miguel". El libro del Apocalipsis, de donde están tomados estos textos litúrgicos, nos enseña que los perfumes que suben a la presencia de Dios, son la oración de los justos: "el humo de los perfumes encendidos de las oraciones de los santos subió de mano del ángel a la presencia de Dios"[2]

 

EL MEDIADOR DE LA ORACIÓN EUCARÍSTICA.— Es también San Miguel quien presenta al Padre la oblación del Justo por excelencia, pues a Miguel se nombra en la misteriosa oración del Canon de la Misa, en la que la santa Iglesia pide a Dios que lleve la oblación sagrada, por manos del Angel santo, al altar sublime, a la presencia de la divina Majestad. Y, en efecto, llama poderosamente la atención el poderlo comprobar en los antiguos textos litúrgicos romanos: A San Miguel se le llama con frecuencia el "Santo Angel": el Angel por excelencia. 

Ahora bien, es muy probable que la revisión del texto del Canon, en el que el singular Angelí tui reemplazó al plural Angelorum tuorum, se terminase siendo pontífice el Papa Gelasio. Y, precisamente por el mismo tiempo, a fines del siglo V, fue cuando "el Angel" se apareció al Obispo de Siponto junto al monte Gargano.

 


VOCACIÓN CONTEMPLATIVA DE LOS ANGELES. — De manera que la Iglesia considera a San Miguel como el mediador de su oración litúrgica: está entre Dios y los hombres. Dios, que distribuyó con un orden admirable las jerarquías invisibles[3], emplea por opulencia en la alabanza de su gloria el ministerio de estos espíritus celestes, que están mirando continuamente la cara adorable del Padre [4] y que saben, mejor que los hombres, adorar y contemplar la belleza de sus perfecciones infinitas. Mi-Ka-El: "¿Quién como Dios?" Expresa este nombre por sí solo, en su brevedad, la más completa alabanza, la adoración más perfecta, el agradecimiento más acabado de la superioridad divina, y la confesión más humilde de la nada de la criatura. 


La Iglesia de la tierra invita también a los espíritus celestiales a bendecir al Señor, a cantarle, a alabarle, y a ensalzarle sin cesar [5] Esta vocación contemplativa de los ángeles es el modelo de la nuestra, como nos lo recuerda un bellísimo prefacio del sacramentario de San León: "Es verdaderamente digno... darte gracias, a ti, que nos enseñas por tu Apóstol que nuestra vida es trasladada al cielo; que con amor nos ordenas transportarnos en espíritu allá donde sirven los que nosotros veneramos, y dirigirnos a las cumbres que en la fiesta del bienaventurado Arcángel Miguel contemplamos con amor, por Jesucristo Nuestro Señor." 


AUXILIAR DEL GÉNERO HUMANO. — Pero la Iglesia sabe también que a estos divinos espíritus, entregados al servicio de Dios, les ha sido a la vez confiado un ministerio cerca de aquellos que tienen que recoger la herencia de la salvación[6], y así, sin esperar a la fiesta del 2 de octubre, consagrada de modo más especial a los Angeles custodios, desde hoy pide ya a San Miguel y a sus ángeles que nos defiendan en el combate[7]. Y pide, finalmente, a San Miguel que se acuerde de nosotros y ruegue al Hijo de Dios para que no perezcamos en el día terrible del juicio. El día temible del juicio, el gran Arcángel, abanderado de la milicia celestial, introducirá nuestra causa ante el Altísimo[8] y nos hará entrar en la luz santa[9]. 


PLEGARIA. — En la lucha contra los poderes del mal, podemos dirigir ya desde ahora al Arcángel, la oración de exorcismo que León XIII insertó en el Ritual de la Iglesia Romana: 


"Gloriosísimo príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha contra los principados, potestades, jefes de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos. Ven en auxilio de los hombres, que Dios hizo a imagen y semejanza suya y rescató a alto precio de la tiranía del demonio. 


"La Santa Iglesia te venera como custodio y patrón; Dios te confió las almas de los rescatados para colocarlas en la felicidad del cielo. Pide al Dios de la paz que aplaste al diablo debajo de nuestros pies para quitarle el poder de retener a los hombres cautivos y hacer daño a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones en la presencia del Altísimo para que lleguen cuanto antes las misericordias del Señor y para que el dragón, la antigua serpiente que se llama Diablo y Satanás, sea precipitado y encadenado en el infierno, y no seduzca ya jamás a las naciones. Amén."



[1] Traducimos el texto primitivo conservado en el Breviario monástico, y no el reformado por Urbano V I I I para el Breviario romano.

[2] Apoc., VIII, 4.

[3] Colecta de la Misa. 

[4] Final del Evangelio de la Misa.

[5] Introito, Gradual, Comunión de la Misa; Antífonas de Vísperas. 

[6] Hebr., I, 14.

[7] Aleluya de la Misa: Oración al pie del altar después del último Evangelio.

[8] Antífona del Magníficat en las II Vísperas. 

[9] Ofertorio de la Misa de Difuntos.

 

San Miguel en el Monte Gargano prometió la protección contra la invasión pagana de los pueblos cercanos

 San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla contra la diabólica herejía bergogliana que se rebela contra Dios 

La poderosa Coronilla en honor a San Miguel Arcángel 

Oración por la liberación de todo mal

 

miércoles, 23 de septiembre de 2020

La anti-doctrina de Bergoglio también contradice la advocación de Nuestra Señora de la Merced

 


Nuestra Señora de la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes.

 

La anti-doctrina del anti Papa Bergoglio también contradice esta advocación mariana al negar el papel de la virgen en la redención.

La misericordia de la Virgen en esta advocación claramente es para los cristianos que son víctimas  del Islam. Recordemos que el anti Papa incluso adulteró las letanías de Loreto para promover la herejía del indiferentismo religioso que busca instalar una falsa religión mundial.

Bergoglio introduce una expresión herética marxista en las Letanías de Loreto

 

 

 

San Pedro Nolasco, inspirado por la Santísima Virgen, funda una orden dedicada a la merced (que significa obras de misericordia). Su misión era la misericordia para con los cristianos cautivos en manos de los musulmanes. Muchos de los miembros de la orden canjeaban sus vidas por la de presos y esclavos. Fue apoyado por el rey Jaime el Conquistador y aconsejado por San Raimundo de Peñafort.

San Pedro Nolasco y sus frailes muy devotos de la Virgen María, la tomaron como patrona y guía. Su espiritualidad es fundamentada en Jesús el liberador de la humanidad y en la Santísima Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora.

En 1272, tras la muerte del fundador, los frailes toman oficialmente el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, pero son más conocidos como mercedarios. El Padre Antonio Quexal en 1406, siendo general de la Merced, dice: "María es fundamento y cabeza de nuestra orden".

 

Además de Nuestra Señora de la Misericordia, a María también se le dio el nombre Nuestra Señora del Rescate en esta aparición. A menudo se la representa con dos bolsas de monedas para simbolizar el rescate pagado. Miles de prisioneros cristianos fueron liberados por la Orden.

 

 

 «MADRE CONSOLADORA DE LOS AFLIGIDOS Y LIBERTADORA DE LOS CAUTIVOS» 

 En 1218, la Santísima Virgen se apareció a San Pedro Nolasco con este mensaje: «Encuentra para mí otros hombres como tú, un ejército de hombres valientes, generosos y desinteresados, y envíalos a las tierras donde los niños de la Fe están sufriendo»

 

 HISTORIA:

Eran tiempos en que los musulmanes saqueaban las costas y llevaban a los cristianos como esclavos a África. La horrenda condición de estas víctimas era indescriptible. Muchos perdían la fe pensando que Dios les había abandonado. Pedro Nolasco era comerciante. Decidió dedicar su fortuna a la liberación del mayor número posible de esclavos. Año 1203. El laico, Pedro Nolasco inicia en Valencia la redención de cautivos, redimiendo con su propio patrimonio a 300 cautivos. Forma un grupo dispuesto a poner en común sus bienes y organiza expediciones para negociar redenciones. Su condición de comerciantes les facilita la obra. Comerciaban para rescatar esclavos. Cuando se les acabó el dinero forman cofradías-para recaudar la «limosna para los cautivos». Pero llega un momento en que la ayuda se agota y Pedro Nolasco se plantea entrar en alguna orden religiosa o retirarse al desierto. Entra en una etapa de reflexión y oración profunda. Nolasco pide a Dios ayuda y, como signo de la misericordia divina, le responde la Virgen que funde una congregación liberadora. Según la leyenda la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, la Virgen se les apareció a Pedro Nolasco, a Raimundo de Peñafort, y al rey Jaime I de Aragón, y les comunicó a cada uno su deseo de fundar una congregación para redimir cautivos. La Virgen María movió el corazón de Pedro Nolasco para formalizar el trabajo que el y sus compañeros estaban ya haciendo. La Virgen llama a Pedro Nolasco y le revela su deseo de ser liberadora a través de una orden dedicada a la liberación de los cautivos de los musulmanes, expuestos a perder la fe. Nolasco le dice a María: -”¿Quién eres tú, que a mí, un indigno siervo, pides que realice obra tan difícil, de tan gran caridad, que es grata Dios y meritoria para mi?”: -“Yo soy María, la que le dio la carne al Hijo de Dios, tomándola de mi sangre purísima, para reconciliación del género humano. Soy la que recibió la profecía de Simeón, cuando ofrecí a mi Hijo en el templo:”Mira que éste ha sido puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel; ha sido puesto como signo de contradicción: y a ti misma una espada vendrá a atravesarte por el alma”: -”¡Oh Virgen María, madre de gracia, madre de misericordia! ¿Quién podrá creer que tú me mandas?”: -“No dudes en nada, porque es voluntad de Dios que se funde esta congregaciónn en honor mío; será una familia cuyos hermanos, a imitación de mi hijo Jesucristo, estarán puestos para ruina y redención de muchos en Israel y serán signo de contradicción para muchos.» Pedro Nolasco, funda la congregación, apoyado por el Rey Jaime I de Aragón, el Conquistador y aconsejado por san Raimundo de Peñafort. Su espiritualidad se fundamenta en Jesús, el liberador de la humanidad y en la Virgen, la Madre liberadora e ideal de la persona libre. Los mercedarios querían ser caballeros de la Virgen María al servicio de su obra redentora. Por eso la honran como Madre de la Merced o Virgen Redentora. En el capítulo general de 1272, los frailes toman el nombre de La Orden de Santa María de la Merced, de la redención de los cautivos, mercedarios. Pedro y sus compañeros vistieron el hábito y recibieron el escudo con las cuatro barras rojas sobre un fondo amarillo de la corona de Aragón y la cruz blanca sobre fondo rojo, titular de la catedral de Barcelona. Pedro Nolasco reconoció siempre a María Santísima como la auténtica fundadora de la congregación mercedaria. En las primeras Constituciones de la Orden, en 1272, la Orden recibe ya el título de «Orden de la Virgen de la Merced de la Redención de los cristianos cautivos de Santa Eulalia de Barcelona». En el año 1265 aparecieron las primeras monjas (comendadoras) de la Merced. Se calcula que fueron alrededor de trescientos mil los redimidos por los frailes mercedarios del cautiverio de los musulmanes.

DEVOCIÓN: La devoción a la Virgen de la Merced se difundió muy pronto por Cataluña y por toda España, por Francia y por Italia, a partir del siglo XIII con la labor de redención de estos religiosos y sus cofrades. Con la Evangelización de América, en la que la Orden de la Merced participó desde sus mismos inicios, la devoción se extendió y arraigó profundamente en todo el territorio americano. La llegada de la Orden religiosa de los mercedarios a América, un poco relacionada con el antiguo espíritu de los caballeros que fueron a las Cruzadas a Tierra Santa y juntamente con el culto de la Virgen Compasiva, coincide con el poblamiento de las principales ciudades andinas cercanas a la línea ecuatorial como son: Cuzco, Lima, Quito y la Villaviciosa de la Concepción o San Juan de Pasto en Argentina. El año 1696, el papa Inocencio XII extendió la fiesta de la Virgen de la Merced a toda la Iglesia el 24 de septiembre.

Nuestra Señora del Rescate, ruega por nosotros.

 

martes, 15 de septiembre de 2020

Oraciones en honor de los siete dolores de la Santísima Virgen María

 
 
V. Venid, Dios mío, en mi socorro:

R. Apresuraos, Señor, a protegerme.



Gloria al Padre… etc.




I. Os compadezco, oh María de los Dolores, por la aflicción que sintió vuestro tierno Corazón, al oír la profecía de Simeón el anciano. Amada Madre mía, por vuestro Corazón tan afligido, alcanzadme la virtud de la humildad y el don del santo temor de Dios.



Avemaría




II. Os compadezco, oh María de los Dolores, por la angustia que sufrió vuestro muy sensible Corazón durante la huída y permanencia en Egipto. Amada Madre mía, por vuestro tan angustiado Corazón, alcanzadme la virtud de la generosidad, particularmente para con los pobres, y el don de piedad.



Avemaría




III. Os compadezco, oh María de los Dolores, por aquellas ansias que sintió vuestro solícito Corazón, cuando perdisteis a vuestro querido Jesús. Amada Madre mía, por vuestro Corazón de tal suerte agitado, alcanzadme la virtud de la castidad y el don de ciencia.



Avemaría




IV. Os compadezco, oh María de los Dolores, por aquella consternación que sintió vuestro Corazón, cuando encontrasteis a Jesús con la Cruz a cuestas. Amada Madre mía, por vuestro Corazón de tal manera apenado, alcanzadme la virtud de la paciencia y el don de fortaleza.



Avemaría




V. Os compadezco, oh María de los Dolores, por aquel martirio que soportó vuestro generoso Corazón, cuando asististeis a Jesús agonizante. Amada Madre mía, por vuestro Corazón de tal manera martirizado, alcanzadme la virtud de la templaza y el don de consejo.



Avemaría




VI. Os compadezco, oh María de los Dolores, por aquella herida que padeció vuestro Corazón, cuando aquella lanzada abrió el costado de Jesús e hirió su amantísimo Corazón. Amada Madre mía, por vuestro Corazón de tal manera lacerado, alcanzadme la virtud de la caridad fraterna y el don de entendimiento.



Avemaría




VII. Os compadezco, oh María de los Dolores, por aquel espasmo que sintió vuestro Corazón, al ser sepultado Jesús. Amada Madre mía, por vuestro Corazón en extremo afligido, alcanzadme la virtud de la diligencia y el don de sabiduría.



Avemaría



V. Rogad por nosotros, Virgen dolorosísima.

R. Para que seamos dignos de las promesas de Jesucristo.



OREMOS



Os rogamos, Señor Jesucristo, que la Bienaventurada Virgen María, cuya sacratísima alma, en la hora de vuestra Pasión, fue atravesada por una espada de dolor, interceda por nosotros ante vuestra clemencia, ahora y en la hora de la muerte, Por Vos, Jesucristo, Salvador del mundo, que con el Padre y el Espíritu Santo vivís y reináis, por los siglos de los siglos. Así sea.



Indulgencia de cinco años.

Indulgencia de siete años, cada uno de los días del mes de septiembre.

Indulgencia plenaria, en las condiciones de costumbre si se repiten estas preces, durante un mes entero, todos los días. (Pío VII, Audiencia, 14 de enero 1815; S. Pen. Ap., 6 oct. 1935 y 3 abril 1941)

sábado, 12 de septiembre de 2020

El Papa Inocencio XI, extendió la Fiesta del Santo Nombre de María a toda la Iglesia en acción de gracias por la victoria católica contra los turcos en Viena

 Alegoría de la victoria católica contra los turcos en Viena en 1683. En esta victoriosa barca podemos ver a Carlos II arrodillado ante el papa Inocencio XI y rodeado por Leopoldo I, Juan III Sobieski de Polonia y el resto de príncipes cristianos que ayudaron a salvar la capital austriaca. Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid.



Hermanos católicos que los herejes modernistas no les hagan olvidar nuestra historia sagrada. Hoy celebramos la Fiesta del Santo Nombre de la Virgen María porque el Papa Inocencio XI la extendió como fiesta Universal para ser celebrada el 12 de Septiembre  por toda la Iglesia  en acción de gracias por la derrota de los turcos por las fuerzas de Juan Sobieski, rey de Polonia y por el levantamiento del sitio a Viena.  


Los musulmanes forman parte del ejercito del anticristo.

 
 En el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen de San Luis María Grignion de Montfort nos enseña que la Virgen María nos liderará en la lucha contra Satanás, para batallar en contra del ejercito del Anticristo; formado por herejes, apóstatas, cismáticos, impíos, idolatras y mahometanos.

 
El Papa San Pío V combatió el Islam, condenó formalmente el vicio de la sodomía de los clérigos y confirmó que un hereje no puede ser papa

Promesas de Jesús a los que pronuncian el nombre de María

 
Porque sólo Ella conjuró la maldición, trajo la bendición y abrió la puerta del paraíso. Por este motivo le va el nombre de "María", que significa "estrella del mar"; como la estrella del mar orienta a puerto a los navegantes, María dirige a los cristianos a la gloria (Santo Tomás, Sobre el Avemaría,1. c. , p. 185). 
 
 
 
 



Dice San Alfonso María de Ligorio en su libro "Las glorias de María" lo siguiente:
Capítulo X 
EL NOMBRE DE MARÍA 
Oh dulce, Virgen María 
El nombre de María es dulce en la vida y en la muerte 
1. María, nombre santo 
El augusto nombre de María, dado a la Madre de Dios, no fue cosa terrenal, ni inventado por la mente humana o elegido por decisión humana, como sucede con todos los demás nombres que se imponen. Este nombre fue elegido por el cielo y se le impuso por divina disposición, como lo atestiguan san Jerónimo, san Epifanio, san Antonino y otros. “Del Tesoro de la divinidad –dice Ricardo de San Lorenzo– salió el nombre de María”. De él salió tu excelso nombre; porque las tres divinas personas, prosigue diciendo, te dieron ese nombre, superior a cualquier nombre, fuera del nombre de tu Hijo, y lo enriquecieron con tan grande poder y majestad, que al ser pronunciado tu nombre, quieren que, por reverenciarlo, todos doblen la rodilla, en el cielo, en la tierra y en el infierno. Pero entre otras prerrogativas que el Señor concedió al nombre de María, veamos cuán dulce lo ha hecho para los siervos de esta santísima Señora, tanto durante la vida como en la hora de la muerte. 
2. María, nombre lleno de dulzura 
En cuanto a lo primero, durante la vida, “el santo nombre de María –dice el monje Honorio– está lleno de divina dulzura”. De modo que el glorioso san Antonio de Papua, reconocía en el nombre de María la misma dulzura que san Bernardo en el nombre de Jesús. “El nombre de Jesús”, decía éste; “el nombre de María”, decía aquél, “es alegría para el corazón, miel en los labios y melodía para el oído de sus devotos”. Se cuenta del V. Juvenal Ancina, obispo de Saluzzo, que al pronunciar el nombre de María experimentaba una dulzura sensible tan grande, que se relamía los labios. También se refiere que una señora en la ciudad de colonia le dijo al obispo Marsilio que cuando pronunciaba el nombre de María, sentía un sabor más dulce que el de la miel. Y, tomando el obispo la misma costumbre, también experimentó la misma dulzura. Se lee en el Cantar de los Cantares que, en la Asunción de María, los ángeles preguntaron por tres veces: “¿Quién es ésta que sube del desierto como columnita de humo? ¿Quién es ésta que va subiendo cual aurora naciente? ¿Quién es ésta que sube del desierto rebosando en delicias?” (Ct 3, 6; 6, 9; 8, 5). Pregunta Ricardo de San Lorenzo: “¿Por qué los ángeles preguntan tantas veces el nombre de esta Reina?” Y él mismo responde: “Era tan dulce para los ángeles oír pronunciar el nombre de María, que por eso hacen tantas preguntas”.
Pero no quiero hablar de esta dulzura sensible, porque no se concede a todos de manera ordinaria; quiero hablar de la dulzura saludable, consuelo, amor, alegría, confianza y fortaleza que da este nombre de María a los que lo pronuncian con fervor. 
3. María, nombre que alegra e inspira amor 
Dice el abad Francón que, después del sagrado nombre de Jesús, el nombre de María es tan rico de bienes, que ni en la tierra ni en el cielo resuena ningún nombre del que las almas devotas reciban tanta gracia de esperanza y de dulzura. El nombre de María –prosigue diciendo– contiene en sí un no sé qué de admirable, de dulce y de divino, que cuando es conveniente para los corazones que lo aman, produce en ellos un aroma de santa suavidad. Y la maravilla de este nombre –concluye el mismo autor– consiste en que aunque lo oigan mil veces los que aman a María, siempre les suena como nuevo, experimentando siempre la misma dulzura al oírlo pronunciar.
Hablando también de esta dulzura el B. Enrique Susón, decía que nombrando a María, sentía elevarse su confianza e inflamarse en amor con tanta dicha, que entre el gozo y las lágrimas, mientras pronunciaba el nombre amado, sentía como si se le fuera a salir del pecho el corazón; y decía que este nombre se le derretía en el alma como panal de miel. Por eso exclamaba: “¡Oh nombre suavísimo! Oh María ¿cómo serás tú misma si tu solo nombre es amable y gracioso!”
Contemplando a su buena Madre el enamorado san Bernardo le dice con ternura: “¡Oh excelsa, oh piadosa, oh digna de toda alabanza Santísima Virgen María, tu nombre es tan dulce y amable, que no se puede nombrar sin que el que lo nombra no se inflame de amor a ti y a Dios; y sólo con pensar en él, los que te aman se sienten más consolados y más inflamados en ansias de amarte”. Dice Ricardo de San Lorenzo: “Si las riquezas consuelan a los pobres porque les sacan de la miseria, cuánto más tu nombre, oh María, mucho mejor que las riquezas de la tierra, nos alivia de las tristezas de la vida presente”.
Tu nombre, oh Madre de Dios –como dice san Metodio– está lleno de gracias y de bendiciones divinas. De modo que –como dice san Buenaventura– no se puede pronunciar tu nombre sin que aporte alguna gracia al que devotamente lo invoca. Búsquese un corazón empedernido lo más que se pueda imaginar y del todo desesperado; si éste te nombra, oh benignísima Virgen, es tal el poder de tu nombre –dice el Idiota– que él ablandará su dureza, porque eres la que conforta a los pecadores con la esperanza del perdón y de la gracia. Tu dulcísimo nombre –le dice san Ambrosio– es ungüento perfumado con aroma de gracia divina. Y el santo le ruega a la Madre de Dios diciéndole: “Descienda a lo íntimo de nuestras almas este ungüento de salvación”. Que es como decir: Haz Señora, que nos acordemos de nombrarte con frecuencia, llenos de amor y confianza, ya que nombrarte así es señal o de que ya se posee la gracia de Dios, o de que pronto se ha de recobrar.
Sí, porque recordar tu nombre, María, consuela al afligido, pone en camino de salvación al que de él se había apartado, y conforta a los pecadores para que no se entreguen a la desesperación; así piensa Landolfo de Sajonia. Y dice el P. Pelbarto que como Jesucristo con sus cinco llagas ha aportado al mundo el remedio de sus males, así, de modo parecido, María, con su nombre santísimo compuesto de cinco letras, confiere todos los días el perdón a los pecadores. 
4. María, nombre que da fortaleza 
Por eso, en los Sagrados cantares, el santo nombre de María es comparado al óleo: “Como aceite derramado es tu nombre” (Ct 1, 2). Comenta así este pasaje el B. Alano: “Su nombre glorioso es comparado al aceite derramado porque, así como el aceite sana a los enfermos, esparce fragancia, y alimenta la lámpara, así también el nombre de María, sana a los pecadores, recrea el corazón y lo inflama en el divino amor”. Por lo cual Ricardo de San Lorenzo anima a los pecadores a recurrir a este sublime nombre, porque eso sólo bastará para curarlos de todos sus males, pues no hay enfermedad tan maligna que no ceda al instante ante el poder del nombre de María”.
Por el contrario los demonios, afirma Tomás de Kempis, temen de tal manera a la Reina del cielo, que al oír su nombre, huyen de aquel que lo nombra como de fuego que los abrasara. La misma Virgen reveló a santa Brígida, que no hay pecador tan frío en el divino amor, que invocando su santo nombre con propósito de convertirse, no consiga que el demonio se aleje de él al instante. Y otra vez le declaró que todos los demonios sienten tal respeto y pavor a su nombre que en cuanto lo oyen pronunciar al punto sueltan al alma que tenían aprisionada entre sus garras.
Y así como se alejan de los pecadores los ángeles rebeldes al oír invocar el nombre de María, lo mismo –dijo la Señora a santa Brígida– acuden numerosos los ángeles buenos a las almas justas que devotamente la invocan.
Atestigua san Germán que como el respirar es señal de vida, así invocar con frecuencia el nombre de María es señal o de que se vive en gracia de Dios o de que pronto se conseguirá; porque este nombre poderoso tiene fuerza para conseguir la vida de la gracia a quien devotamente lo invoca. En suma, este admirable nombre, añade Ricardo de San Lorenzo es, como torre fortísima en que se verán libres de la muerte eterna, los pecadores que en él se refugien; por muy perdidos que hubieran sido, con ese nombre se verán defendidos y salvados.
Torre defensiva que no sólo libra a los pecadores del castigo, sino que defiende también a los justos de los asaltos del infierno. Así lo asegura el mismo Ricardo, que después del nombre de Jesús, no hay nombre que tanto ayude y que tanto sirva para la salvación de los hombres, como este incomparable nombre de María. Es cosa sabida y lo experimentan a diario los devotos de María, que este nombre formidable da fuerza para vencer todas las tentaciones contra la castidad. Reflexiona el mismo autor considerando las palabras del Evangelio: “Y el nombre de la Virgen era María” (Lc 1, 27), y dice que estos dos nombres de María y de Virgen los pone el Evangelista juntos, para que entendamos que el nombre de esta Virgen purísima no está nunca disociado de la castidad. Y añade san Pedro Crisólogo, que el nombre de María es indicio de castidad; queriendo decir que quien duda si habrá pecado en las tentaciones impuras, si recuerda haber invocado el nombre de María, tiene una señal cierta de no haber quebrantado la castidad. 
5. María, nombre de bendición 
Así que, aprovechemos siempre el hermoso consejo de san Bernardo: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, invoca a María. Que no se te caiga de los labios, que no se te quite del corazón”. En todos los peligros de perder la gracia divina, pensemos en María, invoquemos a María junto con el nombre de Jesús, que siempre han de ir estos nombres inseparablemente unidos. No se aparten jamás de nuestro corazón y de nuestros labios estos nombres tan dulces y poderosos, porque estos nombres nos darán la fuerza para no ceder nunca jamás ante las tentaciones y para vencerlas todas. Son maravillosas las gracias prometidas por Jesucristo a los devotos del nombre de María, como lo dio a entender a santa Brígida hablando con su Madre santísima, revelándole que quien invoque el nombre de María con confianza y propósito de la enmienda, recibirá estas gracias especiales: un perfecto dolor de sus pecados, expiarlos cual conviene, la fortaleza para alcanzar la perfección y al fin la gloria del paraíso. Porque, añadió el divino Salvador, son para mí tan dulces y queridas tus palabras, oh María, que no puedo negarte lo que me pides.
En suma, llega a decir san Efrén, que el nombre de María es la llave que abre la puerta del cielo a quien lo invoca con devoción. Por eso tiene razón san Buenaventura al llamar a María “salvación de todos los que la invocan”, como si fuera lo mismo invocar el nombre de María que obtener la salvación eterna. También dice Ricardo de San Lorenzo que invocar este santo y dulce nombre lleva a conseguir gracias sobreabundantes en esta vida y una gloria sublime en la otra. Por tanto, concluye Tomás de Kempis: “Si buscáis, hermanos míos, ser consolados en todos vuestros trabajos, recurrid a María, invocad a María, obsequiad a María, encomendaos a María. Disfrutad con María, llorad con María, caminad con María, y con María buscad a Jesús. Finalmente desead vivir y morir con Jesús y María. Haciéndolo así siempre iréis adelante en los caminos del Señor, ya que María, gustosa rezará por vosotros, y el Hijo ciertamente atenderá a la Madre”. 
6. María, nombre consolador 
Muy dulce es para sus devotos, durante la vida, el santísimo nombre de María, por las gracias supremas que les obtiene, como hemos vitos. Pero más consolador les resultará en la hora de la muerte, por la suave y santa muerte que les otorgará. El P. Sergio Caputo, jesuita, exhortaba a todos los que asistieran a un moribundo, que pronunciasen con frecuencia el nombre de María, dando como razón que este nombre de vida y esperanza, sólo con pronunciarlo en la hora de la muerte, basta para dispersar a los enemigos y para confortar al enfermo en todas sus angustias. De modo parecido, san Camilo de Lelis, recomendaba muy encarecidamente a sus religiosos que ayudasen a los moribundos con frecuencia a invocar los nombres de Jesús y de María como él mismo siempre lo había practicado; y mucho mejor lo practicó consigo mismo en la hora de la muerte, como se refiere en su biografía; repetía con tanta dulzura los nombres, tan amados por él, de Jesús y de María, que inflamaba en amor a todos los que le escuchaban. Y finalmente, con los ojos fijos en aquellas adoradas imágenes, con los brazos en cruz, pronunciando por última vez los dulcísimos nombres de Jesús y de María, expiró el santo con una paz celestial. Y es que esta breve oración, la de invocar los nombres de Jesús y de María, dice Tomás de Kempis, cuanto es fácil retenerla en la memoria, es agradable para meditar y fuerte para proteger al que la utiliza, contra todos los enemigos de su salvación. 
7. María, nombre de buenaventura 
¡Dichoso –decía san Buenaventura– el que ama tu dulce nombre, oh Madre de Dios! Es tan glorioso y admirable tu nombre, que todos los que se acuerdan de invocarlo en la hora de la muerte, no temen los asaltos de todo el infierno.
Quién tuviera la dicha de morir como murió fray Fulgencio de Ascoli, capuchino, que expiró cantando: “Oh María, oh María, la criatura más hermosa; quiero ir al cielo en tu compañía”. O como murió el B. Enrique, cisterciense, del que cuentan los anales de su Orden que murió pronunciando el dulcísimo nombre de María.
Roguemos pues, mi devoto lector, roguemos a Dios nos conceda esta gracia, que en la hora de la muerte, la última palabra que pronunciemos sea el nombre de María, como lo deseaba y pedía san Germán. ¡Oh muerte dulce, muerte segura, si está protegida y acompañada con este nombre salvador que Dios concede que lo pronuncien los que se salvan!
¡Oh mi dulce Madre y Señora, te amo con todo mi corazón! Y porque te amo, amo también tu santo nombre. Propongo y espero con tu ayuda invocarlo siempre durante la vida y en la hora de la muerte. Concluyamos con esta tierna plegaria de san Buenaventura: “Para gloria de tu nombre, cuando mi alma esté para salir de este mundo, ven tú misma a mi encuentro, Señora benditísima, y recíbela”. No desdeñes, oh María –sigamos rezando con el santo– de venir a consolarme con tu dulce presencia. Sé mi escala y camino del paraíso. Concédele la gracia del perdón y del descanso eterno. Y termina el santo diciendo: “Oh María, abogada nuestra, a ti te corresponde defender a tus devotos y tomar a tu cuidado su causa ante el tribunal de Jesucristo”. 
EJEMPLO 
La joven María librada del demonio 
Refiere el P. Rho en su libro de los Sábados, y el P. Lireo en su Trisagio Mariano, que hacia el año 1465, vivía en Güeldres una joven llamada María. Un día la mandó un tío suyo a la ciudad de Nimega a hacer unas compras, diciéndole que pasara la noche en casa de otra tía que allí vivía. Obedeció la joven, pero al ir por la tarde a casa de la tía, ésta la despidió groseramente. La joven desconsolada, emprendió el camino de vuelta. Cayó la noche por el camino, y ella, encolerizada, llamó al demonio en su ayuda. He aquí que se le aparece en forma de hombre, y le promete ayudarla con cierta condición. “Todo lo haré”, respondió la desgraciada. “No te pido otra cosa –le dijo el enemigo– sino que de hoy en adelante no vuelvas a hacer la señal de la cruz y que cambies de nombre”. “En cuanto a lo primero, no haré más la señal de la cruz –le respondió–, pero mi nombre de María, no lo cambiaré. Lo quiero demasiado”. “Y yo no te ayudaré”, le replicó el demonio. Por fin, después de mucho discutir, convinieron en que se llamase con la primera letra del nombre de María, es decir: Eme. Con este pacto se fueron a Amberes; allí vivió seis años con tan perversa compañía, llevando una vida rota, con escándalo de todos.
Un día le dijo al demonio que deseaba volver a su tierra; al demonio le repugnaba la idea, pero al fin hubo de consentir. Al entrar los dos en la ciudad de Nimega, se encontraron con que se representaba en la plaza la vida de Santa María. Al ver semejante representación, la pobre Eme, por aquel poco de devoción hacia la Madre de Dios que había conservado, rompió a llorar. “¿Qué hacemos aquí? –le dijo el compañero–. ¿Quieres que representemos otra comedia?” La agarró para sacarla de aquel lugar, pero ella se resistía, por lo que él, viendo que la perdía, enfurecido la levantó en el aire y la lanzó al medio del teatro. Entonces la desdichada contó su triste historia. Fue a confesarse con el párroco que la remitió al obispo y éste al Papa. Éste, una vez oída su confesión, le impuso de penitencia llevar siempre tres argollas de hierro, una al cuello, y una en cada brazo. Obedeció la penitente y se retiró a Maestricht donde se encerró en un monasterio para penitentes. Allí vivió catorce años haciendo ásperas penitencias. Una mañana, al levantarse vio que se habían roto las tres argollas. Dos años después murió con fama de santidad; y pidió ser enterrada con aquellas tres argollas que, de esclava del infierno, la habían cambiado en feliz esclava de su libertadora. 
ORACIÓN PARA INVOCAR EL NOMBRE DE MARÍA 
¡Madre de Dios y Madre mía María!
Yo no soy digno de pronunciar tu nombre;
pero tú que deseas y quieres mi salvación,
me has de otorgar, aunque mi lengua no es pura,
que pueda llamar en mi socorro
tu santo y poderoso nombre,
que es ayuda en la vida y salvación al morir. 
¡Dulce Madre, María!
haz que tu nombre, de hoy en adelante,
sea la respiración de mi vida.
No tardes, Señora, en auxiliarme
cada vez que te llame.
Pues en cada tentación que me combata,
y en cualquier necesidad que experimente,
quiero llamarte sin cesar; ¡María! 
Así espero hacerlo en la vida,
y así, sobre todo, en la última hora,
para alabar, siempre en el cielo tu nombre amado:
“¡Oh clementísima, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!”
¡Qué aliento, dulzura y confianza,
qué ternura siento
con sólo nombrarte y pensar en ti! 
Doy gracias a nuestro Señor y Dios,
que nos ha dado para nuestro bien,
este nombre tan dulce, tan amable y poderoso.
Señora, no me contento
con sólo pronunciar tu nombre;
quiero que tu amor me recuerde
que debo llamarte a cada instante;
y que pueda exclamar con san Anselmo:
“¡Oh nombre de la Madre de Dios,
tú eres el amor mío!” 
Amada María y amado Jesús mío,
que vivan siempre en mi corazón y en el de todos,
vuestros nombres salvadores.
Que se olvide mi mente de cualquier otro nombre,
para acordarme sólo y siempre,
de invocar vuestros nombres adorados. 
Jesús, Redentor mío, y Madre mía María,
cuando llegue la hora de dejar esta vida,
concédeme entonces la gracia de deciros:
“Os amo, Jesús y María;
Jesús y María,
os doy el corazón y el alma mía”.



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