R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



♰♰♰

martes, 17 de septiembre de 2019

San Roberto Belarmino nos enseña que es imposible que un hereje como Bergoglio sea Papa de nuestra Iglesia católica


Jesuita;
Arzobispo de Capua,
Cardenal;  Doctor de la Iglesia;
defensor de la doctrina durante y después de   la Reforma Protestante.
Escribió dos catecismos y numerosas obras de apologética.

Antes que nada hay que aclarar que Bergoglio no es  Papa porque ya era un hereje que se había desviado de la fe católica en Argentina. Ni siquiera los que creyeron la mentira del falso papado  de Bergoglio pueden seguir sosteniéndola porque la San Belarmino enseña que si un Papa se manifestará  como hereje dejaría inmediatamente de ser Papa.  
 
 
San Roberto Belarmino, cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30: “Un papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”. 


San Roberto Belarmino describió 15 marcas de la Iglesia, en la que queda demostrado que Bergoglio ha fundado su propia secta en oposición a la Iglesia católica. San Belarmino señala el triste fin de todos aquellos que luchan contra la Iglesia. Paz temporal y felicidad Terrenal para todos aquellos que viven de acuerdo a las enseñanzas de la Iglesia y que defienden sus intereses.



San Roberto Belarmino declaró: “Se concederá  a unos pocos que reconozcan la verdadera Iglesia en medio de la oscuridad de tantos cismas y herejías y a muy pocos aún que amen la verdad, que han visto como para volar hacia ella y aceptarla.”
San Roberto Belarmino, como todos los jesuitas auténticos, combatió la herejía protestante.


Bergoglio violó el juramento de los Jesuitas, que le impide ser papa 

                                                                  
Bergoglio desobedece y contradice a San Ignacio de Loyola

San Roberto Belarmino juzga las herejías del falso Papa Bergoglio


… juzga la idea de «conversión del papado» que tiene Francisco


  • ¿El barco puede aventurarse en olas sin un piloto?


Y si existía la necesidad de una cabeza, incluso en los días de los Apóstoles, para evitar un cisma, según el argumento de San Jerónimo contra Joviniano, ¿cómo habría sobrevivido la Iglesia si no fuera infalible, donde fueron innumerables los fieles? ¿El barco puede aventurarse en las olas sin un capitán? ¿Y la manada puede pastar sin pastor? (San Roberto Belarmino. Sermon 12, Discurso sobre la antiguedad de la Iglesia)

  • Calvino considera que la autoridad reside en el conjunto de los obispos


Calvino, al contrario, en la obra de las Institutas, Libro 4, cap. 11, pf. 6, atribuye el sumo poder eclesiástico al conjunto de los ancianos, los cuales quiere que un obispo presida como un cónsul al senado. Y, además, en el mismo lugar, enseña abiertamente que es mayor la autoridad del conjunto de los ancianos que la del obispo. Al pueblo, Calvino atribuye algo, pero menos que al conjunto de los ancianos. (San Roberto Belarmino. La monarquía eclesiástica del romano pontífice, c. V)

  • Juan Brentius concede el sumo poder a los príncipes seglares


Finalmente, Juan Brentius, en los prolegómenos contra Pedro Soto, concede el sumo poder a los mejores, esto es, a los aristócratas, pero él no quiere que sean obispos, sino príncipes seculares, los cuales afirman que son los más nobles miembros de la Iglesia. (San Roberto Belarmino. La monarquía eclesiástica del romano pontífice, c. V)

  • La verdad es proclamada por un Doctor de la Iglesia: ni el pueblo, ni los príncipes seglares o eclesiásticos detentan el régimen de la Iglesia, sino el Papa


Sin embargo, todos los doctores católicos concuerdan en lo siguiente: que el régimen eclesiástico confiado por Dios a los hombres sea, de hecho, el monárquico, pero templado, moderado, como dijimos encima, por la aristocracia y por la democracia. De eso tratan principalmente el bienaventurado Tomás de Aquino, en el cuarto libro de la Suma contra los Gentiles, capítulo 76, Juan de Turrecrem, en Libro 2, sobre la Iglesia, cap. 2, y Nicolau Sanderos, en los libros sobre la monarquía visible de la Iglesia. Insistiendo sobre sus pasos, trajimos aquí cuatro proposiciones que defenderemos con todas nuestras fuerzas. La primera será que el régimen de la Iglesia no está principalmente junto al pueblo. La segunda, que no está junto a los príncipes seculares; la tercera, que no está especialmente junto a los príncipes eclesiásticos. La cuarta es que está principalmente junto a un único sumo presidente y sacerdote de toda la Iglesia. (San Roberto Belarmino. La monarquía eclesiástica del romano pontífice, c. V)

… juzga la idea de Francisco de que Dios ama al pecador sin condiciones


  • El mal ladrón rechazó la gracia de Dios y encontró su perdición definitiva


Si algún hombre quiere conocer el poder de la gracia de Dios, que ponga sus ojos en el buen ladrón. […] Con la asistencia de la gracia de Dios, cuando las puertas del cielo parecían cerradas para él, y las fauces del infierno abiertas para recibirlo, y el pecador mismo tan alejado como parece posible de la vida eterna, fue iluminado repentinamente de lo alto, sus pensamientos se dirigieron hacia el canal apropiado, y confesó que Cristo era inocente y el Rey del mundo por venir, y, como ministro de Dios, reprobó al ladrón que lo acompañaba, lo persuadió de que se arrepintiera, y se encomendó humilde y devotamente a Cristo. […] Por otro lado, en orden a permitirnos ver la magnitud de la debilidad humana, el mal ladrón no se convierte ni por la inmensa caridad de Cristo, quien oró tan amorosamente por sus ejecutores, ni por la fuerza de sus propios sufrimientos, ni por la admonición y ejemplo de su compañero, ni por la inusual oscuridad, el partirse de las rocas, o la conducta de aquellos que, después de la muerte de Cristo, volvieron a la ciudad golpeándose el pecho. […] Si uno de los ladrones cooperó con la gracia de Dios en el último momento, el otro la rechazó, y encontró su perdición definitiva. (San Roberto Belarmino. Comentario a las Siete Palabras de Jesús en la Cruz, cap. VI)

… juzga la idea de condenación eterna que que tiene Francisco


  • Después de la muerte no hay lugar para el arrepentimiento


Y todo lector de historia, u observador de lo que sucede alrededor, no puede sino saber que la regla es que los hombres terminen una vida perversa con una muerte miserable, mientras que es una excepción que el pecador muera de manera feliz; y, por el otro lado, no sucede con frecuencia que aquellos que viven bien y santamente lleguen a un fin triste y miserable, sino que muchas personas buenas y piadosas entran, después de su muerte, en posesión de los gozos eternos. Son demasiado presuntuosas y necias aquellas personas que, en un asunto de tal importancia como la felicidad eterna o el tormento eterno, osan permanecer en un estado de pecado mortal incluso por un día, viendo que pueden ser sorprendidas por la muerte en cualquier momento, y que después de la muerte no hay lugar para el arrepentimiento, y que una vez en el infierno ya no hay redención. (San Roberto Belarmino. Comentario a las siete palabras de Jesús. Cap. VI, n. 26) 


  Sobre San Belarmino en la Obra Las Vidas de los Santos del Reverendo Alban Butler en el  Tomo III Leemos
PELEANDO contra el protestantismo gastó San Roberto Belarmino sus mejores años; pero todavía no había llegado para el ilustre apóstol la hora del descanso. A l volver a Roma nombráronle confesor del Colegio Romano; allí dirigió y confesó a San Luis Gonzaga, le ayudó a morir santamente y trabajó luego con denuedo en su beatificación.
A 21 de junio del año( 1924), festividad de San Luis Gonzaga, por 
deseo expreso del Pontífice se trasladó solemnemente el cuerpo del Beato 
Roberto Belarmino a la iglesia de San Ignacio. Este traslado fué un triunfo. 
A él asistieron dieciséis cardenales y muchísimos obispos y prelados.
El año santo de 1925 y a 25 de noviembre, el mismo Sumo Pontífice 
firmó el decreto para llevar adelante la causa del Beato. Finalmente fué 
canonizado a 29 de junio de 1930, junto con otros ocho Jesuítas — San Juan 
de Brebeuf y sus siete compañeros— y un Franciscano, San Teófilo de Corte.

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