Del Sermón de la Fiesta de la Ascensión
por el padre Francisco Javier Weninger, 1876
Entonces, amados en Cristo, imitemos su ejemplo, aumentando el celo en la oración, al celebrar este día festivo. Pongámonos, en espíritu, en medio de sus discípulos, e imaginemos la profunda emoción con que nos hubiéramos postrado a los pies de Cristo y los hubiésemos abrazado, si hubiéramos sido testigos de este feliz encuentro entre Él y su santa Madre, y fieles amigos. Con qué ardor le habríamos implorado que se acordara de nosotros ante Su Padre en el cielo, y prometido hacer Su santa voluntad en todas las cosas, para que algún día pudiéramos seguirlo al Reino de la bienaventuranza eterna.
Si poseemos estos afectos y cumplimos las resoluciones que de ellos se derivan; si pensamos constantemente en el cielo, y vivimos sólo para él, entonces con toda seguridad combatiremos valientemente a aquellos enemigos que quisieran privarnos de sus celestiales goces; y habiendo llevado la cruz en la tierra, llevaremos al Cielo una corona eterna. ¡Amén!
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