San Pedro Claver fue un verdadero Jesuita que llegó a catequizar y bautizar a más de 300,000 negros.
Nacido en Verdú, un pueblecillo del condado de Urgel, Pedro decía en sus primeros años: “Quiero pasar toda mi vida trabajando por las almas, salvarlas y morir por ellas.” Impelido por este anhelo, dejó la universidad y se hizo jesuíta en Tarragona. Vivió algún tiempo en Mallorca con San Alfonso Rodríguez, y después de muchas instancias consiguió que se le enviase a convertir infieles en las Indias Occidentales. En 1610, cuando tenía 26 años, salió de Sevilla, con dirección a Centroamérica. Se estableció en Cartagena de Indias, y empezó su ministerio predicando a los españoles, enseñando el catecismo a los indios, y tratando de aliviar la situación de los negros que los filibusteros llevaban a aquel gran imperio, donde se encontraban las naves de España con las embarcaciones que venían a través del Amazonas. Se convirtió Claver en esclavo de los esclavos. Poco a poco su vida se fué orientando en esta última dirección: Claver era el apóstol de los negros. A los que le preguntaban el porqué de aquellas predilecciones, él les respondía: “Mis negros están lavados con la sangre de Jesucristo y son hijos de Dios con los mismos títulos que vosotros.” Era aquella una vida de abnegación sublime y de heroísmo continuo al cual se mezclaban las más duras penitencias.
Agotado por el esfuerzo y por la mortificación, murió Pedro Claver el año 1654 entre una muchedumbre de negros que no cesaban de llorar diciendo: “El santo se muere; perdemos al Padre” La Santa Sede le ha declarado Patrón celestial de los negros.
Recemos con fervor en provecho nuestro y de la raza injustamente preterida, la preciosa oración de la fiesta: “Oh Dios, que, para llamar al conocimiento de tu nombre a los Negros reducidos a la esclavitud, fortaleciste a San Pedro con admirable caridad y paciencia en ayudarlos; concédenos por su intercesión, el que, buscando las cosas de Jesucristo, amemos a nuestros prójimos de obra y de verdad. Por el mismo Nuestro Señor Jesucristo.”
Oración a San Pedro Claver .
Omnipotente y eterno Dios, que creaste al hombre a tu imagen
y semejanza para que viviera en este mundo como hijo
tuyo, y lo redimiste con la sangre preciosa de tu
Ungénito Hijo, para que gozara de Ti para siempre. Te damos
Infinitas gracias por tantos beneficios y por habernos dado
a San Pedro Claver, que tanto contribuyó
con sus fatigas para que los hombres te conocieran y amaran.
Te ofrecemos los méritos de este siervo, fiel imitador de los ejemplos
de nuestro divino Redentor, y te pedimos que nos concedas
por su intercesión que libres de la esclavitud del pecado nos
preocupemos en tu servicio y en la práctica de las virtudes
cristianas, a fin de que dando testimonio de ti con el amor, la misericordia y el servicio a los demás, podamos algún día con todos tus hijos fieles, gozar de ti en el cielo y alabarte eternamente. Amen.
En el siglo XVIII florecieron en América centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia
ResponderEliminarY eso en un mundo como el vuestro iberoamericano, en el que la Iglesia, plenamente consciente de la misión cultural que acompaña a su mensaje religioso, desplegó con Fray Juan de Zumárraga, Fray Alonso de la Vera Cruz y el gran obispo Vasco de Quiroga en México; con Fray Jerónimo de Loaísa, José de Acosta y el excelso metropolitano limeño Santo Toribio de Mogrovejo en el Perú; y con los jesuitas Torres Bollo, Manuel de Nóbrega y San Pedro Claver en el antiguo Paraguay, en el Brasil y en la Nueva Granada, un esfuerzo educativo y escolar que, dada la escasez de medios de aquella centuria y las dificultades que a él se oponían, Nos complacemos en llamar grandioso y profundamente duradero. Basta recordar el intento, en gran parte logrado, de aquellos grandes misioneros, secundados por el espíritu universal y católico de la legislación de sus monarcas, de fundir en un solo pueblo, mediante la catequesis, la escuela y los colegios de Letras Humanas, el elemento indígena con las clases cultas venidas de Europa o nacidas ya en tierra americana. Ni ese esfuerzo se limitó a la enseñanza elemental y humanística. Porque es gloria imperecedera de Hispanoamérica, que en el siglo XVIII florecieran en 19 de sus ciudades otros tantos o más centros universitarios, inspirados y dirigidos por la Iglesia. (Pío XII. Radiomensaje al V Congreso Interamericano de Educación Católica, 12 de enero de 1954)