R. Señor, danos sacerdotes santos.
V. Para que nos acompañen a la hora de nuestra muerte, y ofrezcan la Santa Misa por nosotros



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miércoles, 28 de agosto de 2019

San Agustín: "Todos los católicos saben que: ¡El divorcio es del diablo!"

El matrimonio es obra de Dios, el divorcio obra del diablo (San Agustín)  
 
 
 
 
En la fiesta de San Agustín, sus palabras sobre la boda en Cana:



Incluso dejando de lado cualquier interpretación mística, el hecho de que el Señor estaba complacido de que se le pidiera  ir a un matrimonio, demuestra claramente que Él es el Autor y quien bendice el matrimonio. Habían de surgir quienes el Apóstol nos advirtió que nos prohibirían casarnos; quienes dicen que el matrimonio es algo malo en sí mismo y una obra del diablo. Sin embargo, leemos en el Evangelio que cuando se le preguntó al Señor, ¿es lícito que un hombre rechace a su esposa por cualquier causa? Él respondió que no era legal, excepto por causa de fornicación. La respuesta, si recordáis, suena así: Lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre (Mt 19,6).

Los que están bien instruidos en la religión católica saben que Dios es el Autor y quien bendice el matrimonio; y que, mientras que unirse en matrimonio es de Dios, el divorcio es del diablo.


San Agustín

En Evangelium Ioannis, tracto. IX



Es decir que Amoris Laetitia es una obra del diablo hecha en el Infierno.




San Agustín  juzga la idea de Francisco de que el adulterio realiza en parte el ideal familiar

  • Los hijos en sí no son razón para regularizar una situación matrimonial ilegitima
El sacramento mira a que la unión sea irrompible, y el repudiado o repudiada no se una a otra persona ni aun por causa de los hijos. (San Agustín de Hipona. Comentario literal al Génisis. lib, IX, cap. VII, n. 12)

Por ningún motivo es lícito abandonar a la consorte para unirse a otra

De hecho, así sucede entre Cristo y la Iglesia, a saber, viviendo uno unido al otro no los separa ningún divorcio por toda la eternidad. En tan gran estima se tiene este sacramento en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo —esto es, en la Iglesia de Cristo— por todos los esposos cristianos, que, sin duda, son miembros de Cristo, que, aunque las mujeres se unan a los hombres y los hombres a las mujeres con el fin de procrear hijos, no es lícito abandonar a la consorte estéril para unirse a otra fecunda. Si alguno hiciese esto, sería reo de adulterio; no ante la ley de este mundo, donde, mediante el repudio, está permitido realizar otro matrimonio con otro cónyuge —según el Señor, el santo Moisés se lo permitió a los israelitas por la dureza de su corazón—, pero sí lo es para la ley del Evangelio. Lo mismo sucede con la mujer que se casara con otro. (San Agustín de Hipona. El matrimonio y la concupiscencia, 1, X)

Papa Pío XII 16 de marzo 1946, “el matrimonio entre bautizados válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ningún poder en la tierra, ni siquiera por la Suprema Autoridad Eclesiástica”
 

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